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«Contra la tercera España»: Más discusión en el bar y menos Chaves Nogales

En este ensayo publicado por Deusto, el profesor Armando Zerolo hace una defensa de la polaridad, que insiste en no confundir con la polarización, como elemento imprescindible para la salud democrática

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Al pensar en la tercera España automáticamente nos viene a la cabeza el escritor y periodista sevillano Manuel Chaves Nogales, quintaesencia de esta entelequia, probablemente por su cacareado prólogo de «A sangre y fuego», donde viene a contar que en la Guerra Civil española era tan «fusilable» por un bando como por el otro –pese a que él tomara partido por la República–. Seguidamente, pensamos en el partido Ciudadanos: enésimo intento político en nuestro país por conquistar el centro electoral. Antes lo hicieron, con un fracaso más o menos estrepitoso, UPyD, el CDS, la UCD e incluso el Partido Radical de Lerroux. Más allá del autor de «El maestro Juan Martínez que estaba allí», también encajonamos en esta tercera España a intelectuales como Gregorio Marañón, Clara Campoamor, Miguel de Unamuno, Salvador de Madariaga, Juan Ramón Jiménez o José Ortega y Gasset. 

Y, dado el título del libro que ha escrito el profesor de Filosofía del Derecho Armando Zerolo –«Contra la Tercera España» (Deusto)–, nos preguntamos si realmente el autor carga contra la idea común que hay de esta alternativa de país, de esta tercera vía: ¿Ataca Zerolo en su libro a Ciudadanos y a Chaves Nogales?, ¿o más bien el título es una provocación? «La intención es muy loable y la comparto; pero estamos hablando de política, no de moral», ataja el autor de este jugoso ensayo en relación a las pretensiones de estos partidos «de centro».

Mas abunda Zerolo: «Por eso digo que somos de centro, votamos desde el centro, pero no votamos al centro. Porque sociológicamente España es un país de centro: los españoles compartimos mucho más que otros países como Francia, Italia o Alemania. Tenemos un tesoro sociológico del que no somos conscientes porque nos gusta mucho el cuadro de Goya de los garrotazos y los versos de Machado sobre el mito de las dos Españas».

¡Quieto ahí! ¿Pero tampoco hay dos Españas? Y antes de dejarle responder le recuerdo aquel aforismo o greguería que escribió Chapu Apaolaza en Twitter: «No hay tres Españas porque ya con dos la gente se hace un lío». El profesor ríe y contesta: «No hay dos ni tres Españas, sólo hay una que discute, como hay amigos que se pelean, matrimonios que no se entienden en todo y equipos de fútbol rivales».

¿Qué es eso de la polaridad?

Ya desde el subtítulo del ensayo Armando Zerolo insiste en hacer «una defensa de la polaridad». ¿También es una provocación? Puede parecerlo y a su vez no: porque por un lado la tesis del libro es la defensa de dos polos contrarios que intercambian, conversan y discuten, entre los que hay una corriente eléctrica que es encauzada o canalizada por la democracia liberal: entendiendo la democracia como el medio y no como el fin; tesis a la que se agrega el ataque a esos neutralizadores de la corriente –ese ruido que entorpece la comunicación–: llámese tercera España, nacionalismo, comunismo o fascismo.

«Cualquier intento de neutralizar la polaridad es mucho peor que los problemas que pueda generar la tensión. En especial ese intento bienintencionado que hoy se llama ‘tercera España’», sostiene el pensador madrileño. Pero, por otro lado, decimos, es una provocación porque al hacer una defensa explícita de la polaridad juega con la semántica: nos hace caer a sabiendas en el trampantojo de que parece que se refiere a la polarización, máxime cuando, tal y como explica el profesor, «la palabra polarización se ha puesto de moda –palabra del año para la FundéuRAE en 2023–, y cuando una palabra se pone de moda –asegura este– sirve de criterio para juzgar la política».

Pero le pido al señor Zerolo que no se nos ande por las ramas, que se deje de filosofar, y que nos explique en cristiano esto de la polaridad y la polarización, que aquí tenemos unos lectores a los que alimentar. «Lo que yo quiero decir con la imagen física de la polaridad es una refutación de la polarización. Me parece que los análisis que parten de la polarización generan una confusión, porque polarización significa que un polo niega la existencia o el derecho a existir del contrario. La polaridad lo que hace es reconocer que el otro polo existe, y porque existe, hay flujo, hay corriente, hay electricidad. La polarización lo que hace es decir que la solución política es que no haya diferencia, que no haya contrario: ¡anularlo!». «¡Bien, Armando!, ¡bien, pisha!», me dan ganas de jalearle como aquel grito de guerra de la afición cadista en el Carranza cada vez que sacaba de puerta aquel portero mítico, Armando Ribeiro, que acabaría su carrera en el Athletic de Bilbao.

Desde la tercera España

En el fondo, el mensaje del autor de «Contra la tercera España» es muy conciliador, muy tercera España por paradójico que suene. Zerolo, por su talante liberal y diplomático, es carne de haber votado, bienintencionadamente, a Ciudadanos –pese a que sostenga que partidos como este se coloquen «angelicalmente al margen, sin tomar partido»–. De hecho, Gregorio Luri escribe en el epílogo certeramente que: «Sé que Armando Zerolo es un vocacional constructor de puentes (...) Pero intuyo que hay aquí, en esta voluntad constructiva superadora de trincheras, algo muy propio de los ‘terceristas’».

Para muestra, un botón: lean este magnífico párrafo del profesor: «Podría decir que lo soy [de derechas] por convicción (...) Pero no es así. A menudo prefiero posturas de personas de izquierdas, y algunas opiniones dominantes de la derecha no me convencen (...) No creo que lo sea sólo por principios, ni que los que no piensan como yo no los tengan. Lo que sí reconozco es el peso de la biografía. Es como si de alguna manera los muertos hablasen por mí».

También escribe, más adelante: «Si no quiero volverme idiota, lo mejor es escribir contra los míos (...) No creo que le hiciese bien a mi inteligencia escribir contra el aborto en el ABC y contra la Iglesia en El País (...) Escribe contra los tuyos y descubrirás que se parecen bastante a los otros».

Ante esta afirmación cabe preguntarle si acaso no caemos en el vicio de escribir a la contra, y, como ambos somos amantes del fútbol, le pongo el ejemplo de estos extremos modernos que juegan a pie cambiado buscando, no profundizar y centrar, sino colarla por el segundo palo: «Sí. No lo llamaría vicio, pero claro que sí. De hecho, estoy convencido como método. Desde el punto de vista de las ideas, el idealista detesta las ideas, porque a una persona que le gusta el mundo de las ideas ha experimentado mil veces que en un debate en el que empieza a haber claridad siempre se puede dar un paso en el que se introduce una nueva oscuridad y un nuevo punto de discusión. Las ideas no son bellas por ser claras, las ideas son bellas porque te remiten a más. Cuando tú llevas la contraria, estás poniendo peros, estás haciendo que la relación sea más intensa».