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Historia
Gironazo: teoría del franquismo sin Franco
José Antonio Girón quiso ser más franquista que Franco e inentó pasar por la derecha a Arias Navarro, pero la jugada, aunque ruidosa mediáticamente, le salió mal

José Antonio Girón de Velasco quiso «el franquismo sin Franco», Vamos, que la dictadura continuase una vez muerto el Caudillo. Cuando Carrero Blanco fue asesinado por ETA en diciembre de 1973 vio una oportunidad. Planeó ser nombrado vicepresidente del Gobierno, y desde ahí acabar con los reformistas y los tecnócratas que, en su opinión, ponían en peligro la integridad de la dictadura.
Girón no era un cualquiera. Había comenzado su carrera política en la década de 1930, en las filas de las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica, un grupo fascista dirigido por Onésimo Redondo. Antes de 1936 asistió al proceso de unificación del fascismo español, primero en las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS), y después en la Falange de José Antonio Primo de Rivera. Girón destacó por su carácter violento y el manejo de los explosivos que utilizaba para cometer atentados. Participó como falangista en la Guerra Civil en el frente de Madrid, lo que le confirió luego legitimidad entre los ex combatientes. Con la victoria siguió el proyecto de Franco, y participó en la disolución de Falange en el Movimiento Nacional que emprendió otro falangista, José Luis Arrese. Fue recompensado con el ministerio de Trabajo. En 1957, tras una gestión mediocre, fue cesado por Franco de forma inmisericorde. Todavía era Procurador en Cortes y miembro del Consejo Nacional del Movimiento.
Líder del inmovilismo
No contento con esto, Franco le nominó para formar el Consejo del Reino, que era una especie de comisión con la facultad teórica de ofrecer a Franco una terna de presidenciables. Girón montó entonces su campaña. Puso a trabajar a periodistas del Movimiento para forjar la imagen de un falangista puro, guardián de las esencias que motivaron la Guerra Civil y la dictadura. Se convirtió así en el líder del inmovilismo, de los que querían que el franquismo siguiera tras la muerte del dictador. Llegaron a llamarle el «león de Fuengirola» que, lejos de ser el apelativo de un boxeador de segunda, hacía referencia a su lugar de residencia. En esa campaña estuvo la prensa del Movimiento como «Pueblo», «Arriba», «Diario SP», o la «Hoja del Lunes», a los que se sumó «El Alcázar».
Forjada la imagen, Girón se ganó a la camarilla de El Pardo, compuesta, entre otros, por Carmen Polo, y que pretendía influir en un Franco envejecido. El asesinato de Carrero, además, pareció reforzar su postura inmovilista. El búnker dijo entonces que era la hora de endurecer, no de reformar, y que Girón era un hombre al que no le temblaba el pulso para reprimir. El Caudillo se tomó esto como ruido, y designó como presidente del Gobierno a Arias Navarro, que se las daba de reformista. Girón quiso el cargo de vicepresidente. Cuando el nuevo presidente lo supo, dijo que no quería ser una «marioneta» del falangista y le dio con la puerta en las narices. Aquella fue la primera afrenta, porque días después Arias encargó a Girón, entre otros, el borrador del discurso de presentación de su Gobierno. Estuvo dos noches sin dormir, el pobre, para que luego Arias no usara ni una de sus frases en el discurso que fue conocido como «el espíritu del 12 de febrero» de 1974, que anunciaba reformas.
Aquello colmó la paciencia de Girón. Era la hora de vengarse. La ocasión la ofreció la Revolución en Portugal dos meses después. Había caído la dictadura «hermana» por abrir la mano para emprender reformas, mostrando así debilidad y falta de fe. Girón vio ahí la oportunidad para derribar a Arias diciendo que su política llevaba a España a la revolución, como en el país vecino. El 27 de abril de 1974 telefoneó al director de «Arriba», Antonio Izquierdo. Le anunció que a la una de la tarde iba a dictar por teléfono a su secretaria un artículo que quería fuera publicado inmediatamente. Mintió al decir que había sido autorizado por Arias.
Ataque a la reforma
El 28 de abril salió el diario «Arriba» con una gran foto de Girón haciendo una «Declaración». La frase de portada era: «Se pretende que los españoles pierdan la fe en Franco y en la Revolución Nacional». Era un ataque al reformismo y Arias, al que se tenía por traidor, que permitía que la prensa no respetara la figura de Franco. El reformismo, decía, era para los «fariseos de la libertad», similares a «los gemidos balbucientes de las Cortes de Cádiz».
La prensa que no era del Movimiento lo llamó el «gironazo». Sin embargo, en lugar de debilitar a Arias, lo reforzó. Al ser atacado por el búnker pareció más reformista de lo que era. José Oneto, entonces periodista de «Cambio 16», escribió que cargaron las tintas a favor de Arias solo para hacer daño al régimen. El «gironazo» fue finalmente un tiro por la culata que quedó como una anécdota de la Historia.
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