Vidas extraordinarias
La vida imposible de Vadomario: ¿estratega, impostor o espectro del Imperio romano?
En el siglo IV un hombre logró algo casi imposible: traicionar a emperadores romanos y seguir vivo para contarlo.
Melena oscura, mirada incisiva, porte de líder natural... Vadomario —también conocido como Valdomar en algunas crónicas— parecía tener un pie en cada mundo que tocaba. Germano de nacimiento, romano por conveniencia, fue aliado, amigo y enemigo de emperadores. Su vida se puede leer como un thriller histórico donde lo extraordinario no es solo su habilidad militar, sino su capacidad sobrenatural de desaparecer y reaparecer en lugares estratégicos, siempre justo cuando la historia lo necesitaba.
Conocemos la vida de Vadomario gracias a las «Res Gestae» del historiador romano Amiano Marcelino, quien lo describe con una mezcla de admiración y desconfianza. Vadomario nació alrededor del año 320 en territorio alamán, una confederación de tribus germanas asentadas al sur del Rin que estuvo en constante conflicto con los romanos.
Su primer gran acto de notoriedad llegó cuando lideró incursiones junto a su hermano Gundomado contra el Imperio romano de occidente, específicamente contra las tropas del emperador Constancio II (337-361). Tras ser derrotado, Vadomario demostró la primera de sus grandes habilidades: saber cuándo cambiar de bando. Pactó con Constancio II y se convirtió en «foederatus», un aliado oficial de Roma.
Pero Vadomario no era un jefe tribal cualquiera. Negociaba con generales romanos, cambiaba de lealtad cuando convenía y utilizaba la amenaza militar como una forma sofisticada de diplomacia. Para muchos contemporáneos era un traidor; para otros, un genio táctico que había aprendido a navegar las aguas turbulentas de la política imperial. La jugada más arriesgada de Vadomario llegó cuando el césar Juliano —futuro emperador y conocido como «el Apóstata»— fue enviado a defender la Galia. Constancio II, receloso del creciente prestigio de su primo, orquestó una maniobra que convertiría a Vadomario en pieza clave de una conspiración imperial.
Según Amiano Marcelino, Constancio escribió en secreto a Vadomario —ya proclamado «rex» de los alamanes— ordenándole lanzar incursiones ocasionales contra territorios romanos al otro lado del Rin. El objetivo era mantener ocupado a Juliano en la defensa de la Galia y evitar que marchara hacia el este para desafiar al propio Constancio II. Vadomario aceptó este peligroso doble juego: oficialmente era aliado de Roma, pero en secreto hostigaba las fronteras para servir los intereses particulares de un emperador contra otro.
La estrategia funcionó durante años. Vadomario atacaba selectivamente, siempre con la intensidad justa para parecer amenazante pero sin provocar una respuesta devastadora. Sin embargo, en el año 361, un mensajero fue interceptado por las fuerzas de Juliano, revelando la correspondencia secreta. Lejos de huir, Vadomario demostró una confianza casi suicida en su capacidad de manipulación. Cuando Juliano lo invitó a un banquete en su campamento del Rin, el rey alamán asistió creyendo que podría controlar la situación. Fue arrestado inmediatamente y exiliado a Hispania en 361.
Para cualquier otro, el exilio habría significado el final. Para Vadomario, fue apenas un cambio de escenario. En Hispania no solo sobrevivió, sino que prosperó. Bajo el emperador Joviano, sucesor de Juliano, fue nombrado «Dux Phoenices» —comandante militar de la provincia de Fenicia, en el actual Líbano—. Aunque fue destituido del cargo por «falta de sinceridad» —un eufemismo diplomático que sugiere más maniobras cuestionables—, Vadomario siguió reinventándose. En 365-366 reapareció luchando a favor del emperador Valente contra el usurpador Procopio, demostrando una vez más su habilidad para elegir el bando ganador.
Pero su reaparición más misteriosa llegó en 373, cuando surgió defendiendo Armenia contra los persas sasánidas, a miles de kilómetros de cualquier lugar donde se le hubiera visto antes. Nadie explicó cómo había llegado hasta allí, con qué recursos contaba o bajo qué autoridad actuaba. Esta aparición fantasmagórica consolidó su reputación como una especie de «trickster» histórico: un hombre capaz de cruzar todo el Mediterráneo sin perder su identidad, o quizá reinventándola constantemente, teniendo una habilidad asombrosa para cambiar de lealtad sin que su prestigio se desplome del todo.
Vadomario fue al mismo tiempo pieza menor y actor decisivo, peón, alfil y quizá hasta jugador oculto de la partida. Nunca estuvo en un solo lugar ni en un solo bando, y esa es precisamente la razón por la que seguramente sea un retrato de muchos hombres que fueron capaces de desaparecer y reaparecer justo cuando la historia los llamaba, aunque nadie entendiera por qué.