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HISTORIA

El sitio de Breda, la mayor victoria de Ambrosio Spínola

Se cumplen 400 años de la célebre rendición inmortalizada por Velázquez, cuyo asedio, de más de nueve meses de duración, fue uno de los más largos e importantes de la Guerra de Flandes

Isabel Clara Eugenia en el Sitio de Breda, de Peter Snayers
Isabel Clara Eugenia en el Sitio de Breda, de Peter SnayersMuseo del Prado

Verano de 1624. El Ejército de Flandes, dirigido por Ambrosio Spínola, conquistador de innumerables plazas, inicia su avance sobre Breda. Propiedad personal de la casa de Orange y joya de las Provincias Unidas, es una de las plazas fuertes más inexpugnables de Europa, fortificada a conciencia tras su toma por los holandeses en 1590. Spínola, que en 1622 fracasó ante Bergen op Zoom, sabe que su reputación y la de su rey, Felipe IV, están en juego. Las armas españolas en Flandes se enfrentan a uno de sus mayores desafíos: rendir una fortaleza bien defendida, en cuyo auxilio el príncipe y estatúder Mauricio de Nassau no escatimará medios, al tiempo que debe sustentar con alimentos, municiones y dinero a los más de cuarenta mil hombres que cercan una plaza alejada de las líneas españolas. En Londres y París, los enemigos de la monarquía católica aprestan tropas para auxiliar a las Provincias Unidas... Este año se cumple el 400 aniversario de la conclusión de uno de los mayores y más de importantes asedios de la Guerra de Flandes, de huella indeleble en nuestra cultura merced a los pinceles de Velázquez y la pluma de Calderón.

Retrato de Ambrosio Spínola (1609), óleo sobre lienzo de Michiel Janszoon van Mierevelt (1566-1641), Rijksmuseum, Ámsterdam
Retrato de Ambrosio Spínola (1609), óleo sobre lienzo de Michiel Janszoon van Mierevelt (1566-1641), Rijksmuseum, Ámsterdamlarazon

El asedio comenzó el 27 de agosto de 1624 y se prolongó hasta el 5 de junio de 1625. Para la mayoría de los miles de hombres –y mujeres– que abarrotaban los campamentos del ejército sitiador dispuestos alrededor de la plaza, el cerco consistió en una tensa espera en la que el frío, la lluvia, el viento, las inundaciones, el barro y el hambre fueron compañeros habituales. Los hombres se mantuvieron ocupados al principio con la pala y el azadón en las gigantescas obras de circunvalación, que supusieron la construcción de un perímetro fortificado de más de 40 kilómetros alrededor de Breda, así como de vastos campamentos militares e imponentes obras hidráulicas. El propio Spínola dirigió las obras con energía y, en palabras de su confesor, el jesuita Herman Hugo, autor de la crónica oficial del asedio: «Con esta diligencia se vinieron a acabar, con no ser los soldados muchos, en diez y siete días dos trincheras de tal grandeza con tantos fuertes y reductos».

No fue solamente cosa de la tropa, pues contribuyeron a ello, según el jesuita, «el concurso de la nobleza principal, que venía a instruirse en las artes de la milicia, y el ejemplo de no pocos príncipes que, incitados de la fama de esta guerra, sentaron plaza de soldados ordinarios, sacando céspedes y llevando fagina». Entre tanto, según el capitán italiano Pietro Francesco Pieri, autor de un prolijo diario del cerco: «Los cañones de Breda iban jugando a la gallarda, no sin daño del cuartel de S. E. y del puesto de don Francisco de Medina». Pero una vez que las obras hubieron concluido, llegó la espera, solo interrumpida por ocasionales salidas de la guarnición, la última de las cuales se produjo el 17 de febrero de 1625. Los días iban pasando para los sitiadores entre las patrullas, las guardias, el descanso y el ocio en los campamentos. Breda seguía siempre allí, a menos de un kilómetro de las trincheras más avanzadas, impávida y silenciosa.

Cuadro de “La rendición de Breda” o “Las lanzas”, de Velázquez
Cuadro de “La rendición de Breda” o “Las lanzas”, de Velázquezlarazon

Miles de carros y convoyes

Mientras, afluían al asedio ingentes cantidades suministros bajo fuertes escoltas de caballería e infantería. Leemos en una relación del sitio que «todo ha venido en 2.000 carros y 31 convoyes que se han hecho en este tiempo; además de esto han venido infinitos carros de municiones de guerra. De vivanderos y mercaderes habrán venido más de 3.000 carros cargados al ejército». A la postre, la estrategia de Spínola fructificó y Breda se rindió. El 5 de junio se produjo la salida de la guarnición, y los hombres que la había asediado durante nueve meses pudieron comprobar que aquella era, en palabras de Hugo, una «gentil tropa, en verdad, ahora se considerasen las personas o las armas, que resplandecían más que las de los nuestros, porque estuvieron mejor y más largamente alojados y a mejor fuego, y no les había faltado pan hasta el día que salieron».

El 20 de junio de 1625, un caballero español del séquito de la infanta Isabel Clara Eugenia, gobernadora de los Países Bajos en nombre de Felipe IV, su sobrino, concluía, admirado, desde la propia Breda, una carta con estas palabras: «A Dios sean dadas gracias, que cierto, cada día parece más milagro haber tomado esta ciudad tan bella, fuerte y gentil, que su castillo y jardín es cosa real, y S. A. estaría de mejor gana aquí que en el país de Bruselas».