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Andrés Trapiello y la novela de las dos Españas
La escritor publica «Me piden que regrese», una novela que busca la reconciliación tras la Guerra Civil
Como recuerda Andrés Trapiello, la izquierda española «perdió la guerra pero ganó los manuales de literatura» y también buena parte de las cátedras académicas. Así se construyó un relato que seleccionaba a unos autores, más implicados o significados políticamente con esa causa para formar parte del canon de la segunda mitad del siglo XX, asunto en el que entró a desbrozar favoritismos y a remediar olvidos una obra del escritor leonés, «Las armas y las letras», ya considerada indispensable pero que en su momento provocó no pocas escoceduras. Por esta razón «ambiental», además de porque la posguerra y el franquismo causaron un tremendo desgarro en todos los ámbitos de la sociedad española, la literatura que se hizo en España durante ese periodo siempre fue «de parte» o «de bando». Autores de izquierdas escribían novelas de izquierdas para lectores de izquierdas, algo que podía decirse igual para los conservadores. Sin embargo, pocas novelas han tratado de recoger ambos puntos de vista, ambas visiones sin deshumanizar a la otra hasta la fecha. Trapiello ha intentado precisamente eso en «Me piden que regrese» (Destino), su nueva novela, ambientada en el Madrid de 1944.
«Esta no es una novela de política, ni de posguerra, ni de España, sino de amor y aventuras, pero nunca me había encontrado con una que sirviera a los dos bandos y me daba la impresión de que a la literatura española le hacía falta un relato común. A España le hace falta un relato común. Los libros de historia, las crónicas, son divisivas. La gente siempre va a discutir los hechos, porque los hechos son controvertidos. Pero nadie en su sano juicio discutiría un personaje de ficción. Por eso tenía la voluntad de escribir una novela que englobara las dos posiciones. Pienso que si la crónica o la historia es fuente de discordias, la novela y la ficción es el lugar del reconocimiento y de la reconciliación, es donde todo el mundo se pone de acuerdo», dice el escritor en el salón de su casa.
[[H2:El «revisionismo»]]
Todos somos portadores de esas simpatías, de esos prejuicios, de ideología. Sin embargo, la misión de un escritor es justamente la de entender cualquier punto de vista, incluso el del ser más alejado de uno mismo, o el más despreciable. ¿Por qué no ha habido una novela más «ecuánime» en España? «Me cuesta entenderlo, pero cuando piensas que la obra de Chaves Nogales, que hoy es insoslayable, o incluso de Clara Campoamor, tardaron 50 años en resucitarse y desenterrarse porque estaban en el olvido, te das cuenta de algunas cosas. Hemos tenido que revisar todo para ver de manera ecuánime lo que ocurrió. La palabra revisionista se ha utilizado tantas veces de manera peyorativa sobre los que hemos tratado no tanto de revisar como de releer, pero al final ha resultado ser al revés. Quienes están revisando la historia son aquellos que intentan decirnos que la república fue una época gloriosa o tratan de imponer unas leyes de la memoria democrática determinadas».
Trapiello ha abordado ya antes el lugar y el tiempo de esta nueva obra: «Madrid, 1945» abordaba el asesinato de unos falangistas. El autor defiende que el mayor malentendido sobre la época es que se potencian más las sombras que las luces. «La literatura de esos años es siniestra y sombría porque la tristeza y la desdicha son mucho más fotogénicas que la felicidad. Como decía Tolstoi, todas las familias felices se parecen, pero solo las desgraciadas lo son a su manera. Pero en esa década hay felicidad y ganas de divertirse y felicidad incluso parcelas de libertad encima del dolor». La literatura puede ser balsámica: «lo es. Y me encantaría que mucha gente lea esta novela, no por una razón interesada, sino para que encuentren un territorio común. Uno no escribe para cambiar el mundo, pero la ficción tiene ese poder».
Trapiello se reconoce un «escritor marcado» debido a algunas de sus opiniones. «Pero hoy en España están marcados desde Felipe González a Alfonso Guerra y otros muchísimos. No es que yo me sienta un maldito (sonríe). Curiosamente hoy la mayoría está marcada y gobierna una minoría. Culturalmente hoy se diría que vivimos en una dictadura donde lo ‘‘woke’’ es hegemonía. Pero que conste que no quiero presumir de nada. Somos muchísimos, y no me siento en absoluto nadie especial». ¿Se siente en la fachosfera? «Ya todo es igual. Cualquiera que opine en contra no ya del gobierno sino de algunas ideas, o sea partidario de los toros, por ejemplo, no puede salir a la calle. Es ridículo y creo que tiene una vida bastante corta. La cultura es pendular y ahora estamos aquí y pasamos al otro extremo. Las ideas ‘‘woke’’ serán como los pantalones campana».
Madrid, y el habla de los años 40
«Yo venía de estudiar, por el libro de Madrid, del maquis y del Rastro muchas historias de Madrid porque es una ciudad muy dividida. La mitad era republicana neta y la otra mitad, franquista. La ciudad es un fractal de lo que era España», dice Trapiello de un lugar que ama. «El piropo más grande que me pueden hacer es llamarme madrileño. Me siento madrileño de cuerpo y alma y las historias que cuento de Madrid me las encuentro sin ir a buscarlas, yo solo las devuelvo. Le debo todo a Madrid». En esta novela capta un castellano particular, que, para lograr destilar, tuvo que «hacer oído»: se releyó «las 15 novelas canónicas de la época y otras 15 muy malas que me ayudaron todavía más, porque, al ser más ramplonas, están hechas con mimbres a flor de la vida cotidiana». Y así logró retroceder ocho décadas.
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