Letras

José Hierro, cien años entre las nubes

El Instituto Cervantes deposita hoy en la Caja de las Letras un legado “in memoriam” del escritor, referente de la poesía social

José Hierro nació en Madrid y recibió importantes galardones, como el Premio Cervantes o el Adonáis
José Hierro nació en Madrid y recibió importantes galardones, como el Premio Cervantes o el AdonáisCIPRIANO PASTRANOLa Razón

No hay disfrute sin previo sufrimiento, ni un «ahora» si no contamos con el recuerdo. La memoria funciona en el arte de la misma manera que un silencio en un pentagrama o un pincel en un lienzo: le da color, le da forma, le dota de sentido y sentimiento. La obra de José Hierro fue eso: su propia vida. Sus causas y sus consecuencias. Sus vivencias y exigencias. Pues, escribiría «Alegría», «llegué por el dolor a la alegría. / Supe por el dolor que el alma existe. / Por el dolor, allá en mi reino triste, / un misterioso sol amanecía». A través de un existencialismo para cuya libertad se apoyaba en las letras y los versos de métrica diversa –desde el soneto hasta el verso libre–, el autor buscaba con sus poemas darle respuesta a sus preguntas. Y aunque a veces no hallaba en las soluciones satisfacción alguna, sí la inspiraba a quienes leían –o siguen leyendo– sus versos. Por algo se le consideró como un referente en la poesía social.

Nació en Madrid en 1922, en abril se cumplirán 100 años, y falleció hace 20 también en la capital. Perteneciente a la conocida como primera generación de la posguerra, su poesía respondía al desarraigo, a las reflexiones de un niño de la guerra cuya línea literaria flotaba sobre una sociedad que aún buscaba dónde aposentarse. «Inútilmente interrogas», se decía a sí mismo, «tus ojos miran al cielo. / Buscas, mirando a las nubes, / huellas que se llevó el viento». Una persecución del entendimiento hacia el pasado, que invitaba a profundizar en el interior de cada individuo para aceptar el presente, pero que para sí mismo tan solo le sirvió para no ubicarse y preguntarse: «¿Qué haces mirando a las nubes, / José Hierro?».

Elegido académico de número en 1999, Hierro no tomó posesión, ya que murió antes de leer su discurso de ingreso.
Elegido académico de número en 1999, Hierro no tomó posesión, ya que murió antes de leer su discurso de ingreso.ArchivoArchivo

Su obra continúa más viva que nunca. Y no solo porque se alzara con el Premio Miguel de Cervantes de 1998, con el Adonáis en 1947, el Príncipe de Asturias de las Letras en 1981, el Nacional de las Letras Españolas en 1990 o el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 1995, sino porque sus exploraciones supieron romper con cualquier esquema espacio-temporal. Porque sus versos continúan ahí, flotando, observándonos desde arriba por si en algún momento nos perdemos de vista. Tal es la inmortalidad de su obra que, también a modo de homenaje de su nacimiento, hoy el Instituto Cervantes recibe un legado «in memoriam» del autor de «Cuaderno de Nueva York». En la caja de seguridad número 1936 hallada en la sede que se erige en pleno centro de Madrid, se aludirá a Hierro como un referente del género poético en nuestro país. En el momento en que se escribía este artículo no se habían revelado los secretos que se depositarán en la Caja de las Letras, por lo que desde el Instituto tan solo conocían que se trata de «una serie de textos y objetos del poeta de gran valor simbólico». Una cita que se une a otras varias actividades organizadas para este año y que buscan mantener inmortal la obra de Hierro. Él escribía que «después de todo, todo ha sido nada, / a pesar de que un día lo fue todo». Estaba convencido de que todo lo vivido tiende a desaparecer, se convierte en nada por el olvido, pero su obra no obliga sino a retenerla en la memoria.