Literatura

Estados Unidos

Me río del feminismo

Caitlin Moran aborda este movimiento desde la actualidad en su nueva novela, que ha arrasado en EE UU y Gran Bretaña, donde mezcla la crítica y la ironía

Me río del feminismo
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osiblemente por su ascendencia irlandesa, porque se crió en un paisaje poblado de viviendas de protección oficial como Wolverhampton o quizá porque le pueden las pintas de Guiness, Moran dice –y escribe, por supuesto– sin pelos en la lengua ni autocensura alguna. Ella es clara en todos los sentidos y en cada uno de los argumentos que esgrime. Situémonos, de momento, en una infancia transcurrida en unas calles que eran un verdadero suplicio, especialmente cuando los chicos del vecindario le tiraban piedras y le gritaban «marimacho», lo que dice bastante de la atmósfera en la que se desenvolvió. Para completar la escena, imaginemos a la autora con unas enormes gafas de la Seguridad Social, enamorada platónicamente del actor norteamericano Chevy Chase y matando el rato con su hermana, jugando a las muñecas mientras pergeñaba atracos a los camarotes de las clases VIP de los yates de juguete que tenían sus otros hermanos.

Una columna en «The Times»

Todo este caldo de cultivo infantil se completa en el seno de una familia numerosa –la mayor de los ocho que eran los Moran– criados en medio de aquella cultura hippie, que abandonó la escuela a los once años para ser educada en casa y que a los dieciocho logró presentar su propio programa de televisión y conseguir, posteriormente, una columna en «The Times» que todavía mantiene y que le ha valido más de un reconocimiento.

De aquellos primeros mimbres nacen precisamente estas páginas que han arrasado en Gran Bretaña y en Estados Unidos gracias a esa mezcla autobiográfica y mordaz que dista mucho del estilo digerible que predomina en sus artículos. No descubre la pólvora en este libro, pero lo cierto es que las imágenes que ha empleado en él son certeras y, las más de las veces, musicales: las fantasías sexuales masculinas son como «My Sharona», de The Snack, mientras que las femeninas se parecen «a una pieza sinfónica cambiante de Alice Coltrane».

En definitiva, como ella misma lo tildó sin ninguna clase de pudor, «es un libro sucio sobre el feminismo», o, lo que viene a ser lo mismo, un cruce de caminos entre un manual feminista desacomplejado, una autobiografía delirante, una sucesión de instantáneas de la clase obrera británica (tan presente en la literatura de este país desde hace décadas) y un raro libro de autoayuda que levantará muchas ampollas entre las militantes ortodoxas.

Se aventura, además, a instalarse en el siglo XXI utilizando abreviaciones tuiteras como «tbh» –«to be honest»– para enfatizar el tono festivo y próximo de su historia así como para establecer distancias con cualquier tipo de academicismo y solemnidad. Pero no solamente de la literatura se nutre la personalidad de esta controvertida escritora, que sabe epatar en su vida pública. Y como todas las escritoras sin complejos, ella también se ha ganado firmes enemistades. No sólo entre los más detractores del movimiento que en principio representa. También las feministas la critican por ciertas confesiones que ha hecho, como que adora coquetear incluso en el entorno laboral. Y los intelectuales de izquierdas aprovechan las contradicciones evidentes que rodean todas las vidas públicas y la vilipendian por viajar en avión privado con Lady Gaga al tiempo que no deja de reivindicar en sus libros y sus declaraciones sus raíces dickensianas.

El libro, reprenta el canto a un feminismo alejado del tomismo, la pacatería y la militancia extrema que en ocasiones han rodeado a esta filiación. Bien es cierto que algunos considerarán que traspasa ciertas fronteras en algunos fragmentos donde repasa la historia de la lucha de la mujer, pero no por ello deja de ser una declaración contra el sexismo.... desde otro ángulo diferente y, hablando en plata: no hay que buscar en este relato la reivindicación contra la desigualdad salarial, por ejemplo, o las torturas a las que someten a las mujeres en ciertos puntos del planeta. Ella prefiere hablar, a ritmo de estribillo popero y rockero, de tipos de ropa interior o dietas, cuestiones a primera vista más o menos superficiales pero que Moran considera que en realidad afectan bastante a la rutina femenina e influyen en ella más de lo que parece a primera vista. Una postura que adopta sobradamente y sin ningún prejuicio en contra de la depilación de las ingles, por poner un caso. Todo esto, mucho más, expresado con una salvaje franqueza, en tanto que lo que intenta, además, es denunciar el injustificado pudor que impide a las mujeres abordar ciertos temas incluso en «petit comité», tales como la primera menstruación, el parto, la maternidad o las tendencias de la moda.

El resultado final de estas páginas es una narración que resulta vertiginosa, divertida, incorrecta, descarnada y «sucia» –en la acepción de deslenguada, de una mujer que desconoce cualquier tipo de trabas que le impidan comunicar lo que quiera– en la mayor parte de los párrafos de este volumen.

Sonrojo o escándalo

Los eufemismos parece ser que no existen en el vocabulario que maneja la escritora, que posee un músculo bastante ejercitado en el periodismo. Ella, y es algo que se nota desde el principio del volumen, está muy poco dispuesta a eludir llamar a cada cosa por su nombre, incluso aquellas que provocarán el sonrojo –o escándalo– de buena parte de los lectores. Plantéense lo que ella nos propone: «¿Qué piensan que es el feminismo, señoras? ¿Qué parte de liberación para las mujeres no va con ustedes? ¿El derecho a votar? ¿El derecho a no ser propiedad del hombre con el que se casan? ¿Los vaqueros?». Un libro en definitiva, que alguien tenía que atreverse a escribirlo... Y defenderlo.

Sobre la autora

Es columnista y crítica de televisión en «The Times». En 2010 recibió el Premio de la Prensa a la mejor columnista. Escribió su primer libro a los quince años.

Ideal para...

Aquellos lectores que quieran pasar un rato ameno y, a la vez, no rehúyan a su espíritu irónico sobre este movimiento.

Un defecto

En el libro se olvida de mencionar aspectos que sí son importantes, como la desigualdad laboral.

Una virtud

El tono humorístico que tiene la novela y que no haya utilizado ninguna clase de eufemismos.

Puntuación: 8

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