Como un ventrílocuo
Traductor de diversos libros de Pessoa –también aquí homenajeado en varios poemas–, Manuel Moya (Huelva, 1960) ha tenido la singular iniciativa de firmar sendos libros con un sólido heterónimo de mujer, Violeta C. Rangel (Sevilla, 1968), cuyos versos, traducidos a seis idiomas –entre ellos, el euskera–, son objeto de estudio en cátedras españolas y norteamericanas, más destacados que su otra docena de poemarios. Si la autora de «La posesión del humo» (1997) era una poeta muy actual, que hablaba de farlopa y de reclusiones en un hospital marsellés, Moya es, en cambio, un autor de corte clásico, con versos intimistas, de un impresionismo simbólico.
En estos «Apuntes del natural» –premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado–, rinde tributo a sus autores predilectos a partir de variaciones de sus temas y poéticas. Ahora él vendría a ser el heterónimo de una saga de poetas de la tradición moderna, o, en todo caso, su ventrílocuo, a cuyo través son redivivos de un modo fantasmal, gótico, como en una sesión de espiritismo. Y es curioso que la empatía –e incluso la calidad de algunos versos– se extreme en la piel de mujeres como Virginia Woolf, Emily Dickinson, Esperanza Ortega... o el emotivo «Apunte para un niño muerto», dedicado a la madre.