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Sí, hubo marcianos en la literatura española

La ciencia ficción también es un género patrio, como muestra ahora un libro de referencia que reivindica a los escritores, directores de cine y dramaturgos que lo han abordado desde el siglo XVIII hasta hoy

Sí, hubo marcianos en la literatura española
Sí, hubo marcianos en la literatura españolalarazon

La ciencia ficción también es un género patrio, como muestra ahora un libro de referencia que reivindica a los escritores, directores de cine y dramaturgos que lo han abordado desde el siglo XVIII hasta hoy.

Las dos obras fundacionales de la literatura de ciencia ficción se pergeñaron durante una jornada de aburrimiento, hace 200 años, en Villa Diodati, cuando varios amigos, en una noche de tormenta, se retaron a escribir un relato de terror. Lord Byron y Percy Shelley no concluyeron nada, pero el «torpe galeno» Polidori parió el antecedente del mito vampírico y Mary Shelley daría a luz «Frankenstein». El presente volumen nos alerta, a lo largo de 14 capítulos escritos por o expertos, las obras de ciencia ficción que ha habido en español en todas las disciplinas: cine, literatura, cómic, teatro, televisión y poesía. Utopías, ucronías, distopías, novelas científicas, fantasía épica, realismo mágico, terror maravilloso, fantaterror, ficción especulativa, literatura de la imaginación disciplinada, literatura del extrañamiento cognoscitivo, imaginaciones razonadas... La ciencia ficción tiene muchos subgéneros, desde sus modalidades más aventureras a las más subversivas, sugestivas y subyugantes, para narrarnos hechos imposibles, pero no necesariamente sobrenaturales. Aunque pensáramos que sólo los franceses, británicos y americanos eran capaces de cultivar estas obras, no es cierto. Desde Emilia Pardo Bazán –con su «Pascual López: autobiografía de un estudiante de medicina» y sin olvidar a Enrique Gaspar que en «El Anacronópete» narra un viaje a través del tiempo antes que Wells– hasta Torrente Ballester, diferentes artes se han ocupado de este género.

La Primera revolución industrial, la migración hacia las zonas urbanas, la máquina de vapor, la energía eléctrica y las nuevas ideologías llevaron a nuestros autores a ficcionar sobre una sociedad alternativa, la deshumanización del ser y la crítica a la sociedad de consumo... Evidentemente estela se remonta a Verne, Poe, Wells, la «Golden Age» americana a la que se sumarían Huxley y Orwell. La modernidad y vanguardia se dieron de la mano en rechazo la sociedad burguesa y sus ideales de progreso, modernidad y racionalidad. Aparecía la tecnología y se evidenciaba que el progreso moral no venía acompañado de un avance científico porque traía la inevitable alienación humana. La época de 1900 a 1950 quizá sea la más desconocida en nuestra ciencia ficción literaria, pero, aún así, después del primer libro de David Roas en el siglo XVIII, se adscribirían a este género Clarín, Azorín, Salaverría, Wenceslao Fernández Flórez o Ángeles Vicente. En el modernismo, lo haría Gómez de la Serna. Por a nadie le extraña que también se sumaran novelistas como Pérez de Ayala, Ganivet, Unamumo o Baroja.

No sólo novelistas se vieron seducidos por la ciencia ficción sino también poetas o cuentistas líricos como Gerardo Diego con su «Vendedor de crepúsculos». Vicente Blasco Ibáñez abordaría «Los cuatro jinetes del Apocalipsis»; Enrique Jardiel Poncela, escribiría «Cuatro corazones con freno y marcha atrás», Pérez de Ayala «Sentimental Club» y Carlos Arniches, un texto distópico «La mujer artificial».

Influencia americana

El auténtico boom de la ciencia ficción se vivió durante la dictadura y la posguerra gracias a la influencia americana. «La bomba increíble» de Pedro Salinas es la novela más representativa, pero llegaría José Mallorquí, Ángel Torres Quesada, González Ledesma y luego una producción «marginal» de aventuras científicas y espaciales. No olvidemos que algunos títulos fueron exitos como «Bombas, astros y otras lejanías», de Jorge Campos (Premio Nacional de Literatura) o Daniel Sueiro, Premio Alfaguara con «Corte de corteza». Fue crucial la llegada del editor argentino Francisco Porrúa a Barcelona, cuando fundó Minotauro y empezó a publicar un montón de obras de esa temática.

El cine tiene también su importancia en este libro con directorres que mezclaban terror, ficción y erotismo y dentro de la televisión destacan las «Historias para no dormir» de Ibáñez Serrador. Los poetas no querían quedarse a la zaga y Angel Crespo, Eugenio León Folch, Luis Eduardo Aute, Pedro Casariego Córdoba o Luis Alberto de Cuenca escribieron poesía de género. La Transición fue el periodo de «normalización» del género con Cristina Fernández Cubas, Alfonso Sastre, José María Merino, Martínez de Pisón, Pilar Pedraza, Millás, Javier Tomeo Rosa Montero o Torrente Ballester. Los últimos que han seguido el género han sido Eduardo Mendoza, Suso del Toro, Ray Loriga..., a pesar de que la década de los 90 sufrió un retroceso hasta la llegada del presente siglo. Hay que señalar que en los anaqueles de este género hay una mayor presencia de mujeres, tanto en cine, teatro –Vanessa Montfort– y literatura –Flavia Company–.