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Literatura

Juan del Val: «Han intentado matarme a mí y a la novela y les ha salido fatal las dos cosas»

El escritor sale al paso a las críticas a su novela en la FIL y asegura que «desde hace unas cuantas semanas intentan reventarme y echar por tierra todo mi trabajo»

Juan del Val, en la FIl de Guadalajara, México
Juan del Val, en la FIl de Guadalajara, MéxicoAlberto R. Roldán

«Fui un niño feliz que vio cómo la vida se torcía a los 13 o 14 años». La voz de Juan del Val resopla con melancolía al recordar la adolescencia. El escritor arrastra consigo una de esas vidas paradójicas que acaban siendo un éxito a base de torear con equívocos y lidiar con desaciertos. Su primera juventud acabó descarrilando por una involuntariedad que le mandó a la cuneta de la autoestima. «Empiezo a suspender en sexto de EGB. Recibo presión. No me ubico y, además, era disléxico, cuando en los colegios no se diagnosticaba, y eso se suma a un niño que era sensible y al que le afectaban las cosas mucho. Todo esto me destroza».

Juan del Val hoy es un reconocido escritor, ganador del Premio Planeta, y quizá por ese motivo se pregunte si tiene sentido ahora, desde la cima de este momento de gloria, cuando presenta precisamente su novela en la FIL de Guadalajara, recordar de dónde proviene, cuáles son sus raíces, los orígenes humildes de su familia, los escalones torcidos que jalonan su pasado y la mentira que en una ocasión improvisó para salir hacia adelante y que nunca acabó siendo una mentira porque nadie le preguntó. «Al final me pongo a trabajar para huir de los estudios, de la presión familiar, y a los 17 años estaba ya en la construcción, en la obra, no como albañil, que si yo levanto un tabique, seguro que sale torcido, sino sacando muestras del de hormigón... Tengo una gran admiración por las personas que trabajan ahí, pero, en mi caso, yo viví todo eso como un enorme fracaso, como un infierno. Ahora soy una persona mayor, pero todavía me cuesta pasar al lado de una obra, que para mí es un lugar inhóspito. Las obras son donde más calor hace y también donde más frío hace. El ruido del metal y todos esos sonidos me han marcado mucho, y todavía me afecta escucharlos. Mis hermanos siempre han sido buenos estudiantes; yo, en ese momento, no y, encima, la gente que veía a mi alrededor era toda mayor y toda sin estudios. Yo respeto mucho a las personas empleadas en las obras y todavía tengo varios amigos que viven de eso, pero, para mí, no me gustaba y para mí era fracasar».

«A lo largo de mi vida he ido saliendo del barro. Eso es algo que también la gente puede poner en valor»

Juan del Val se sincera y relata «el agobio» que sentía en esa época, cómo vivía todo con ese «disgusto» y cómo «todo se iba complicando» hasta que, incluso, «me metí en un gimnasio de boxeo, a finales de los 80, en Leganés. Aquello era de verdad; los guanteos eran de verdad, y esos vestuarios... como que había demasiada violencia a mi alrededor, toda era demasiado áspero». El escritor narra estas vivencias y recuerdos, a lo mejor, porque considera que hay cosas que convienen conocerse, sobre todo en este momento que ha recibido tantas críticas, no literarias, sino de todo orden. «A lo largo de mi vida he ido saliendo del barro. Eso es algo que también la gente puede ponerse en valor, digo yo, en lugar de intentar reventarme, como pasa desde hace unas cuantas semanas; intentar echar por tierra mi trabajo o tratar de ridiculizarme, decir todas esas cosas tan brutales sobre mí. Creo que se podría haber tenido algo más de sensibilidad, tener interés por el esfuerzo que hay detrás de un trabajo o mirar cómo he llegado a este lugar, lo que me ha costado y preguntarse, que tampoco estaría mal, quién es ese tipo que ha subido a la escena ahora».

Juan del Val no duró en la obra. Una pelea, de la que no se siente orgulloso, con su jefe, propició que lo echaran y a sus veinte se encuentra de repente huérfano de estudios y sin profesión, sin porvenir, sin saber por dónde tirar, pero con voluntad. Y eso pesaba. Ha empezado a «tratarse», a pasar por psicoanálisis, dos veces por semana. Eso, admite, le ayudó a estar mejor, sosegar los demonios que llevaba por dentro, pero la realidad es que continúa sin oficio ni beneficio. Convivía con la «sensación de que llegaba tarde a todos los sitios».

Una época dura

La solución que se da entonces es la más literaria que hubiera podido discurrir: reinventarse. Imaginarse una ficción. En concreto, la de un chaval que se llama Juan del Val, de manos limpias de las durezas habituales que dejan la construcción y el pugilismo; un estudiante de periodismo que es aplicado, que va a clase y al que le gustan las corridas de toros. De hecho, incluso llegar a acudir a la facultad, pero solo para memorizar las asignaturas que se cursan cada año y el nombre de los profesores que imparten cada materia en clase. Patricia Highsmith lo aprobaría, sin duda.

Con eso en la mollera, se presenta en un diario. Le gusta la tauromaquia, así que contacta con un crítico taurino al que admira y le cuenta que es un «estudiante de periodismo y que quiero aprender». «Cuando entré en esa redacción, me dije a mí mismo: esto no se me va a escapar ni de coña. Desarrollé mi capacidad de mentir, pero luego nadie me preguntaba nada sobre la universidad. Me fui al Corte Inglés, me compré un curso de redacción periodista y empecé...». Comenzó escribiendo lo que le encargaban, como todos, aunque en sus inicios ni siquiera sabía dónde estaban las letras en una máquina de escribir, pero sin amilanarse ni arredrarse por lo que pudieran pensar o decir.

«En toda esta campaña hay un término que se ha repetido constantemente: le han regalado el premio»

«Yo no soy ejemplo de nada, pero es cierto que al analizarme con perspectiva tengo claro que los valores de mi infancia influyeron en mí. Me los dieron mis padres: como la determinación, que proviene de mi madre, que ha logrado cosas brutales en su vida y que me inculcó la siguiente idea: si quieres hacer algo, hazlo; si hay una pared y la quieres atravesar, hazlo; que quieres escribir una novela, pues escríbela. Esto como motor es fabuloso. La contrapartida es que ser hijo de una madre así te deja poco margen para ser débil y esto para un niño no es lo mejor que te puede pasar».

Esta lección no la ha olvidado. Parece incluso que le he venido muy bien ahora, en un momento dulce y duro a la vez. Dulce, por las ventas de su libro, que van como un rayo desde el primer día, y duro, por el ensañamiento que le dedican algunos. «A mí desestabilizarme es muy difícil. Por eso trata de hacerme daño con un tuit es muy complicado. Sobre todo en alguien como yo, que considera que su vida es un acontecimiento». Pero hay algo más, como admite él mismo al recordar, durante la presentación de su novela en la FIL, las críticas que está recibiendo: «Han intentado matarme a mí y a la novela y les ha salido fatal las dos cosas».

El escritor sostiene que «el odio que se ha vertido contra mí en estas últimas semanas se concentra en otra persona menos fuerte o con menos perspectiva que yo a la hora de analizarse y le pueden hundir por completo. Un crítico, del que no voy a decir el nombre, ha dicho «que soy una mierda de persona», no de escritor. Bueno, yo a este señor no lo conozco de nada y que diga eso de mí, así por querer... Supongo que es notoriedad. Como lo de una librera que ha dicho que he escrito una novela machista, y que de nuevo eso genere titulares o empuje a su vez una corriente para ridiculizar todo lo que escribo, o que todo lo que hago tenga esa repercusión... Si no te gusta mi libro, bien, pero no se puede pasar a lo personal. Pero yo he visto a instagramers que por hablar de mí han tenido 20.000 likes que de otra manera no hubieran tenido... Han sido estas unas semanas... Sabía que iba a pasar, por eso creo que también tengo algunas virtudes que se pueden destacar, que también los demás se pueden fijar en algo de lo que he hecho antes o cómo he pasado de una carretilla de hormigón a recoger un premio literario. A lo mejor también tengo algo dentro para contar, a lo mejor también entiendo algo de emociones de algunas cosas de las que estoy diciendo».

«Soy crítico con el poder. Critico a Sánchez y, cuando critique al que venga, ¿me llamarán rojo?»

Juan del Val progresó muy pronto. De un diario, a varias revistas, a la radio, la televisión; un viaje que pasó de la sección de noticias al reportaje y de los toros a todo lo demás, y la literatura. «Empecé en la escritura profesional con el encargo de un libro. Había que escribir una cosa y esa es la primera vez que lo hice, que escribí para otra persona. Sí, fui un negro. Mi primera novela no la firmo, pero veo que me gusta y es el primer vínculo con la ficción». Este sendero lo inicia con su mujer, Nuria Roca; luego ya hace el recorrido solo hasta hoy. «Durante un rato les ha dado por mí, por mi novela, pero para mí es una oportunidad para coger más lectores. Pero nada... Yo siempre he sido crítico con el poder, también con Isabel Díaz Ayuso, bastante, aunque no lo parezca, pero me han convertido en un personaje y solo ven cómo castigo a Sánchez, pero no a Ayuso. Trato de ser coherente, no casarme con nadie. Este gobierno cambiará, el hormiguero seguirá ahí y yo seré crítico con los que vengan, y entonces me llamarán rojo. Hasta ahora, conmigo, se ha sido demoledor. Lo acabo sacando todo humor».

Juan del Val añade una coda a sus declaraciones para puntualizar: «En toda esta campaña hay un término que se ha repetido constantemente: le han regalado el premio. Yo creo que hay un poco de injusticia en esto, poco interés por saber la trayectoria de mi vida. Pero eso de que, como está en la tele… No estaría mal un poco más de curiosidad por conocer lo que hay ahí...». Y es aquí, a lo mejor, en este punto, cuando mirar al pasado tiene más sentido.