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Edad Antigua

Evidencias arqueológicas desvelan que Pompeya estuvo habitada tras la erupción del Vesubio

Situada en la actual región italiana de Campania, esta ciudad vivió en el siglo I d.C. una de las catástrofes más recordadas de la Edad Antigua

Ruinas de Pompeya; el monte Vesubio se impone al fondo del paisaje
Ruinas de Pompeya; el monte Vesubio se impone al fondo del paisajePixabay

Paseando por sus ruinas, uno es capaz de transportarse a otra época, en un mundo que solo existe en el recuerdo de quienes se dedican a estudiarlo. La ciudad romana de Pompeya, situada cerca de la actual Nápoles, ha sido durante siglos una joya arqueológica en toda regla. Sepultada bajo ceniza y piedras volcánicas, el asentamiento ha sabido conservarse en unas condiciones impecables.

El monte Vesubio, responsable de esta catástrofe, protagonizó en el año 79 d.C. una lluvia de piedras pómez y de humo volcánico que acabó con la vida de más de 2.000 personas (un 10% de la población de la ciudad). Y si bien se creía que los supervivientes no volvieron a pisar el que había sido su hogar toda su vida, existen recientes evidencias que apuntan lo contrario.

Una segunda oportunidad

Un equipo de investigadores liderados por Gabriel Zuchtriegel, director del Parque Arqueológico de Pompeya, ha confirmado en un comunicado esta semana que la hipótesis de un retorno por parte de supervivientes a lo que quedaba del asentamiento es más que plausible.

"Gracias a las nuevas excavaciones, ahora tenemos una imagen más clara: la Pompeya posterior al 79 resurge", ha explicado Zuchtriegel. Sin embargo, los arqueólogos han querido especificar que tras el desastre, el municipio no volvió a funcionar como ciudad, sino como "una aglomeración precaria y gris", semejante a una favela o un campamento.

Este asentamiento informal, en pie hasta el siglo V, funcionó sin la infraestructura típica de la ciudad romana. En su lugar, los pompeyanos habitaban los pisos superiores de las casas que aún seguían en pie, dejando la planta baja como bodega improvisada.

Convertida en pleno siglo XXI en una atracción turística, Zuchtriegel explica que se ha tardado en llegar a esta conclusión porque "los débiles rastros de la reocupación del yacimiento fueron literalmente eliminados, y, a menudo, barridos", privándonos por lo tanto durante más de medio milenio de conocer la segunda vida que tuvo lo poco que quedó de la urbe.