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James Bond es indio

Davidson urde un entretenido relato alejado de tópicos

James Bond es indio
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Si exceptuamos a Ian Fleming y su héroe James Bond, tanto John le Carré como Len Deighton toman la novela de espías como reflexión moral sobre la Guerra Fría con la creación de un anti-héroe que se opone al rancio y burocratizado «establishment» británico. Siguiendo la estela del antihéroe de la Guerra Fría, el debut literario de Lionel Davidson «The Night of Wenceslas» (1960) consiguió un resonante éxito, el premio «Gold Dagger» –el primero de los tres que ganó– y fue llevada al cine con Dick Bogarde de protagonista con el título de «Demasiado cálido para junio» (1964).

Las referencias a la mezcla de nacionalidades del protagonista, hecho insólito en la novela de espionaje de los años 60 y el carácter rebelde del anti-héroe marcan las constantes de las pocas pero brillantes novelas de Lionel Davidson hasta esa rareza hoy descubierta: «Bajo los montes de Kolima» (1994).

Al leer «The Rose of Tibet», Graham Greene lo comparó con Edgar Rider Haggard por su capacidad para recuperar el género de aventuras desde una perspectiva moderna. Apegada al detalle realista hasta la obsesión. Aparentemente ajena a la fantasía de James Bond o la problemática antiimperialista de Smiley, aunque en el fondo pervive el género de espías elaborado de forma muy personal. En «Bajo los montes de Kolima», el protagonista es un indio Gitxsan, nativo de la Columbia Británica, biólogo y antropólogo, que actúa como agente secreto de la CIA en una misión estrambótica en la que, gracias a su don de lenguas, se hace pasar por coreano en un barco mercante japonés con destino a una base ultra secreta soviética en Siberia, donde se está experimentando con simios.

-En papel de fumar

Los elementos que componen la trama son los típicos de la novela de intriga internacional: mensajes encriptados en papel de fumar; un agente secreto políglota en lenguas nativas y asiáticas; estudios genéticos de una complejidad dignas de un Nobel; y referencias a las experiencias del biólogo ruso Ilya Ivanov, especialista en hibridación animal, encargado por Stalin de cruzar simios con seres humanos para crear un poderoso ejército de humanoides en una base secreta en el Ártico, donde también se está experimentando con una raza neandertal. Pero nada es lo que parece en esta obra caudalosa y atípica. Cada arco argumental tiene su planteamiento y nudo que conduce a un segundo arco y éste a un tercero como una muñeca rusa que se va componiendo con la lentitud del relato que se ensimisma en los detalles más nimios. Literariamente es brillante, pero carente de intriga, suspense y tensión. Lastrada por un naturalismo documental, al modo de Jack London o series televisivas como «The Wire», en la que predomina los excursos intrascendente, que ralentizan una acción mínima. Lionel Davidson juega con el lector y lo va conduciendo sin prisas por una desmesurada narración de lo más insólita, ora como un escritor fetichizado por el detalle, ya sea éste antropológico, biológico, geográfico o laboral, ora reformulando la novela de espías con un enfoque deliberadamente farragoso. Su reedición, con un prólogo de Philip Pullman, en el que dice estar convencido de que es el mejor thriller que ha leído en su vida, la convierte en una novela de culto.

Pese al realismo detallista del autor es una obra que trata de encubrir mediante erudición y una escritura enjundiosa los tópicos del género de aventuras. En apariencia, el agente secreto parece un intelectual pero sus muchas habilidades son tan extraordinarias e inverosímiles como las de James Bond o MacGyver: montar un coche a 50 grados bajo cero o su ingeniosa forma de entrar y salir de la base secreta siberiana. No obstante, hay que reconocer la magnífica narración de la huida del protagonista por Siberia en un auto bobik, que ocupa el tercio final del relato, como uno de los momentos magistrales de la novela.

Sobre el autor

Este autor inglés murió en 2009 y su último thriller está considerado como una novela de culto

Ideal para...

redescubrir a un autor que se mueve entre el exceso y la aventura

Un defecto

la sobreabundancia de nimiedades que lastranen exceso la acción

Una virtud

la prosa, que encandila cuando la pone al servicio de una buena intriga

Puntuación: 8