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La Guerra de Portugal: luces y sombras de un conflicto olvidado

Enrique F. Sicilia publica un nuevo ensayo sobre el ascenso de los Braganza y la independencia lusa

Carlos IV siendo proclamado rey, en un cuadro del pintor portugués Veloso Salgado
Carlos IV siendo proclamado rey, en un cuadro del pintor portugués Veloso Salgadowikimedia

Tan cerca y tan desconocido, podría decirse del conflicto que aupó a la casa de Braganza como nueva dinastía reinante de Portugal, sustituyendo a la de Habsburgo. Fue la llamada guerra de Restauración portuguesa (Guerra da Restauração) que puso fin a la Unión Ibérica. La Monarquía Hispánica de Felipe IV, asediada por múltiples enemigos, encontró en Portugal un contumaz adversario que le disputó la posibilidad de volver a ser un reino independiente y lo consiguió. El historiador y profesor Enrique F. Sicilia Cardona, vocal de la Asociación Española de Historia Militar, ha publicado “La guerra de Portugal (1640-1668)” (Actas), un ensayo de historia militar que recupera un hecho opacado de nuestra Historia, que marcó el declive de los gloriosos Tercios españoles y fue el verdadero fin de la hegemonía española en el Continente. “He querido recuperar un momento histórico poco tratado o bastante arrinconado, cuando es quizá el momento más trascendental de nuestra historia peninsular. Me chocó esa ristra de derrotas finales de la poderosa Monarquía Hispánica ante los portugueses, que no parecían tan fuertes”, explica Sicilia Cardona sobre los motivos que lo llevaron a interesarse por este acontecimiento. Para él, “esta es una guerra que España nunca debió perder, éramos mucho más fuertes y con la derrota perdimos ese imperio global de la humanidad. Fue un momento crítico de nuestra historia peninsular, un periodo funesto totalmente soterrado y olvidado, aunque no en Portugal, para ellos es una guerra clave, vital, muy investigada y contada, la de la “Restauração”, la vuelta a ese pasado mítico y romántico de independencia del Reino de León”, significa el historiador.

El eje vertebrador del libro es el contexto militar. “En realidad hubo más éxitos que fracasos, aunque estos últimos fueron más decisivos para el devenir de la contienda”. Pero, ¿cuáles fueron entonces las causas por las que perdió la Monarquía Hispánica y vencieron los portugueses rebelados? “Son varios los motivos –explica el autor-, primero se dio prioridad a Cataluña ante la amenazante presencia francesa ayudando a las tropas catalanas, esto fue clave para bascular la fuerza interna. La imprevista derrota de Montjuich en 1641 fue clave para centrarse allí y retrasar lo de Portugal, aparte del teatro principal de Flandes que fue un sumidero de hombres y dinero para la Monarquía, y luego Lombardía, que también era vital para las aspiraciones de hegemonía en el continente”. Por otro lado, dividir fuerzas en varios ejes en lugar de concentrarlas en un único ejército fue otra causa. “A mi juicio, la estrategia hispánica al invadir Portugal fue equivocada, cuando quieren ocuparse de él es demasiado tarde, ya tienen escudos abaluartados defensivos en el Alentejo, donde estaba el teatro principal junto a Extremadura. Además teníamos fuerzas por Castilla –Salamanca- y en Galicia, que estaba lejos y, aunque por allí tienen Porto, Coímbra… hay un camino muy largo hasta Lisboa. No puedes iniciar una invasión por tres ejes diferenciados si no tienes mucha superioridad numérica, y nunca la tuvieron. Se entretuvieron en la complicada política de tomar plazas fuertes y descuidaron otros sitios, una estrategia anticuada y muy difícil, pero de la que se dieron cuenta demasiado tarde, por eso fracasaron en Montes Claros –explica-, la Monarquía se había desgastado en proyectos costosos perdiendo recursos financieros, hombres y la logística necesaria y se enfrentaba a un ejército muy entrenado y disciplinado que luchó con determinación dirigidos por mandos capaces y con ayuda exterior, entre los que destacó el mariscal Schomberg, la mejor mente militar de la contienda enviado por el Luis XIV”.

Además, a estas invasiones les falto el apoyo de una Armada fuerte y contundente, eso también fue clave. La conjunción naval y terrestre para ayudar en el bloqueo de Lisboa era vital y hubiese sido decisiva. La derrota naval de los Downs en 1639 aceleró el golpe y nos dejó sin respuesta marítima para posteriores invasiones, sobre todo en la tercera fase de la guerra con la amenazante presencia de la armada inglesa en favor de Portugal. Este fue otro aspecto crucial en el devenir de la contienda, “la ayuda extranjera a los rebeldes portugueses –señala Sicilia Cardona-, sobre todo Francia, que fue la potencia que directa e indirectamente ayudó más claramente a la independencia de Portugal, su invasión de Cataluña fue clave para iniciar esa división estratégica, lo hicieron a propósito porque llevaban años intentando provocar –con Luis XIII y XIV- ese frente interno que desgastase a la Monarquía. Por otro lado, los neerlandeses hicieron un doble juego, eran aliados portugueses en esta guerra peninsular, pero luego atacaban sus posiciones ultramarinas y el golpe de gracia fue la Inglaterra de Carlos II, que en 1662 ayudó con tropas poderosas y con la Royal Navy, que ya empezaba a ser una fuerza de primer orden, tres grandes aliados con los portugueses que fueron determinantes para derrotar a la Monarquía Hispánica”.

Grabado que ilustra el asesinato del rey Carlos I de Portugal
Grabado que ilustra el asesinato del rey Carlos I de PortugalLa RazónLa Razón

El final de los gloriosos Tercios españoles

Desde el punto de vista militar, la contienda se condujo con claras reminiscencias de la Guerra de los Treinta Años, apenas hubo evolución en los ejércitos respecto a Flandes, Italia o Alemania. “Esos grandes escuadrones de los tercios del siglo XVI se fueron aligerando, perdiendo fondo para ganarlo con más frente con tiradores tipo arcabucería y sobre todo mosquetería. La artillería se utilizó muy poco, quizá algo más en los asedios y, junto a la infantería, fueron menos decisivas. De las tres armas, la que más me ha sorprendido –explica el autor- es la caballería, que es la fuerza predominante en esta guerra y clave por su mayor movilidad; gracias a ella dominamos las dos primeras fases con determinación y potencia de choque que dieron triunfos claros. En cambio hay una pérdida de nivel de la infantería, de los famosos tercios españoles, sobre todo en esa tercera y decisiva fase final. Para mí, la época gloriosa de los Tercios se acaba aquí. Se hablaba de Rocroi, pero se demostró que no aún obtuvieron grandes éxitos. Creo que Montes Claros es la última ofensiva de esa gallarda infantería mítica y legendaria, casi inhumana por las proezas que hicieron, pero que llegó a su límite y al final se enfrentó a un ejército con un nivel táctico similar, incluso moralmente superior”, afirma Sicilia Cardona.

Pero el alzamiento separatista por la independencia de Portugal, “para nada fue un levantamiento popular generalizado, fue protagonizado por un grupo de conspiradores en torno a don João, el acaudalado VIII duque de Bragança –significa el historiador-, una élite dirigente de portugueses que, molestos con el conde duque de Olivares por distintos temas, entre ellos el fiscal, aprovecharon el momento propicio para rebelarse, pero nunca fue un alzamiento nacional, de hecho, Madrid mantuvo durante toda la guerra una corte de portugueses leales a la casa de Austria y en algunos lugares, como en la zona norte, apenas hubo aceptación del levantamiento de Lisboa. Esta élite rebelde tuvo que legitimarse poco a poco y aunando voluntades hasta que al final consiguieron la independencia

que buscaban”. El 17 de junio de 1665 junio, Schomberg derrota al ejército español del Marqués de Caracena en la batalla de Montes Claros y España abandona la lucha, pero la paz no será firmada hasta tres años después en el Tratado de Lisboa, tras el cual, después de 28 años de guerra, Portugal era ya un reino independiente de la Monarquía Hispánica, la Unión ibérica había quedado definitivamente rota.

La inteligencia militar

Para cualquier Estado es importante tener un buen servicio de información, la llamada inteligencia militar. Sicilia Cardona dedica un apartado a narrar los pormenores de los agentes secretos españoles en Portugal. “La Monarquía Hispánica siempre tuvo una gran red de información ya desde Carlos V y sobre todo con Felipe II hay una explosión. Felipe IV mantuvo un sistema muy eficaz, incluso con un espía mayor o jefe de espías, unas redes fundamentales para conocer las debilidades y fortalezas de los oponentes y a partir de esa información planificar estrategias o campañas, algo que hicieron ambos bandos. Ese es un motivo interesante más de esta guerra –señala-, aunque quizá por experiencia, tradición y fondos económicos, el sistema español estaba más desarrollado”, explica. Otro aspecto de la inteligencia militar es el de usar sicarios para eliminar a los cabecillas rebeldes. “Felipe IV intentó descabezar el alzamiento tratando de eliminar mediante el asesinato selectivo a don João IV y esa Corte postiza o doble que crearon los Bragança en Lisboa, pero los portugueses tuvieron la habilidad suficiente para descubrirlo, evitarlo y poder escapar”, concluye.