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¿De verdad Miguel Primo de Rivera fue ludópata y promiscuo?

Alejandro Quiroga publica una biografía que presenta al dictador como “un ser humano”, escribe

El presente libro sostiene que Miguel Primo de Rivera fue un falso católico
El presente libro sostiene que Miguel Primo de Rivera fue un falso católicoAfp.La Razón

Está bien que un historiador aferrado al estructuralismo de raíz marxista llegue a la importancia de lo político para explicar la Historia. Ahora bien; no hay que confundir historia política con política historiada. Solo así se explica que Alejandro Quiroga presente su obra como novedad historiográfica por ser una biografía supuestamente inmersa en su contexto político, o que afirme que quiere presentar al dictador como «un ser humano». Pues claro. ¿Qué creía que era?

Este camino de iniciación hace que el libro tenga un índice y tono marcados por una clara intencionalidad política, algo ajeno a la labor del historiador. Inmerso en esa batalla, Quiroga quiere desmontar el mito y la caricatura de Primo de Rivera, y contar sus «aspectos más siniestros y crueles» (pág. 14). Al final de la reseña desvelo la intención del autor.

El libro, «Miguel Primo de Rivera Dictadura, populismo y nación», cuenta lo ya conocido, presente en biografías anteriores de Primo, para mostrar que todo se va preconfigurando para el imitador de Mussolini, aspecto en el que insiste Quiroga. Este apriorismo es sumamente engañoso, y se suele usar para conducir al lector al prejuicio del autor. Luego la obra desarrolla las tradicionales etapas de la dictadura sin que haya ningún descubrimiento reseñable.

Entre medias, Quiroga cuenta la imagen de líder carismático, el culto a la personalidad y la nueva masculinidad que supuso el dictador, aunque con un nivel conceptual y analítico algo superficial para un politólogo. Por ejemplo, Quiroga despacha el voto femenino en la dictadura en un escueto párrafo (págs. 114-115), sin referencia al contexto sufragista, entre otras cosas.

No falta la referencia al proyecto de nacionalización para «la formación de un nuevo ciudadano de corte autoritario» (pág. 199). Debió triunfar, porque los dirigentes de la Segunda República no destacaron por su amor a la democracia pluralista y a la libertad garantizada, por mucho que el autor se empeñe en lo contrario.

En resumen, Quiroga sostiene que Primo fue un ludópata y un promiscuo, asesino de sindicalistas, carcelero de la oposición política, genocida de la población civil de Marruecos, imitador de Mussolini, un falso católico, un regeneracionista autoritario y nacionalista, un populista y un mentiroso. Además, dice, su proyecto de cambio fue un engaño porque la dictadura solo tuvo el objetivo de que continuara el «sistema socioeconómico». Por eso mentía y daba a la prensa «posverdades», al tiempo que adoctrinaba en cuarteles, escuelas, iglesias y fiestas populares.

Silencio socialista

Bien. Pues este fue el dictador con el que colaboró el PSOE, que sabiendo tanta tropelía cerró la boca para beneficiarse. Es aquí donde el libro deja perplejo. ¿Por qué faltan el PSOE y la UGT en una biografía de Primo de Rivera? En 400 páginas se cita solo dos veces a Largo Caballero a pesar de que fue consejero de Estado con el dictador desde octubre de 1924. No menciona a Julián Besteiro, que defendió colaborar en el plan de Primo para crear un bipartidismo compuesto por el PSOE y la Unión Patriótica.

También sorprende que un libro empeñado en la importancia del contexto internacional para explicar los sucesos de España, y en la querencia por las dictaduras y el desprecio a la libertad en aquella época, no haga ninguna referencia a la Rusia de Lenin y Stalin. ¿Sugiere el autor que el régimen soviético era una democracia pluripartidista en la que se respetaban los derechos humanos y no influía en el resto de Europa?

Todo esto resulta extraño. Parece que el autor quiere ocultar hechos trascendentales que no sirven para su relato político. Esa ocultación no se sabe si es por simpatía de Quiroga hacia la izquierda, o porque su inclusión hubiera desvirtuado o matizado el perfil que construye de Primo de Rivera.

Quizá la ocultación de la colaboración del PSOE y la UGT responda a la intención expresada por Quiroga de ayudar a los «movimientos memorialistas» (pág. 298) que quieren que se derribe la estatua de Primo en Jerez, donde gobiernan precisamente los socialistas. El monumento no se retiró porque es de 1929, lo que es interpretado por los amigos memorialistas del autor como un visión «leguleya» de la Ley de Memoria Histórica.

No obstante, Quiroga se consuela con que los «movimientos feministas y antirracistas» hayan impulsado una revisión de la dictadura primorriverista en las series de ficción de TVE. No falta al final la típica alerta sobre el «auge de la extrema derecha», y el consejo de que la historia nos sirva de «advertencia». Aunque no creo que dicha advertencia vaya dirigida al PSOE para que no colabore con ningún dictador más, por mucho que lo beneficie como partido y sindicato.

Todo este cuento pertenece a un revisionismo ideológico, que con frecuencia desvirtúa los hechos o los oculta para crear un relato partidista del pasado. Este tipo de libro, en fin, no tiene como objetivo una mejor comprensión de lo ocurrido ni del personaje, sino que cabe enmarcarlo en la campaña izquierdista que en las últimas décadas manosea la Historia para hacer activismo político.

  • «Miguel Primo de Rivera Dictadura, populismo y nación» (Crítica), de A. Quiroga, 416 páginas, 23,90 euros.