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Anécdotas de la Historia
Las cartas de Franco y Carrero sobre el Valle de los Caídos
Como atestiguan los documentos, la decisión de levantar este monumento se tomó por decreto el 1 de abril de 1939

La Historia, con mayúscula, se escribe con documentos. Dos años y medio antes del segundo traslado de los restos de José Antonio Primo de Rivera desde El Escorial hasta el Valle de los Caídos, el entonces ministro de la Presidencia del Gobierno, Luis Carrero Blanco, escribió al abad fray Justo Pérez de Urbel una desconocida carta. Fechada el 21 de noviembre de 1956, además de recordarle en ella la decisión tomada por decreto el 1 de abril de 1939 de levantar «un grandioso monumento que perpetuase la memoria de todos los Caídos», le transmitía la idea de Franco de instalar allí una comunidad benedictina para «custodiar y dar vida al monumento».
Conservada en el Archivo de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, vale la pena reproducir ahora esta epístola: «No ignora V.P.R. cómo por Decreto del 1 de abril de 1939 se dispuso la construcción de un grandioso monumento que perpetuase la memoria de todos los Caídos durante la Cruzada de la Liberación de nuestra Patria. Concluidas ya en su mayor parte las obras y, dispuesta la Iglesia para el culto, se hace necesario la colaboración en inteligencia con una entidad religiosa que, además de honrar a Dios lo más dignamente posible, en memoria y en sufragio de cuantos dieron su vida por España y atraer de este modo las bendiciones divinas sobre nuestra Patria y sobre todo el mundo, quede encargada de custodiar y de dar vida al monumento y con el ejemplo de su estudio y trabajo y por todos los medios que, sin salirse de su Regla, estuvieren a su alcance, laboren por el conocimiento e implantación de la verdadera justicia social en España».
Carrero añadía en su carta: «S.E. el Jefe del Estado Español ha pensado que la ilustre Abadía Benedictina de Santo Domingo de Silos, a la que V.P.R preside actualmente y que en los siglos medios tanta influencia tuvo en la formación de Castilla y de la España cristiana y que en este mismo siglo ya ha conseguido crear nuevos centros de oración y trabajo, no sólo en España sino hasta en Hispanoamérica, era una de las más indicadas para el logro de los elevados fines que con la nueva fundación se pretenden. Todo lo cual expuesto, ruego a V.P.R. que, habidas con su Consejo y Capítulo las oportunas deliberaciones, y cumplidos los demás trámites canónicos necesarios, se sirva aceptar esta nueva fundación para mayor servicio de Dios y de la Patria y nueva gloria de su ilustre Abadía», subraya.
Votación favorable
Huelga decir que el resultado de la votación capitular fue favorable a la fundación de una Abadía benedictina en el Valle de los Caídos, donde se inhumaron entonces los restos de José Antonio hasta su traslado definitivo en 2023. El 7 de marzo de 1959, Franco había dirigido otra misiva a los hermanos del difunto: «Queridos Pilar y Miguel: Terminada la grandiosa Basílica del Valle de los Caídos, levantada para acoger a los héroes y mártires de nuestra Cruzada, se nos ofrece como el lugar más adecuado para que en ella reciban sepultura los restos de vuestro hermano José Antonio, en el lugar preferente que le corresponde entre nuestros gloriosos Caídos. Aunque su señera y trascendente figura pertenece ya a la Historia y al Movimiento, al que tan generosamente se entregó, siendo sus dos hermanos sus más inmediatos allegados, es natural que seáis vosotros los que deis vuestra conformidad para el traslado de los restos, que reposarán allí en la misma forma y disposición que hasta hoy han tenido en el Monasterio del Escorial. Este es el objeto de esta carta, ya que se aproxima el primero de abril, señalado para la inauguración del Monumento».
Y cuatro días más tarde, el 11 de marzo, Pilar y Miguel Primo de Rivera respondieron complacidos a Franco con esta otra carta: «Nuestro respetado General: Tanto Pilar como yo agradecemos en todo su valor vuestra carta, que viene a mostrarnos hasta qué punto guardáis sincero y profundo cariño y respeto a la persona y a la obra de nuestro hermano José Antonio. Levantada, como decís, la Basílica del Valle de los Caídos para acoger a los héroes y los mártires de nuestra Cruzada, nos parece justo y nos honra vuestro designio de depositar en ella los restos mortales de nuestro hermano. Creemos interpretar así el deseo de José Antonio de reposar junto a sus camaradas, y que ese mismo es el sentir de la Falange, que bajo la jefatura de V.E. tan leal sigue a su memoria».
Las quejas de Serrano Suñer
Dos meses después del traslado de los restos, el 5 de mayo, Ramón Serrano Suñer contestó a una carta de Pilar y Miguel quejándose, con disgusto y sorpresa, de que nadie le hubiese incluido en los turnos para portar a hombros el féretro de José Antonio.
La curiosa y desconocida epístola dice así: «(Lo único que no me pareció bien –así lo he manifestado sin rodeos– es que los organizadores no me incluyeron en ninguno de los turnos establecidos para llevarlo sobre mi hombro; claro que no importó para que lo llevara, porque en la misma basílica gentes delicadas realizaron en justicia el sacrificio de cederme su puesto, y así me evitaron el que yo mismo me lo tomara...). Tú sabes qué cierta y constante –cuán por encima de toda contingencia alguna personalmente penosa– es mi devoción por todo cuanto a José se refiere, y mi cariñosa amistad con vosotros».
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