Siempre me quedará Sophie
Hay un tiempo en el que muchas personas consideran que la vida y la literatura son la misma cosa, en esa etapa la escritura es una manera de estar en el mundo que poco después puede convertirse en un trabajo. Es el caso de los dos protagonistas de esta novela. Sophie y Charlie se conocen recién llegados a la universidad y desde el primer momento les une su pasión por la literatura. En sus largos paseos huyendo de las clases no sólo hablan de libros, cualquier persona o asunto que se cruce en su camino se convierte en personaje o tema de una novela que van creando sobre la marcha, entre pitillos y tragos de alcohol, mientras deambulan por el campus de una universidad americana. Poco después dejan de verse para reencontrarse diez años más tarde y la pregunta que da título al libro y resume su contenido es la misma que marca la vida de Charlie, uno de los dos narradores que cuenta la vida de Sophie, su éxito con su primer libro, su matrimonio, su conversión religiosa y la aparición en su vida de una persona que va a marcar su destino con una fuerza demoledora.
La mirada al pasado de Charlie carga de nostalgia las páginas en las que habla de Sophie. El lirismo de algunos párrafos atrapa a veces al lector con frases como ésta: «No era sólo mi escritura sino toda mi vida lo que había compuesto con un solo lector en mente». Alternando con sus recuerdos, otro narrador cuenta con más distancia y aporta el misterio, la intriga y un final inesperado. En algunos momentos puede resultar meritorio el ejercicio de contención del autor en una historia de amores perdidos, sueños imposibles y pérdidas irreparables. En otros, quien esto escribe no ha podido evitar pensar en «El gran Gatsby» y habría aconsejado al autor: «¡Emocióname, Beha, no te contengas!».