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«Horror», miedo a los escenarios

Cuesta encontrar un montaje de terror que suba a las tablas, pero no es misión imposible. Así lo demuestra el director sueco Jakop Ahlbom, que llega a Madrid a principios de año para presentar en el Valle-Inclán «una oda al género», dice
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Cuesta encontrar un montaje de terror que suba a las tablas, pero no es misión imposible. Así lo demuestra el director sueco Jakop Ahlbom, que llega a Madrid a principios de año para presentar en el Valle-Inclán «una oda al género», dice.
Jakop Ahlbom (Suecia, 1971) tiene miedo y lo reconoce sin aspavientos. «Es un instinto primario», defiende. Sin embargo, no es la sangre ni los demonios lo que le aterra, y sí las personas que se comportan de manera irracional: «Gente impredecible que realiza acciones sin ninguna motivación que les pueda justificar», aunque también la violencia sin sentido y las guerras le dan miedo, «por su puesto», añade. Pero, a su vez, hay otros temores que, lejos de hacerle cerrar los ojos, le despierta la mayor de las fascinaciones. Esos que vio en la pantalla cuando era un crío y que hoy sigue devorando: «El resplandor», «El exorcista», «The Ring», «La semilla del diablo», «Pesadilla en Elm Street»... Disfrutaba de sus fantasías y efectos especiales, de la sensación de una oscuridad desconocida y del subidón de adrenalina. Y también del humor negro que se encontraba en ellas, de la unión entre «slapstick» –acciones exageradas de violencia física que no derivan en consecuencias reales de dolor– y un surrealismo que las hacía aterradoras y cautivadoras al unísono.
No es un gran susto
Así es «Terroríficamente muertos», la cinta en la que se basa el montaje que Ahlbom presenta el 3 de enero en el Valle-Inclán, «Horror», «una oda al género. No está hecho para ser una película de terror como otros largometrajes, pero sí está llena de referencias de varios títulos», en especial al citado «Terroríficamente muertos», que Sam Raimi presentó en 1987: «Una película de bajo presupuesto con humor, miedo, efectos teatrales y cómicos», contaba ayer el director a LA RAZÓN. «Si eres un fanático del terror, no te asustarás fácilmente, pero te encantarán los guiños y la forma en que se trasladan al escenario –continúa–. “Horror” no es un intento de crear un gran susto para todos. Pero si tu umbral para el miedo es más bajo, sí es posible que tenga temores reales. Incluso si no te gusta el género podrías llegar a amar esta “performance”».
–¿Y a qué se debe homenajear al género desde las tablas, donde cuesta verlo?
–Puede sonar irracional ver una película de miedo y pagar por algo que te asustará. Pero es que el miedo puede ser una emoción útil, aunque no siendo muy agradable. Realmente me encanta un elemento del terror: la «patada» o el salto «bungee», como lo llamo yo, que se experimenta en la butaca con esos filmes. Es una forma de liberar el miedo en un ambiente seguro, sentir la adrenalina sin estar en peligro.
Aunque no es solo esa «patada» lo que explica la afinidad de Ahlbom con el género, «también es la manera en la que se cuentan tramas sobre experiencias traumáticas. La forma de relacionar las emociones humanas, a menudo derivadas de un trauma, se muestra en una historia sobrenatural contada con efectos especiales». Son los argumentos de un director sueco que se ha apoyado en la dramaturgia de Judith Wendel para desarrollar su idea original, la de llevar al contexto teatral un género poco dado a asomarse a los escenarios. ¿Sería posible crear una experiencia similar sobrenatural y aterradora en vivo en el escenario?, se preguntó y, entonces, «sentí que quería encontrar una manera de visualizar esta experiencia en un teatro». Surgió la primera chispa de una función que sube a las tablas un mundo «sobrenatural», define, que ahora aborda con elementos teatrales, iluminación, ilusiones y efectos especiales. Una historia sobre el procesamiento del trauma y sobre cómo dominar los miedos propios a sabiendas de que los efectos en el escenario no son tan creíbles como en la gran pantalla: «Pero las ilusiones también son diferentes», responde.
«El cine es una representación más aparente de nuestra realidad. Nunca es real si alguien muere en una película o en el escenario, pero la forma en que lo experimentas es distinta. En el teatro no creemos que sea fácil, somos más conscientes del hecho de que eso no es cierto. Aun así, puedes tener una experiencia emocional desde el patio de butacas –prosigue–. La ilusión y los trucos que se usan en el escenario crean una sensación de asombro, porque las cosas que ves no pueden ser reales. El mayor desafío al llevar una película de terror a la escena fue el suspense. Se puede asustar a la gente, pero crear tensión y luego posponer el momento de alivio es bastante difícil. Y creo que encontré una manera de hacerlo funcionar».
Así, Ahlbom levanta la historia de una mujer que regresa con dos amigas a la casa familiar. La finca, por supuesto, está maldita tras un trágico suceso que le ocurrió allí mismo a la hermana mayor de la protagonista. Nadie sabe exactamente qué fue lo que pasó, sin embargo su espíritu vengativo se muestra ante ellas. En una serie de «flashbacks», el pasado de la familia reaparece poco a poco: unos padres crueles, unos jóvenes aplastados... Un legado reprimido. Hasta que la hermana menor se enfrenta brutalmente con la historia oculta. «La única forma de sobrevivir en “Horror” es enfrentarse la terrible verdad», confiesa.
Emoción universal
Ahlbom busca hacer un homenaje a un sentimiento universal, a una sensación que le atrapó de pequeño y que le acompaña hasta hoy, el miedo, «una emoción que todo el mundo reconocen», comenta. «Las personas pueden entender situaciones que infunden miedo y es por eso que el género de películas de terror es tan popular». Una situación que, por general que sea, es tan variada como los gustos, aquí a la inversa. Porque es difícil hacer una declaración general sobre los temores humanos. Se teme a la muerte, a la guerra, a los desastres naturales y a la destrucción. Pero los temores cambian con cada individuo. Arañas, fantasmas, perros, las propias personas... Entonces, si es un mal endémico, ¿qué tiene de nocivo aterrarse? «En general, el miedo no es algo malo. En la época primitiva teníamos que estar muy alerta ante el peligro. Debíamos estar listos para correr, huir. Es un mecanismo de autodefensa que crea adrenalina. Por supuesto, también hay temores que son buenos para superar. Miedos que pueden frenarte, por ejemplo, los que te hacen aislarte y estorbarte en tu vida diaria». Así que ya saben, miedos, los justos.