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Contracultura

"Hollywoke", el día que el cine se vendió al buenismo

Christian Toto se ha convertido en un "guerrero cultural" obsesionado con "la defensa de la libertad creativa", como denuncia en un libro enfocado en una industria cinematográfica en la que abunda la hipocresía

John Travolta y Samuel L. Jackson en "Pulp fiction", de Quentin Tarantino
De "Pulp Fiction" se ha criticado la ausencia de mujeres y el uso excesivo de la palabra "negrata"larazon

Si tienes endiosados a los actores de Hollywood es mejor que no sigas leyendo. Ojo, «spoiler»: la mayoría son unos hipócritas y cobardes, rendidos por dinero a la cancelación «woke» y a su mafia. Vayan unos ejemplos. Natalie Portman («Star Wars», «Black Swan», o «Thor») reescribe los cuentos infantiles clásicos cambiando el sexo para que los niños «desafíen los estereotipos de género», según dijo. Ewan McGregor («Trainspotting», «Obi-Wan Kenobi») afirmó estar muy orgulloso de ser el personaje «misógino» al que apalean mujeres en «Aves de presa» porque las féminas «aguantan a los hombres a diario». Tom Holland, heterosexual blanco, intérprete de Spiderman, declaró al «Sunday Times» que Marvel necesita ser más «inclusivo en el frente LGTB» y que los superhéroes reflejaran esa variedad. Lo han hecho, y el desastre en taquilla ha sido grande porque aburren los guiones sometidos a las exigencias del adoctrinamiento «woke». La clave de este estropicio es el sindicato cultural del «wokismo», que permite trabajar o lo impide. Han impuesto un código de tribu en el lenguaje, los estereotipos y el comportamiento que es aceptado y reproducido por las estrellas de Hollywood y las plataformas de «streaming» como Netflix.

Si usted se pregunta por la sobreabundancia en las pantallas de mujeres empoderadas, o de negros, esta es la explicación. Es la respuesta a por qué esas cintas y series son escritas y dirigidas por alguien del mismo grupo sexual o racial que quien la protagoniza. Ya no se trata solo de entretener para hacer caja, sino fundamentalmente de adoctrinar.

Todo esto lo cuenta Christian Toto, norteamericano, crítico de cine en varios medios, y fundador de la web «Hollywood in Toto» y de un podcast con el mismo nombre que tiene una audiencia millonaria en Estados Unidos. Sufrió la censura por sus ideas y desde entonces, según dice, se ha convertido en un «guerrero cultural accidental» obsesionado «por la defensa de la libertad creativa». Y no deja títere «woke» con cabeza. Ahora sus denuncias se pueden leer en España gracias a la edición en castellano de «Hollywoke. Cómo Hollywood vendió su alma con el cine buenista» (Rialp, 2024).

Natalie Portman reescribe los cuentos para “desafiar los estereotipos de género”

El libro de Christian Toto es para temblar después de haber reído, para pasarse a la lectura frenética de los clásicos y anular la suscripción a las plataformas, o para volver al cine previo a la era «woke». El autor describe primero lo que llama «postureo virtuoso», que consiste en cumplir públicamente con los dogmas «woke», y renegar de todo aquello que se hizo en el pasado que hoy sea censurable. Un ejemplo, el cómico Jonah Hill, el amigo de Dicaprio en «El lobo de Wall Street» (2013), pidió perdón por la «masculinidad tóxica» de «Supersalidos» (2007), el éxito que lo catapultó. En aquel entonces la cinta fue elogiada por las revistas «Rolling Stone» y «Newsweek», o el «New York Times», todas progresistas, y aquí por el «El País». Hoy es catalogada de sexista, lo que ha provocado que Hill pida perdón.

Las disculpas están a la orden del día. Scarlett Johansson fue contratada para interpretar a un personaje trans. La reacción de la comunidad LGTB fue furibunda, cuenta Christian Toto, porque dijeron era intolerable que una mujer cisgénero (no trans) interpretara a una trans. La actriz renunció y pidió perdón por el atrevimiento. Esto ocurrió en 2019. Al año siguiente le pasó lo mismo a Halle Berry, que acabó excusándose y prometiendo ser una «aliada» en la inclusión. La censura solo se aplica a los actores, guionistas y demás que no son de izquierdas, dice Christian Toto. En esto hay una doble moral. Alec Baldwin, Tom Arnold o Johnny Depp pueden decir y hacer cualquier cosa porque su militancia progre les hace inmunes a las críticas.

Al vivir en el imperio de la sensibilidad, dice Toto, el mundo del cine nos trata como a seres indefensos, y rotulan advertencias sobre los contenidos de películas y series. Los productores no quieren problemas ni campañas en las redes contra el prestigio de sus empresas, así que ceden. Esto ha llevado a la cancelación de clásicos del cine. La primera fue «Lo que el viento se llevó» (1939) por racismo, y luego «Centauros del desierto» (1956), la magistral obra de John Ford, porque John Wayne es racista y los indios están estereotipados.

Tom Holland declaró que Marvel necesita ser más “inclusivo en el frente LGTB”

También se ha elaborado una lista de películas que hoy no podrían hacerse, que encabeza «La vida de Brian» (1979), por bromear con las mujeres no biológicas, «Aterriza como puedas» (1980) o «Sillas de montar calientes» (1974), de Mel Brooks. Por supuesto, la cancelación «woke» ha prohibido en algunos lugares la exhibición, por ejemplo, de «Poli de guardería» (2000), protagonizada por Schwarzeneger, porque la aparición de un policía en una escuela «traumatiza» a los niños. Lo mismo le ha ocurrido a «Forrest Gump» (1994) por considerarse hostil a los activistas de izquierdas e insensible a los discapacitados. Hoy no se toleraría que Tom Hanks interpretara a un discapacitado sin serlo. «El silencio de los corderos» (1991), donde Anthony Hopkins dio vida a Hannibal Lecter, no se filmaría por «transfóbica», ni «Pulp Fiction» (1994) porque no hay mujeres y se usa mucho la palabra «negrata».

Hay esperanza. Quentin Tarantino rodó «Érase una vez en Hollywood» (2019) donde no hay negros, y dos blancos heterosexuales –Dicaprio y Brad Pitt– atizan a un oriental –supuestamente Bruce Lee–, tratan con desdén a los hispanos, que tienen oficios manuales, y desprecian y matan hippies. A esto se unen algunos cómicos como Ricky Gervais, que jamás pide perdón por nada, Dave Chappelle, que hace bromas sobre el mundo trans y las razas, o Bill Burr, que se ríe de todo sin reparos.

El problema es el recorte de la libertad por un sinsentido dictatorial como la cultura «woke». Esta censura ha pasado a las producciones del resto del planeta, donde la militancia izquierdista del mundo del cine es igual de intensa y pesada. Las imposiciones ideológicas, cuenta Christian Toto, están degradando la producción artística y apartando talento. Así, lo que en un principio era justo, la inclusión de minorías, se ha convertido en su dictadura. Es una enfermedad que se ha contagiado a todos los ámbitos de la producción artística, y de la que todos somos cómplices aunque sea de forma indirecta. La pregunta en el aire es: ¿Cuántas obras de arte estamos perdiendo por la censura «woke»?

"TEST DE BECHDEL" O LA PRUEBA DE LA "VERDAD" "WOKE"

►Lo más probable es que usted no haya oído hablar del «Test de Bechdel». Es una prueba a la que se someten los guiones para producciones de cine y series de televisión. La idea parte de una tira de Alison Bechdel, dibujante de cómics que se define como feminista y lesbiana. Un día dibujó una tira en la que dos personajes –también feministas y lesbianas– decían que nunca veían una película si no aparecían más dos mujeres y no hablaban de hombres. Solo era un chiste, nada más, pero ahora se usa para analizar la «brecha de género». Los tres requisitos de los censores «woke» para que un producto tenga financiación es que salgan dos personajes femeninos con nombre, que hablen entre ellas de algo relevante para la trama y que no sea sobre un hombre. Esto sirve para demonizar cintas clásicas que son señaladas como prueba de la supuesta invisibilización femenina y candidatas a un «remake» «woke»: «Desayuno con diamantes», «Vértigo», «El Padrino I», «Regreso al futuro», «Indiana Jones», «Gladiator», «Toy Story», «Avatar», «Piratas del Caribe», «Los Vengadores» o «El señor de los anillos». En este último caso se hizo una versión «woke» para televisión llamada «Los anillos del poder», con protagonista femenina y personajes negros, una manipulación que ha decepcionado a los millones de admiradores del mundo de Tolkien. También se hizo con «Los cazafantasmas» (1984), que hoy no pasa el test de Bechdel. En 2016 se hizo un «remake» con cuatro mujeres protagonistas y un hombre objeto sexualizado –Chris Hemsworth (Thor)–, pero fracasó en taquilla. La directora culpó a un «montón de tíos muy enfadados y ruidosos» que apoyaban a Trump, porque el «woke» nunca se responsabiliza de un error.