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Obituario
Muere Frederick Forsyth, precedente de la narrativa geopolítica
El afamado escritor ha muerto dejando tras de sí un gran número de obras llevadas al cine, tan amenas de leer como analíticas en torno a la realidad política internacional

El escritor británico Frederick Forsyth, reconocido por su novela "El día del Chacal" y por revolucionar el thriller político y de espionaje, ha fallecido a los 86 años, según ha confirmado su agente. "Lloramos el fallecimiento de uno de los mejores escritores de suspense del mundo", anunció Jonathan Lloyd a través de un comunicado. Autor de más de 25 libros, labró una trayectoria literaria que le hizo merecedor de una fama internacional, vendiendo más de 75 millones de libros en todo el mundo.
La editorial española que publica las obras de Frederick Forsyth, que había nacido en Ashford, Inglaterra, en 1938, acostumbra a colocar una marca, a modo de sello, en las cubiertas de su novelas. Pone: best-seller, como indicando que el hecho de ser un superventas puede atraer más ventas. Y, ciertamente, fue así para un autor que se convirtió en uno de los preferidos del público aficionado al thriller literario. Su mejor novela, o al menos la que más impacto disfrutó, fue “Chacal”, que daba inicio así: “En París, a las seis y cuarenta minutos de una mañana de marzo, hace frío; y el frío parece aún más intenso cuando un hombre está a punto de morir frente al pelotón de ejecución”. Tal era el estilo del autor británico, directo, accesible para todo tipo de lectores, como si sobrevolara el cielo y no tuviera tiempo que perder, como si aún fuera el piloto más joven de la RAF.
Realmente, Forsyth tomó las aventuras en la vida y las convirtió en literatura, como cuando fue corresponsal de la agencia Reuters, lo cual le daría la inspiración para “Chacal” (1971), estando en París; allí fue testigo del atentado contra la vida del general Charles De Gaulle en 1962. El protagonista de esta historia era un piloto de motocicletas y aspirante a torero en Málaga, y es que Forsyth conoció España al estudiar en una universidad de Granada. Recibió algunos premios, como el de Escritores de Misterio de América en 1971, además de ser Caballero del Imperio Británico, distinción por una carrera que contó con otros títulos como “Odessa”, “Los perros de la guerra”, “El cuarto protocolo”, “El manifiesto negro”, “El afgano” o “La lista”.

Desde luego, a Forsyth se le puede encasillar fácilmente dentro del género del suspense político, pero una mirada más detenida revela que no sólo fue un novelista de espías, sino también un cronista anticipado de las tensiones globales. Su prosa era incisiva, de una claridad quirúrgica, dentro de una arquitectura sofisticada, pues la estructura de cada una de sus obras escondía un planteamiento sutil e inteligentemente pensado. Por supuesto, su estilo seco y hasta descarnado iba dirigido a no demorarse en adornos de ninguna clase, en una lección de economía de recursos que incluso podría recordarnos al tono de un informe confidencial o de un cable diplomático, fruto sin duda de su paso por el periodismo de guerra. Es la preferencia del dato frente al adjetivo y que tan útil e influyente ha sido para toda una generación de guionistas y escritores actuales.
Asimismo, el lector comprobará que los héroes de Forsyth eran profesionales, lo que le alejaba del socorrido recurso de convertir un hombre de a pie en un individuo valiente y capaz de todo que tanto ha explotado el cine; sus personajes principales casi siempre eran agentes de aduanas, burócratas o excombatientes, pues en su universo, la inteligencia resultaba más importante que la fuerza, y la información valía más que el plomo. Por otra parte, apenas se ha destacado el hecho de cómo Forsyth anticipó realidades gracias a su capacidad para detectar patrones históricos y proyectarlos. En “El manifiesto negro”, por ejemplo, vaticinó las lógicas que regirían la descomposición de regímenes totalitarios africanos y la instrumentalización de la ideología como fachada del poder. En “El cuarto protocolo”, bosquejó un escenario de desestabilización nuclear que, si bien ficticio, reflejó los temores estratégicos de la Guerra Fría tardía. Forsyth partió de lo real, lo verificó y lo amplificó, y esa distancia entre la verdad y la ficción es donde se gestó su particular forma de verosimilitud narrativa.
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