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Las forzadas vacaciones de Woody Allen

El director de «Manhattan» pasará de rodar una película al año –como ha hecho desde 1981– a esperar que alguna productora tenga el valor de financiar sus filmes y, en consecuencia, enfrentarse al #MeToo.
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El director de «Manhattan» pasará de rodar una película al año –como ha hecho desde 1981– a esperar que alguna productora tenga el valor de financiar sus filmes y, en consecuencia, enfrentarse al #MeToo.
Ya está. Lo lograron. Woody Allen no dirigirá más. El legendario director, que estrenaba a un ritmo de una película por año desde 1981, se tomará unas «vacaciones». Un eufemismo para explicar que más allá de «A rainy day in New York», cuyo estreno está previsto para el próximo otoño, es posible que nunca más vuelva a situarse tras las cámaras. Algo impensable en el hiperactivo Allen. Al menos, hasta que la reactivación del escándalo por los supuestos abusos a su hija, descartados en su día por los especialistas que estudiaron el caso, determinó que el #MeToo y cuantos lo apoyan dictaminaran su muerte civil. Allen tiene un contrato por otras tres películas con Amazon, pero está por ver que el gigante quiera jugársela en este contexto de caza de brujas.
«A Woody le encanta trabajar», comentó una persona cercana al director al «New York Post», «nunca se coge vacaciones. Pero se tomará un descanso». A finales del pasado año Allen volvió a ser acusado por Dylan Farrow, hija adoptiva suya y de Mia Farrow, de haber abusado de ella cuando tenía 7 años. Se trata de una denuncia de 1992, que nunca llegó a juicio y que coincidió en el tiempo con la batalla legal entre Allen y Farrow por la custodia de sus hijos. En aquel momento ni la policía ni los jueces encontraron indicios suficientes. A Dylan Farrow la evaluaron dos equipos de médicos forenses. Uno de ellos trabajó en el caso durante 14 meses. En sus conclusiones afirmaba que «no se han encontrado pruebas creíbles de que la niña mencionado en este informe haya sido abusada o maltratada. Por lo tanto, su denuncia se considera infundada». El otro informe, elaborado a petición de la policía de Conecticut por el Child Sexual Abuse Clinic del Hospital de Yale/New Haven, quizá el más importante de EE UU para casos de abusos sexuales a menores, trabajó durante medio año. Entre otras cosas, reza que Dylan Farrow «no sufrió abusos por parte del Sr. Allen (...) Tenemos dos hipótesis: una, que las declaraciones [fueron] hechas por un niño emocionalmente perturbado y acabaron por asentarse en su mente. La otra, que fue entrenada o influenciada por su madre. No llegamos a una conclusión firme. Creemos que es [probable] una combinación de estas dos formulaciones».
En un artículo del «New York Times» publicado en el 93, firmado por Richard Perez-Pena, podemos leer parte de la transcripción. Por ejemplo, que los médicos creían «muy posible» que «[Dylan] se mantuvo fiel a esa historia a lo largo del tiempo debido a la intensa relación que mantenía con su madre (...) La imagen del Sr. Allen como un hombre malvado y terrible impregnó la casa. La opinión de que él había abusado de Soon-Yi y era un posible abusador de Dylan impregnó el hogar».
La prueba del polígrafo
Por otro lado, Allen pasó la prueba del polígafo. Fue realizada por Paul Minor, jefe de Exámenes poligráficos del FBI en los setenta y, antes, jefe de la Oficina del Polígrafo del Departamento de Investigación Criminal del Ejército de EE.UU. Según Robert Weide, biógrafo de Allen, «La policía estatal aceptó sus conclusiones, y esa es probablemente la razón por la que nunca propuso realizar su propia prueba. Posteriormente los abogados de Woody invitaron a Mia a que pasara el polígrafo. No quiso». Pero da igual. Todo da igual. También que entre los argumentos típicos para disparar contra Allen suela citarse que uno de los fiscales, Frank S. Maco, explicó en su día ante la Prensa que no existía una causa probable contra Allen pero también, al mismo tiempo, que no presentó cargos para no perjudicar más a su hija. Lo que ya en cambio se dice menos es que en febrero de 1994 el fiscal Maco fue reprobado por aquellas declaraciones por un panel disciplinario, aunque, eso sí, los jueces optaron por no sancionarle.
No hay productora con el valor para apostar por el hombre que escribió y dirigió «Días de radio», «Maridos y mujeres», «Hannah y sus hermanas», «Misterioso asesinato en Manhattan», «Annie Hall» y tantas otras pluscuamperfectas gemas. No hay actor, ni mucho menos actriz, que de la cara por él. Bueno, lo hicieron, con un valor que les honra, Alec Baldwin, Miley Cyrus, Javier Bardem y Diane Keaton. El resto, escondidos ante el temor de que la audiencia los acuse de complicidad con el Monstruo. O incluso pregonando que nunca más trabajarán con él. Cualquiera se atreve, después de que actrices como Natalie Portman salieran en televisión al grito de «Yo sí te creo, hermana». Celebren, al fin, que la cacería fue a finales de 2017. Llega a tener lugar en 1981 y no existirían «Delitos y faltas», «Broadway Danny Rose», «Zelig»...

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