Internet

«Login», así se mandó el primer mensaje por internet hace 50 años

La era digital comenzó con una breve palabra enviada desde un laboratorio en la UCLA a otro ordenador en el Stanford Research Institute

Leonard Kleinrock envió el primer mensaje de Arpanet el 29 de octubre de 1969
Leonard Kleinrock envió el primer mensaje de Arpanet el 29 de octubre de 1969larazon

Si Leonard Kleinrock hubiera sido poeta aquella mañana habría tecleado en su ordenador unos versos, quién sabe si de Walt Whitman. Si hubiera sido músico a lo mejor se habría quedado con la letra de «Sugar Sugar», de los Archies, que era el single más escuchado el 29 de octubre de 1969. Pero Leonard era ingeniero informático. Así que se sentó en su despacho de la Universidad de California-Los Ángeles (UCLA), conectó el rudimentario ordenador y escribió «LOGIN», («inicar sesión»). Fue lo primero que se le ocurrió sin pensar, quizá, que ese texto iba a pasar a la historia como el primer mensaje jamás enviado por internet. En realidad, la palabra internet aún no existía. Lo que Kleinrock estaba «logueando» era la primera sesión de Arpanet, la primera red de comunicación entre ordenadores, el embrión de la actual internet, el origen del mundo digital tal como hoy lo entendemos.

Las primeras redes de ordenadores habían surgido, para ser exactos, algo antes, a mediados de los años 60. Pero eran redes en estrella, centradas en un ordenador que servía de nodo de distribución a otros cercanos. Arpanet (Advanced Research Projects Agency Network) era un proyecto del ejército y el gobierno de Estados Unidos para generar redes de ordenadores descentralizadas, comunicadas a distancia y compatibles.

Desde 1960 había ido incorporando a sus filas a diferentes expertos de todo el planeta con intereses y capacidades muy dispares. Allí convivieron el autor de la primera idea de «red galáctica», el profesor Licklider; Paul Baran, que trataba de conseguir un sistema de comunicaciones capaz de sobrevivir a un ataque nuclear, y el propio Kleinrock, obsesionado con crear una red de contactos entre profesores universitarios para poder transmitir con rapidez y seguridad sus trabajos. Todas estas locas ideas fueron conectadas en un solo concepto por Donald Davies, del National Physical Laboratory, en 1965 para crear el primer embrión de una red compleja de transmisión de datos informáticos a distancia.

Pasaron 4 años hasta que por fin el proyecto Arpanet tuvo su primer fruto publicable. El 29 de octubre el nodo de California de la red enviaba un mensaje. Funcionó por primera vez el llamado «primer tramo» de lo que hoy es internet: dos ordenadores situados a varios kilómetros de distancia, en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) y en el laboratorio dirigido por Douglas Engelbart del Stanford Research Institute (SRI), y conectados por una red de 50 Kilobytes por segundo. Aquella era la mayor velocidad de datos posible en esa época.

«Host-to-host»

Había sido enviado el primer mensaje «host-to-host» en la historia de la red. Para acceder al host de SRI desde el host de UCLA, Kleinrock tecleó «log» y el sistema en SRI había sido preparado para completar el resto del comando, añadiendo «in», con lo que se completaría la palabra «login». A fin de asegurar que el mensaje se recibía, se había instalado una línea vocal punto-a-punto entre los programadores. En el extremo de UCLA se tecleó «l» y se preguntó a SRI si la habían recibido. La respuesta fue positiva. Luego UCLA escribió «o» y también desde SRI confirmaron su recepción. UCLA tecleó «g» y el sistema se quedó colgado. Se intentó de nuevo y esta vez sí llegó a SRI la «g». Con la respuesta se pudo completar la palabra «LOGIN». No es un verso de Whitman, pero sirvió para iniciar la era digital.

Redes Fantasmas

En 2020 la industria de ciberseguridad, a nivel mundial, reclamaba «apenas» 4 millones de puestos a nivel global. La llegada del implante cerebral de Paradromics y otros que siguieron su estela ha multiplicado por 20 esa cifra. Y esto se debe a que se ha vuelto una costumbre descubrir que nos han hackeado el cerebro, ya sea con publicidad en forma de malware, ya sea en forma de propaganda política, como solía ser costumbre con las redes sociales. Hoy, en 2029, hackear el cerebro es relativamente sencillo, sobre todo para los más jóvenes, que se conectan inadvertidamente a redes fantasmas que les proponen mundos virtuales. Los médicos ya han comenzado a formalizar el término de secuestrados digitales para quienes pasan su vida conectados. La gran esperanza es la reciente vacuna de la OMS que propone, ante el menor signo de ataque, desconectar nuestro cerebro de la red.