Basurología: cómo atrapar al advenedizo con detritus
El estudio de los desperdicios es una de las mayores fuentes de información para los arqueólogos: este caso se remonta a la Edad Media
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Conforme el diccionario de la RAE, un advenedizo es una persona «recién llegada a un lugar, una posición o una actividad con pretensiones desmedidas», siendo sus sinónimos intruso, arribista o trepa. Es decir, alguien que ha superado su estatus social originario para codearse con quienes solían situarse a un nivel superior. En nuestros tiempos, aún con sus muchísimos matices, en nuestra sociedad de clases fundamentada en el poder económico puede hablarse de nuevos ricos como producto de una meritocracia social –ilustrada en el concepto de hombre hecho a sí mismo–, aunque los recién llegados a un estrato superior son examinados con un cierto retintín social generalizado y más en un país como España, cuna de la picaresca.
Este clasismo es más perceptible en aquellas sociedades socialmente más estratificadas donde el elevador social es más inusual. Es el caso, por ejemplo, del «homo novus» romano que ansiaba acercarse a la «nobilitas» como se ejemplificara en Cicerón. Así, Salustio señaló como, ante su elección como cónsul, «buena parte de la nobleza vacilaba por recelo, creyendo que la institución del consulado casi se contaminaba si lo alcanzaba un recién llegado, por singular que fuese». Claro que esto fue antes de que pronunciara su mítico «¿hasta cuándo abusarás de nuestra paciencia, Catilina?» y se borrara un resquemor que acompañó a muchos otros, como aquellos libertos enriquecidos que, aunque adoptaran las formas y hábitos lujosos de los aristócratas, merecieron el eterno desprecio por su pasado.
Pero, ¿se puede estudiar la figura del advenedizo desde la arqueología? Así lo plantea el fascinante «The Garbage, the Castle, its Lord & the Queen. A New View on Boringholm as a Failed Parvenu’s Site», publicado en el «Danish Journal of Archaeology» por Rainer Atzbach, de la Universidad de Aarhus. Y lo hace a través del empleo de la garbología, una subdisciplina arqueológica también conocida como basurología. De siempre, el análisis de los desperdicios del pasado ha sido una de las fuentes más completas y deseables para cualquier arqueólogo, pero este artículo va más allá. La garbología fue desarrollada por el norteamericano William L. Rathje en el contexto del Tucson Garbage Project de 1973 donde procuró, haciendo uso de la metodología arqueológica, estudiar los vertederos actuales para analizar el consumismo real contrastando sus hallazgos con los hábitos declarados por los consumidores. Así, comprobó como las familias de clase media que aspiraban a escalar socialmente consumían bienes de prestigio y marcas asociadas a un estatus social superior observable en «las series o películas de Hollywood. En antropología, este comportamiento se define como consumo conspicuo.
Pese a las obvias diferencias temporales, Atzbach ha aplicado el método basurológico de Rahtje en el yacimiento danés de Boringholm (Skanderborg) que, excavado hace un siglo, considera el hogar de un advenedizo. Se trata de un castillo situado en un sitio remoto, fronterizo entre varias comarcas históricas danesas y al pie del lago de Rasksø, construido primordialmente en arcilla y madera entre, según la dendrocronología, los años 1369 y 1372, donde los únicos sillares de piedra se localizan en una rica chimenea y cuyo diseño se corresponde más a una granja fortificada que a un recinto nobiliario. No obstante, en contraste con su pobreza constructiva sobresale el hallazgo de una enorme cantidad de bienes de prestigio. Desde cerámica importada de Mayólica, Saintonge y gres renano, pasando por una impresionante espada de latón damasceno, numerosas piezas de lujo relacionadas con la caza y la guerra, así como con la vida cotidiana y el ocio, como un juego de piezas de ajedrez. En definitiva, no se observa a priori una correspondencia entre estos bienes suntuarios y un contexto prácticamente campesino. Entonces, ¿quién creó este castillo? Esta investigación lo identifica con un anónimo caballero que, dedicado al oficio de las armas, procuró experimentar las delicias de las clases más elevadas con la expectativa de incorporarse a sus filas. Esas esperanzas se truncaron, puesto que el castillo fue destruido poco después y presumiblemente fue asesinado. Según Atzbach, este innominado caballero pudo haberse visto involucrado en la lucha sostenida entre la reina Margarita I de Dinamarca y la aristocracia jutlandesa en el contexto del proceso de recentralización del poder llevado a cabo a fines del siglo XIV. No olvidemos que esta impresionante monarca fue la responsable de la Unión de Kalmar, es decir, la unión dinástica en su misma persona de toda Escandinavia. Como se dice en «Barry Lindon», la mejor película sobre advenedizos de la historia, «es evidente que esa vida, con todo su esplendor, no carecía de dificultades ni peligros».