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La mujer de las nieves: Josephine Diebitsch Peary, exploradora del Polo Norte

La Prensa dudó de sus investigaciones y después la llamaron «la viuda del explorador del Polo Norte», pero la exploradora, en realidad, era ella
Josephine Diebitsch Peary sostiene a su hija envuelta en la bandera estadounidense
Josephine Diebitsch Peary sostiene a su hija envuelta en la bandera estadounidenseLa Razón
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El cambio climático nos advierte sobre las consecuencias perjudiciales tanto para el medio ambiente como para la salud humana derivadas de las drásticas fluctuaciones de temperatura. En verano, las actividades cotidianas, como salir a la calle o dar paseos, a menudo se vuelven casi imposibles. Sin embargo, ¿se imagina vivir en un eterno invierno, con un entorno perpetuamente helado, coexistir con los inuit y hasta dar a luz en un glaciar? La historia de esta semana la protagoniza Josephine Cecilia Diebitsch Peary (1863-1955), la primera exploradora (blanca) en llegar a tierra incógnita. Realizó seis expediciones al Polo Norte, escribió tres libros y contribuyó significativamente al desarrollo de la etnografía ártica, convirtiéndose así en un ejemplo destacado en la desafiante empresa de las legendarias expediciones árticas.
Nació el 22 de mayo de 1863 en Maryland, siendo hija de padres prusianos. Se formó en el Spencerian Business College, graduándose como la mejor de su promoción en 1880. Cinco años más tarde, mientras asistía a una escuela de baile, conoció a Robert Peary, con quien se casaría en 1888. Quién hubiera imaginado que unos pasos de baile la llevarían a convertirse en una de las principales impulsoras de las expediciones al Polo Norte. Como era costumbre en la época, una vez casada, las mujeres debían dejar su trabajo para dedicarse a las tareas del hogar. Sin embargo, aunque Josephine dejó su trabajo, no era una mujer convencional. Albergaba un deseo irrefrenable de explorar el mundo.
Dos años más tarde, en 1891, Josephine partió con Robert a la primera de sus seis expediciones al Ártico. Sus compañeros masculinos veían con recelo su presencia, ya que consideraban que el inhóspito entorno no era lugar para una mujer. Sin embargo, ella persistió. Gracias a esta expedición se reveló que Groenlandia no formaba parte del continente, sino que era una isla. Si el lector es habitual de esta sección, no le sorprenderá que se cuestionaran sus logros. Incluso después de haber escrito «Diario ártico. Un año entre los hielos y los inuit», la prensa y los expertos creyeron que era una recopilación de las anécdotas de su marido en la expedición ártica en 1891-1892 y que ella, en realidad, jamás había abandonado el calor de su hogar en Maine. Esta suposición era totalmente falsa, ya que las aventuras que cuenta están impregnadas de una sensibilidad genuina.
Josephine Diebitsch, junto a su hija
Josephine Diebitsch, junto a su hijaLa Razón
Josephine relata las costumbres de los inuit, habitantes de la tundra ártica del norte de Alaska, Canadá y Groenlandia. Describe cómo las mujeres inuit eran marineras y viajaban a la «tierra del hombre blanco» para abastecer a su comunidad, pero también practicaban el infanticidio cuando un niño nacía con alguna enfermedad. Gracias a esta narración etnográfica, el mundo conoció que la caza de focas, los osos polares y la pesca son esenciales para los inuit, que los perros de trineo (qamutik) son venerados y que el transcurso de los días se denomina «sueños».
[[H2:«El bebé de hielo»]]
Además, Josephine narra en detalle cómo los inuit ayudaron a su expedición a explorar la «isla meteorito», una mole gigante ubicada en Groenlandia que es el origen de un relato dentro de la mitología inuit sobre la creación. Este meteorito de hierro fue utilizado como recurso primario por aquel pueblo para la fabricación de flechas y cuchillos para la caza, hasta que el esposo de Josephine se lo llevó y lo vendió al Museo Americano de Historia Natural en 1883.
Su hija, Marie Ahnighito Peary, nació en el Polo Norte en 1893, a menos treinta grados bajo cero. Marie fue apodada por los inuit «el bebé de hielo» (de ahí el título de su segundo libro y su nombre de pila, Ahnighito, un término inuit). La primera vez que Josephine sacó a su hija a dar un paseo la envolvió con una bandera estadounidense para preservar su calor en vez de para marcar tierra americana, mientras esperaba que las mujeres inuit confeccionaran un traje de pieles para proteger a la pequeña del frío. Josephine tuvo otro hijo posteriormente, y ambos se convirtieron en exploradores del Ártico.
A pesar de que Robert contrajo un segundo matrimonio con una mujer inuit y tuvo dos hijos más sin que Josephine lo supiera, permanecieron juntos. Regresaron a Maine, donde Josephine falleció a la edad de 92 años, reclusa en su hogar tras sufrir una fractura de cadera en 1954. Ojalá que esta pieza y otras que vengan contribuyan a que se deje de referir a Josephine como «la viuda del descubridor del Polo Norte» y comience a reconocerse su propia trayectoria como «una exploradora del Ártico por méritos propios».

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