Historia

Bayonetas en Oriente. España a la conquista de Cochinchina

El martirio de misioneros en Vietnam dio a Francia la excusa que buscaba para forjar un imperio asiático. España, desde las Filipinas, se sumó a la incierta empresa

Este grabado recoge el asalto a la fortaleza de Saigón por las tropas franco-españolas el 17 de febrero de 1859
Este grabado recoge el asalto a la fortaleza de Saigón por las tropas franco-españolas el 17 de febrero de 1859larazonArchivo

En 1858, la Francia de Napoleón III, animada por la fácil victoria de la alianza franco-británica sobre China en la fase inicial de la Segunda Guerra del Opio, emprendió la conquista de Anam. Regido por el emperador Tu Duc, dicho Estado, que se superpone en gran medida con el actual Vietnam, se negaba a comerciar con el exterior y perseguía sin remisión a los cristianos, a los que acusaba de apoyar a sus rivales internos. La ejecución de varios misioneros dio a Francia la excusa perfecta para afirmar su presencia en el sudeste asiático, donde ya el Reino Unido, los Países Bajos y España contaban con extensos y ricos territorios. Precisamente, varios de los frailes martirizados por órdenes de Tu Duc eran españoles, y fue desde Manila, capital de la capitanía general de Filipinas, donde las noticias de la persecución llegaron a París y Madrid. El Gobierno de Leopoldo O’Donnell, deseoso de que España fuese reconocida como gran potencia, se dejó convencer por Francia para sumarse, sin una perspectiva estratégica clara, a la campaña contra los anamitas. Empezó así una ardua empresa en la que los expedicionarios se adentrarían en una región de la que muy poco conocían, surcada por un sinfín de ríos, con selvas frondosas e inmensas extensiones de pantanos y arrozales.

La inicial campaña sobre Hué, la capital imperial de Anam, fracasó rápidamente al no lograr los franco-españoles adentrarse en el país desde la bahía de Turón, actual Da Nang, donde las tropas de Tu Duc los asediaron desde detrás de extensas líneas de fortificaciones, al tiempo que el calor y las enfermedades tropicales mermaban sus filas. El estancamiento de la campaña llevó al jefe del contingente aliado, el almirante Rigault de Genouilly, a desviar la atención sobre Saigón, en la provincia meridional de Cochinchina. Fue allí donde se concentraron los esfuerzos franceses de conquista y donde las tropas españolas, compuestas –oficiales y suboficiales al margen– por aguerridos y resistentes soldados tagalos, demostraron su pericia en la lucha contra las tropas de Tu Duc. El 17 de febrero de 1859, tras remontar el río de Saigón y capturar los múltiples fuertes que defendían su curso, los expedicionarios se presentaron ante la ciudad y tomaron por asalto su ciudadela. Los soldados anamitas se defendieron con coraje al principio, pero poco pudieron hacer ante las bayonetas de sus adversarios y acabaron batiéndose en retirada fuera del recinto. Al poco rato, las banderas española y francesa ondeaban en lo alto del muro.

La reanudación de la Segunda Guerra del Opio contra China detuvo la campaña aliada, pues los franceses debieron reducir su contingente al mínimo. A su vez, el Gobierno de Madrid, carente de una política clara, y con la abierta oposición del capitán general de Filipinas a la campaña en Cochinchina –que detraía valiosos recursos de la lucha contra los piratas moros de Mindanao y Joló–, supeditó su política a la de Francia, que despachó de regreso a Manila al grueso del contingente. Aun así, los hispanofilipinos, liderados por el coronel Carlos Palanca, probaron una vez más su pericia en la defensa de Saigón frente al asedio del ejército de Tu Duc y lideraron la acometida que, el 25 de febrero de 1861, en la batalla de Ki Hoa, expulsó a los vietnamitas de los alrededores de la capital cochinchina.

La fase más ardua

Empezó entonces la fase más ardua de la campaña, una vez dispersadas las tropas regulares anamitas, pues la ocupación francesa de la región distaba de estar asegurada e inmediatamente se propagó por toda la Baja Cochinchina una insurgencia generalizada contra los occidentales. El control de los expedicionarios se reducía a las pocas ciudades que habían ocupado y a los ríos que sus buques de guerra podían remontar. Para dominar el interior se despacharon columnas mixtas que recorrieron toda la región en aras de dispersar las fuerzas rebeldes y destruir las fortificaciones que levantaban por doquier. Palanca y sus tagalos marchaban con frecuencia en vanguardia. A la postre, aunque los franco-españoles y Tu Duc firmaron la paz el 10 de junio de 1862, tuvieron que pasar varios años antes de que los franceses pacificasen por completo su recién adquirida provincia. Las ganancias españolas fueron escasas, más allá del prestigio de sus tropas. Con todo, la expedición de Cochinchina constituye uno de los episodios más atractivos de la historia de las campañas militares españolas de la época.