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Libros
Codicia y compasión tras el último Stradivarius
El escritor argentino Alejandro G. Roemmers sigue el rastro del último violín del maestro

Bajo las vigas de madera y el techo estucado suenan las asombrosas frecuencias de un pedazo de madera milagroso. No llega al medio kilo de peso y tiene apenas tres palmos de extensión, pero es una obra única de ingeniería humana y algo más: hablamos de un toque celestial, una coma mística difícil de describir. Algo intraducible a palabras, una cualidad asombrosa. Se trata de "El madrileño", un violín manufacturado por el gran maestro Antonio Stradivari, en Cremona (Italia). Lo extrae de su vitrina Fabrizio Von Arx, director artístico de la Casa Stradivari de la ciudad lombarda y procede a interpretar una pieza. "Este instrumento tiene un carácter de expresión que no se ha conseguido nunca", dice este músico en la misma casa donde vivió el genial luthier y donde instaló su atelier y departía con los músicos. El violín que escuchamos tocar fue bautizado así en honor a la Corte española, muy presente en Italia en 1720, cuando el instrumento fue terminado: se trata de una pieza que puede valer más de 20 millones de euros y que corresponde al periodo final de la maestría del artesano, que realizó 450 violines de los que se tenga constancia a lo largo de su vida, todos ellos, instrumentos poderosos, pero uno en particular: el último. Al menos, así lo imagina el escritor Alejandro G. Roemmers en “El misterio del último Stradivarius” (Planeta).
“Se trata del violín que, en el ocaso de su vida, Antonio Stradivari construye, volcando todos sus conocimientos y su pasión. Este instrumento es el protagonista de la novela. Hablamos de un objeto excepcional que motivaba la codicia y la compasión de los hombres, y que, para mí, simbolizaba la eterna pugna entre la bondad y la maldad”, dice el novelista argentino por las calles de la ciudad italiana donde se ambienta parte de la historia. Cremona es la ciudad de la lutería (de allí eran también originarios los Guarnieri), una actividad artesana con algo de alquimia que es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. La Escuela Internacional de Lutería de la pequeña localidad atrae cada año a decenas de estudiantes de todas partes del mundo que llegan para aprender los secretos, tanto del interior como del exterior de estas pequeñas piezas de madera mágicas a las que atribuyen casi un poder espiritual sanador. "En la novela, todo aquel que entra en contacto con el último Stradivarius se convence de que su sonido tiene propiedades mágicas y produce milagros. Esto no es así, es una creencia de estas personas que se persuaden de sus poderes y lo convierten en un amuleto y un símbolo, como en su momento lo fueron Excalibur o Tizona. Yo creo que los violines Stradivarius son lo más cerca que el ser humano ha estado de la perfección en la confección de instrumentos y que son esa clase de obras que trascienden a su creador, que llegan a ser inmortales”, apunta el escritor.
Ese instrumento fascinante también desata la codicia y los bajos instintos. Se dice que el arte hace a las personas mejores, pero los nazis disfrutaban de la música clásica. “Pienso que el arte cumple una función individual, pues establece un diálogo entre el pintor y el lector, el compositor y el oyente, el artista y el espectador. Este puede llegar a ser tan profundo e íntimo que muchas veces es capaz de despertar una reflexión en la persona, que puede dar lugar a un cambio de conciencia”, sostiene el autor de la obra, que sigue al instrumento a través de los siglos –de las guerras napoleónicas a los campos de concentración- hasta la investigación de un crimen ocurrido en Paraguay. “Una de las manifestaciones más emocionantes de resistencia del alma humana que conozco es el arte que nació en los campos de concentración, esos prisioneros que, a pesar de las enormes adversidades, le robaban horas al sueño o a las pocas pausas en el trabajo para, a escondidas y corriendo un gran riesgo, escribir unos versos o hacer bocetos. En los momentos de gran adversidad el ser humano es capaz de lo peor, pero, también, de lo mejor”, asegura el escritor.
¿Por qué eran especiales los violines Stradivarius? Von Arx: “Porque él se acercó a los más grandes intérpretes y compositores del mundo del violín, que estaban en Italia en el momento, con Vivaldi, el Jimi Hendrix del violín, a la cabeza. Stradivari les da un instrumento moderno, que es capaz de ser polifónico. Cuatro cuerdas para el barítono, bajo, tenor y mezzo soprano. Ya no es un instrumento de acompañamiento, ahora es el gran solista, potente y versátil”. La música ha cambiado con Bach y el Stradivarius es su guitarra eléctrica. ¿Por qué es tan poderosa la música como forma de arte? “Creo que la música está en todas partes y yo la he disfrutado desde muy pequeño. Es una forma de arte omnipresente, que está en la sonoridad de las palabras de la poesía y también en la belleza de la creación. Por eso hay que darse espacio para sentarse en silencio y disfrutar cuanto nos rodea, incluido el sonido de los pájaros, el rumor de las olas o el rumor de las hojas que el viento arrastra”.
El último texto de Vargas Llosa
El libro aparece publicado con una sorpresa: el prólogo del Premio Nobel Mario Vargas Llosa, fallecido hace tres meses. “Con Mario compartimos muchas conversaciones y el amor por la música. Teníamos la costumbre de acudir a los conciertos en Salzburgo”, explica el autor argentino. “Mario leyó uno de los primeros borradores de la novela, fue uno de los primeros diez lectores de ''El último Stradivarius'' -dice Roemmers-. Yo esperaba un comentario, una crítica, nunca un prólogo así. Creo que fue una reflexión, un testimonio sobre el conjunto de mi obra. Me conmovió mucho. Comenzó escribiéndolo y terminó dictándolo, y es el último texto que lleva su firma”.
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