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Una balada contra el racismo y las infancias rotas

Una balada contra el racismo y las infancias rotas
Una balada contra el racismo y las infancias rotaslarazon

Cuando Toni Morrison (Ohio,1931) recibió el Premio Nobel en 1993, la Academia Sueca destacó, entre otros valores de su escritura, «las poéticas y expresivas descripciones de la América negra». Su lucha frente al racismo tuvo, quizá, su punto álgido con su gran novela «Beloved», la historia de una esclava que descubre que hay muchas formas de esclavitud. «La noche de los niños», su última novela, gira en torno a dos asuntos, uno cruel, la pederastia, y otro que nos afecta a todos: los hechos vividos en la infancia o, dicho de otra manera, cómo el pasado condiciona nuestro presente.

El color de la piel adquiere en el caso de Bride, uno de los principales protagonistas de la trama, tintes tragicómicos: su propia madre se asusta de su negritud de alquitrán y la rechaza hasta el extremo de evitar su contacto. Es una vuelta de tuerca al racismo: una madre negra a la que repugna el color más negro de su hija. Para obtener solamente un sencillo gesto de su madre, Bride hará algo horrible. Pero eso será antes de convertirse en una espectacular belleza que triunfa en el mundo de la cosmética y que conoce a Booker, un joven «profesional del abandono» que vive cargando continuamente en sus espaldas con el dolor por el asesinato de su hermano a manos de un pederasta.

El silencio y el dolor

Morrison va mostrando las cicatrices de sus personajes, su supervivencia en una sociedad superficial y cruel. Un mundo en el que la mentira ha adquirido una forma cómoda de mostrarse: el silencio. La primera parte del libro no acaba de encajar del todo, no sabemos a dónde nos lleva. No es la primera vez que una de sus obrasresulta irregular, pero llega un momento en que la autora toma el escalpelo y todo se vuelve auténtico y cercano.

El talento de Morrison y lo escrito y lo vivido se apuesta a fondo, mediado el relato, a favor de sus grandes temas preferidos: la necesidad de amor, el sufrimiento de los niños, las familias rotas, la búsqueda de nuestro lugar en el mundo. Juega entonces con otra de sus grandes bazas, la música, y el volumen comienza a crecer deprisa, a ganar en hondura y en caracterización de los personajes.

Cuando Booker, que es músico, describe a Bride comparándola con un violonchelo, un saxo o un clarinete, el lector por fin se emociona con esta historia de dolor y redención que tiene mucho de cuento de hadas: después de superar terribles pruebas, Bride y Booker parecen haber encontrado al fin una manera de amar, sobre todo una forma de hablar que tiene también su propia melodía. En este caso no sería el jazz, una música que es tan querida para Morrison y que dio título a uno de los mejores libros que ha publicado a lo largo de su carrera literaria, sería una balada que va incorporando notas que son cada vez más envolventes y que, finalmente, parecen casi alegres.