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Descubrimiento

El hombre que encontró las reliquias de Sor Patrocinio, la monja de las llagas

El historiador Javier Paredes presenta un libro que contiene medio centenar de láminas sobre los descubrimientos realizados sobre esta religiosa en proceso de beatificación

Javier Paredes, historiador, y los paños de Sor Patrocinio
Javier Paredes, historiador, y los paños de Sor PatrocinioArchivoLa Razón

Su nombre de bautismo era María Josefa de los Dolores Anastasia de Quiroga Capopardo (San Clemente, Cuenca, 1811-Guadalajara, 1891), pero pasaría a la historia como «la monja de las llagas» por los estigmas que presentó durante buena parte de su vida. Fue una religiosa concepcionista, que tuvo una gran presencia en la vida española durante la segunda mitad del siglo XIX. Amiga de la reina Isabel II y de su esposo Francisco de Asís, fue vilipendiada por mentirosa, procesada judicialmente por impostura y acusada de apoyar la causa carlista por lo que se dictó sentencia condenatoria contra ella que la desterró de la Corte. El catedrático de Historia Contemporánea, Javier Paredes, que lleva cuarenta años investigando su figura y ha participado en su proceso de beatificación, comenzado en 1907, ha publicado «Las llagas de Sor Patrocinio» (Editorial San Román), la primera gran monografía sobre el aspecto más polémico e importante de la vida de la monja: las llagas. En él describe y analiza todo el proceso de los estigmas de Sor Patrocinio, que es el único caso conocido que haya tenido todos los de la Pasión de Cristo, en los pies, las manos, costado y cabeza. El libro contiene un importante apartado gráfico con 43 fotografías de sus reliquias procedentes del convento de Cristobaldegui de San Sebastián, una gran cantidad de mitones, escarpines, tocas, vendas y paños que usaba para empapar la sangre, verdaderos negativos fotográficos de sus heridas. En 308 páginas, Paredes cuenta toda su historia, desde el día en que fue estigmatizada, hasta la fecha de su muerte, en la que al amortajarla, las hijas besaron devotamente sus llagas.

El profesor se encontró por primera vez con la figura de sor Patrocinio haciendo su tesis doctoral sobre Pascual Madoz. «Me llamó la atención que se decían cosas de ella que no me encajaban, las burdas mentiras que se escribían y me propuse averiguar la verdad, desde entonces llevo 40 años investigando. En este libro cito 50 archivos y puedo haber visto 50 más –explica-. Me propuse escribir su biografía por partes, y así publiqué mi primer libro Las llagas de la monja. Sor Patrocinio en el convento del Caballero de Gracia, que va desde su infancia hasta 1835. Había nacido en una familia especial, con un padre que murió pronto y una madre muy mala que la intentó asesinar dos veces y casarla con Salustiano Olózaga, con quien había pactado su matrimonio». Sor Patrocinio fue una mujer extraordinaria, pero un personaje controvertido que despertó pasiones y odios a partes iguales. «Era muy guapa y tenía un trato y una conversación muy atractiva, una persona que llamaba la atención. Su rechazo a casarse con Olózaga, líder del partido progresista, para ser monja, fue la raíz de todos los problemas –afirma el profesor- porque éste nunca lo aceptó y al no poder seducirla, inició toda una persecución acusándola de haberse provocado las llagas para apoyar la causa carlista. En 1835, el Gobierno de Mendizábal la sometía a un proceso judicial por el que fue condenada a sufrir el destierro de Madrid».

Destierro que se repitió cinco veces, aunque siempre tuvo el apoyo de la reina Isabel II, de la que fue amiga y confidente y, en opinión de Paredes, «otro motivo para ser perseguida y echarle la culpa de todo». Pero el dato más significativo es la declaración que hace la propia reina tres meses antes de morir en el proceso de beatificación. «Jura ante Dios que esta monja nunca le habló de política ni se metió en ella. Además –prosigue- Isabel II declara que, no solo nunca le enseñó las llagas, sino que ni siquiera hablaron de ellas, es decir, nunca hizo alarde y eso es algo realmente sorprendente, porque los impostores de este tipo de cosas suelen ser exhibicionistas y ella lo vivió con humildad y discreción». A pesar de esto, el autor documenta que hay testigos oculares de sus revelaciones, éxtasis y milagros y, sobre todo, de sus cinco estigmas extraordinarios. «He llevado a analizar parte de estas reliquias a un prestigioso laboratorio para sacar su ADN, un paño de sangre importante porque está acompañado de un documento que informa de haber sido recogido el año en que se le abre una causa judicial acusada de haberse provocado las llagas y de usar ese prestigio para apoyar la causa carlista. Tres médicos, pagados por Olózaga y Mendizábal –afirma-, certifican que se las han curado, pero sigue habiendo testigos de ellas, aunque no las exhiba. Los análisis confirman al 100% que es sangre de una mujer, el día que en el proceso de beatificación se recojan muestras de sus restos mortales, se podrá comprobar si el ADN coincide. Yo estoy convencido de que estos paños de sangre son de Sor Patrocinio», concluye.

  • Las llagas de Sor Patrocinio (ED. San Román), de Javier Paredes, 352 páginas, 16,99 euros.

Las cosas son lo que son

Por Javier Paredes

-«¿Decid niños cómo os llamáis?»

Esa fue la pregunta que leí en un catecismo del siglo XIX, cuando hacía la memoria de licenciatura en 1974. Yo era entonces un alumno de último curso de la Universidad Autónoma de Madrid. El director de mi tesina, como así se llamaba también la memoria de licenciatura, era Miguel Artola, y me había indicado que tenía que descubrir los cambios que se habían producido en la producción editorial durante las distintas etapas del reinado de Fernando VII (1814-1833), los dos tramos absolutistas y el Trienio liberal (1820-18239.

La respuesta a esa pregunta la leí en esa maravillosa sala de la Biblioteca Nacional y de la risa que solté retumbaron los cristales de su bóveda. Pero al momento me quedé muy pensativo, porque esa respuesta que los niños españoles habían repetido durante tantos años, siglos…, en las catequesis parroquiales, encerraba una verdad, que ha orientado toda mi carrera de historiador. Esto es lo que respondía literalmente aquel catecismo a la pregunta de cómo os llamáis

-«Pedro, Juan, Francisco etc…»

En efecto, lo que existe es Pedro, Juan y Francisco, lo que hay son personas y por lo tanto el sujeto de la Historia no es ningún colectivo, ni el proletariado, ni la nación… El sujeto de la historia es la persona y en consecuencia la misión del historiador consiste en estudiar a sus protagonistas concretos de carne y hueso.

Por eso decidí que mi tesis doctoral tenía que ser una biografía, porque desde que leí aquella respuesta del catecismo dejé de creer en las estructuras, en las superestructuras, y en los ciclos de larga duración… Conocer a las personas de carne y hueso es incomparablemente mucho más atractivo que el aburridísimo ladrillo de la historia serial.

Y así fue como empecé a estudiar la figura de Pascual Madoz (1805-1870), el ministro de Hacienda de Isabel II, autor de la desamortización de 1855, que llegó a afirmar que había que eliminar todos los conventos de España y resultó que una hija suya ingresó en las carmelitas de clausura y fue priora del convento de Beas de Segura (Jaén). ¡Como para no aficionarse a la biografía…!

Y un día entre los enemigos del partido progresista, al que pertenecía Pascual Madoz, apareció Sor Patrocinio, a la que motejaban con desprecio «la monja de las llagas». Y al momento me di cuenta que lo que decían contra ella no encajaba en la realidad histórica. A ella la atribuían nombramientos políticos, ceses, cambios ministeriales y hasta la muerte de Manolete, anticipándose en un siglo a lo que sucedió en la plaza de toros de Linares.

Desde entonces, y va ya para cuarenta años, he seguido el rastro de la vida y las acciones de Sor Patrocinio y a cada descubrimiento he comprobado que la realidad es mucho más interesante que la ficción. Y por eso, durante todos mis años de docencia hasta mi jubilación he repetido a mis alumnos de la Universidad de Alcalá que saberse el temario está muy bien, pero que la enseñanza más importante de la Historia, y por lo que es maestra de la vida es por que nos descubre una gran verdad que se expresa en estas seis palabras: «Las cosas son lo que son».