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Sin pudor a decir amar

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  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

  • Diego Gándara

    Diego Gándara

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Poesía del asedio, poesía asediada, pero, por encima de todo, poesía del amor. Pero no del amor hermoso, del amor entendido a medias, del amor dulzón de las parejas en primavera, sino del amor que el poeta siente por la vida misma y que, en el asedio más largo del siglo XX, lo lleva a cubrir el turno de noche para «impedir el secuestro del corazón del mundo». Así es la poesía de Izet Sarajlic, el principal poeta eslavo del siglo XX y toda una referencia para la poesía contemporánea centroeuropea. Un autor que hizo oír su voz en medio de una Sarajevo asediada y que ha logrado sobrevivir a todo, como dejó por escrito, gracias a la poesía. Un poeta, en definitiva, que en una ciudad atravesada por las balas, impidió con sus versos que «le secuestraran el corazón al mundo».
Editado por Seix Barral, «Después de mil balas» reúne buena parte de la poesía de Sarajlic, que abarca un período que va desde su primer libro, publicado en 1949, hasta sus últimos poemas, que dio a conocer a comienzos del nuevo milenio. Una poesía que, como puede desprenderse de su lectura, no está únicamente atravesada por la noción del asedio, sino que en ella predomina, con insistencia, como un manto que lo cubre todo, el verbo amar.
Demasiadas obsesiones
Como afirma Erri De Luca en el prólogo, Sarajlic «quiso reafirmar el verbo amar, que sus coetáneos, los poetas y quienes no lo eran, sentían pudor por teclear a máquina. Le gustaba la palabra ammore, que en napolitano se redobla en el centro». En ese sentido, la lectura de este «Después de mil balas» permite seguir la evolución de un poeta que en sus diferentes fases no ha variado, sin embargo, casi ninguna de sus obsesiones, entre ellas, y sobre todo, el amor. Como señala en el apéndice Dorde Slavnic, profesor de Historia de la Literatura de Sarajevo, «al igual que en la vida, Sarajlic pasó por varias fases en su poesía, pero todas tienen tres constantes comunes: un estado de ánimo antibélico, el amor y la nostalgia. Estos tres ‘‘leitmotivs’’ impregnarán su obra desde el principio, desde su primer libro, publicado inmediatamente después de la guerra en 1949, hasta el último de 2002».
Así, la poesía de Sarajlic es vital y no escapa al dolor, aunque prefiere la noche con amigos antes que la lectura de William Shakespeare. «Desde hace algún tiempo/ya no me interesa la poesía/lo que me interesa es la vida», afirma en un poema, consciente, por otra parte, de que en «una noche como ésta inconscientemente te preguntas cuántas noches de amor te quedan». Es que los versos de este autor son los de alguien que, como señala De Luca, «no supo odiar, no supo maldecir ni siquiera a aquellos que a través de la mira de un fusil tiraban al blanco de un niño en la calle». Una poesía que, además de hacer hincapié en el amor y también en la nostalgia, impregna asimismo las calles de Sarajevo, la ciudad de las horas detenidas, de los puentes fríos, de los perros vagabundos. La ciudad donde el poeta canta para poder impedir, pese a todo, el secuestro del corazón del mundo.