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Entrevista

Monstruas, superficialidad, lenguaje y mujeres: sacudiéndonos la vergüenza de la feminidad con Noemí López Trujillo

La periodista especializada en información de género plantea en "Me dibujaron así" una interesante reivindicación cultural del término a través de la reflexión ensayística salpicada de tintes autobiográficos

La periodista Noemí López Trujillo en La Cantina de El Matadero de Madrid Gonzalo Pérez Gonzalo Pérez

En una de las escenas más arrolladoramente simbólicas del cine clásico presentes en "Testigo de cargo", la señorita Christine Vole, interpretada con ferocidad por Marlene Dietrich, le espeta encaramada al final de unas empinadas escaleras a Charles Laughton el siguiente órdago: "Nunca me desmayo porque no estoy segura de caer con elegancia". En esa afirmación tan radical y femenina y definitoria del engranaje laberíntico de las consecuencias de lo que implica ser una mujer, siempre pendiente de la apariencia, de la demostración testaruda del mantenimiento de la compostura, de la transparencia del aspecto proyectado, de la preservación exigida de lo perfecto, parecen estar concentrados todos los aromas cronológicamente universales de la feminidad.

Los mismos que ahora, un siglo después de la pronunciación de esa frase lapidaria contenida en la obra maestra de Billy Wilder, reivindica Noemí López Trujillo en "Me dibujaron así" con diferentes matices y distintos referentes de lo "femme", pero con el mismo afán de subrayado categórico que la intérprete alemana. Porque explicitar la feminidad no solamente no es pecado ni ofensivo, sino que en ningún caso constituye un ejercicio de devaluación del empoderamiento.

Noemí López Trujillo, periodista @ Gonzalo Pérez Gonzalo Pérez Fotógrafos

Trujillo habla en el libro (que opera en cierta manera como una prolongación literaria de sus reflexiones vertidas en la columna Órbita Femme presente en Newtral) y recuerda en la conversación que mantenemos desde La Razón durante una energética tarde de lluvia en un café Madrid, que su ocultación de los atributos fue temprana: "Estoy en un momento en el que necesito abrazarme a la romantización de las vivencias propias, ¿sabes?. Obviamente viví esto que comentas con mucho sufrimiento, porque al final es la negación de quien tú eres y la imposibilidad de mostrarte al mundo con tu auténtica naturaleza, de ser vista en todas tus dimensiones. Sólo hay una dimensión de ti que puedes dejar ver y eso lo vivía no sólo con un sufrimiento emocional, sino con un sufrimiento material, casi físico, porque implicaba tener que esconderme en el portal para cambiarme de ropa, ocultar la que yo me compraba, ocultar si me maquillaba de una determinada manera, si salía de una determinada manera a la calle, qué zapatos usaba... Tenía que ocultar mi expresión de la feminidad, pero también las herramientas con las que yo quería expresarla. Había un trabajo de ocultación y de estar siempre pendiente de que no descubriesen esas cosas con las que me vestía o que llevaba en determinados momentos".

"El conservadurismo busca consolidar una idea de belleza natural en la que se note que eres femenina pero no de una manera evidente"

Noemí López Trujillo

"La clandestinidad no se la deseo a nadie, pero ha sido importante en mi biografía y en la construcción de quién soy ahora. No sería quién soy si no hubiese tenido que moverme entre las sombras. Es verdad que romantizar el sufrimiento es algo que no debería hacerse como herramienta colectiva de sobreponerse a las hostias que te da la vida, pero en mi caso personal, como herramienta individual para explicarse a una misma, me sirve para considerar que la clandestinidad y ese arrojo que yo ahora tengo respecto a mi feminidad me viene precisamente de tener que buscarme la vida para ser yo misma cuando se me negaba la posibilidad", afirma confesional la periodista antes de completar: "creo que, por un lado, me ha guardado la búsqueda propia de quién yo soy durante una edad en la que precisamente necesitas poder experimentar y poder expresarte y que se te comprenda desde ahí, pero también me ha dado una facilidad para moverme entre la oscuridad, lo incómodo, para sentirme cómoda con lo que se supone que no debo ser ni hacer. He aprendido a gestionarlo".

Embellecernos para nosotras

Una de las ideas interesantes que se extraen de la lectura de este artefacto narrativo que hibrida entre el ensayo feminista –con grandes reproches argumentados a la facción más academicista que entiende la vindicación de lo femenino como una claudicación directa a las exigencias de la mirada patriarcal– y la autobiografía de una mujer estructuradamente analítica y fascinantemente lúcida que ha tenido que equilibrar su identidad presente entre los resquicios morales de una infancia como testigo de Jehová, el magnetismo de figuras bíblicas como Jezabel o representantes de la iconografía pop noventera y dosmilera como La Veneno o Pamela Anderson y su reciente maternidad, es la invitación a utilizar un tono desacomplejado para entender el origen de la feminidad y empezar a expresarla sin justificaciones ni resquicios de vergüenza. "La imagen producida se asocia con la carencia de intereses intelectuales o con el desperdicio del tiempo en cosas banales", plantea en un momento del libro la periodista bilbaína. "Que para ser juzgada como una persona respetable, concienciada e íntegra necesites aparentar sobriedad y mesura, como una viuda de luto, solo pone de manifiesto que todo elemento femenino se considera una ridiculez", escribe denunciando la imposición culturalmente asociativa entre naturalidad y seriedad como contrapunto al binomio artificio-insustancial.

Noemí López Trujillo, periodista @ Gonzalo Pérez Gonzalo Pérez Fotógrafos

Pero claro, destilar discursivamente todas las ramificaciones que incluye ese árbol, no es sencillo. Entre las páginas de "Me dibujaron así", Trujillo reconoce que siempre se ha acercado a la palabra "natural" con cierto recelo y señala que todavía se premia en términos sociales a las mujeres que hacen gala de serlo, a las que no han "hecho trampa". Sin embargo, paseando virtualmente por Instagram y constatando las consecuencias distorsionadas que el uso y abuso que se hace de las redes sociales puede llegar a tener en la percepción de los cuerpos y rostros propios, especialmente de las adolescentes, quienes cada vez pasan antes por quirófano, pareciera que precisamente lo que se fomenta en forma de validación colectiva, al menos desde la esfera digital, es lo contrario a la naturalidad. "Claro, es que aquí hay dos cosas importantes", introduce la autora.

"Realmente no se premia la belleza natural, no se quiere una belleza natural. O sea, cuando la derecha estadounidense eleva a Sydney Sweeney, no está elevando la belleza natural femenina sino que está elevando lo que para ellos resulta deseable, porque recordemos que los incels, por lo general, no han visto a mujeres cerca en su vida. Ellos hablan de mujeres reales y de esa belleza natural, como si Sydney Sweeney hubiese llegado así al mundo, porque dan por hecho que eso es natural y que no hay un trabajo detrás. Lo que no se premia es lo artificial. Artificial en el sentido de que se vea el artificio. Pero sí se premia, efectivamente, que haya una intervención corporal. Se busca que seas femenina pero de maneras que no pongan de manifiesto que esa feminidad no es algo natural. Porque precisamente el conservadurismo y los movimientos reaccionarios buscan consolidar una idea de belleza natural en la que se note que eres femenina pero no de una manera evidente, ni excesiva, ni desmedida, una idea de naturalidad en definitiva que no es tal. Porque en el mundo real no existe nada que sea separable de lo artificial. Igual que no es separable lo racional de lo emocional, ni el mito del logos, ni la mística de lo terrenal. No existen de manera disociada, es como un continuo. Tú decides en qué lugar del espectro te colocas".

"Se busca que seas femenina pero de maneras que no pongan de manifiesto que esa feminidad no es algo natural"

Noemí López Trujillo

Y de ahí derivamos de forma directa a la consideración de la belleza como un trabajo, a la cultura del esfuerzo aplicada al aspecto. "Claro, eso es lo que se busca ahora. Que todo ese ejercicio de construcción estética forme parte de la cultura del esfuerzo. Que tú te trabajes en el gimnasio, que a lo mejor te hagas unos retoques, pero que no presumas de ello, que digas "esto es solamente por una cuestión de salud, porque tengo un problema de nariz, o bueno, es que es un retoquito, pero nada más". Pero no hay que mostrar abiertamente un exceso de feminidad. Y aquí aprovecho para un pequeño apunte, porque me pasa a mí misma muchas veces también, y es que creo que hemos naturalizado la belleza femenina con unos estándares muy blancos, muy occidentales y muy puritanos y claro, en el momento en el que una mujer se muestra, por ejemplo, con el cabello teñido rubio, un poquito de bótox en los labios y unos tacones, en el imaginario colectivo eso es hiperfemenino. Y es como, no, ¿veis? Pero es que se busca que las mujeres sean así".

En cambio, "mi entorno o las mujeres de las que yo me rodeo o incluso a las que yo admiro son Cardi B, Nicki Minaj o la Veneno, mujeres que literalmente se han producido a sí mismas y que son muñecas de plástico. Entonces, claro, para mí comparativamente que alguien diga que eso es hiperfeminidad, me sorprende mucho porque es un estándar muy pequeño y al final la reacción generalizada atravesada por la mirada masculina lo que ha conseguido es eso, rebajar el estándar de lo que es la feminidad y que al final parezca hiperfeminidad algo que en realidad es bastante recatado y bastante moderado en comparación con las mujeres que literalmente se crean a sí mismas, ¿sabes?. En los 90 teníamos a la Veneno, teníamos a Carmen de Mairena... o sea, mujeres abiertamente recauchutadas. Había como un estándar de belleza mucho más plastiquero, mucho más de doll, de muñeca. Y ahora literalmente ser una doll es ser Ester Expósito. Que yo la adoro, ojo, pero hace poco fue al programa de Marc Giró con un makeup no makeup, con una cara lavada prácticamente y un vestido blanco tapado hasta el cuello y largo hasta el suelo de Paloma Wool, que cada vez hace prendas más conservadoras. Entonces, claro... el estándar ahora mismo es este, pero para mí es todo lo que te he comentado antes incluyendo a mis amigas trans y mis amigas femme, mujeres que no se bajan de la cama si no es para ponerse unos tacones de 15 centímetros".

En esa predilección por asistir al espectáculo de magia de la apariencia sin que veamos el truco, asegura la escritora que "el propio makeup no makeup lo ejemplifica muy bien de hecho. Maquillaje que no es maquillaje. Ya, pero te estás maquillando, te estás produciendo, te estás interviniendo. Pues con los procedimientos estéticos está ocurriendo lo mismo: lo que se trampea se ve peor, se ve como algo inferior porque no estás mediándolo a través del esfuerzo, pero se permite siempre y cuando sea moderado para que aparentes ser femenina o para que te podamos leer como femenina. Que no haya ningún exceso, que no sea ruidoso, que no llame la atención. No se puede promover como natural el aspecto que consigues después de una hora haciéndote el skin care porque llevas una hora aplicándote productos en la cara, haciendo yoga facial con bandas. ¿Por qué eso es más natural o menos interviniente que ir a una clínica puntualmente una vez cada ciertos meses y ponerte dos viales de bótox en los labios para tener los labios literalmente de una muñeca? Literalmente pierdes menos tiempo, seguramente en cuestión de dinero, si el tiempo es dinero, lo invertido va a ser prácticamente lo mismo y dedicando menos horas en realidad, por lo cual sería casi más natural, porque estás como esculturizando tus propios labios. Hay una cosa compartida en estas dos formas de verlo relacionada con la decisión de tomar tu propio cuerpo como base, como modelo de la escultura que tú quieres crear sobre ti misma".

Noemí López Trujillo, periodista @ Gonzalo Pérez Gonzalo Pérez Fotógrafos

¿Somos realmente capaces las mujeres de integrar en nuestro pensamiento, en nuestra forma de mirarnos, esta idea de que podemos llegar a producirnos, a modificarnos momentáneamente con ropa o maquillaje única y exclusivamente para nosotras?, preguntamos a la también autora de "El vientre vacío. Relato de una generación precaria y sin hijos". "No es del todo posible y realmente este discurso a favor me cansa mucho porque es muy tramposo. En el momento en el que por ejemplo una mujer quiera reconocer que se pone guapa para gustar a los tíos va a ser considerada una traidora del feminismo o directamente una tonta, porque das a entender que no estás liberada. La cuestión es poner siempre el foco en el comportamiento femenino, asumir la feminización con un objetivo espurio. ¿Cuál es realmente la pureza de tu objetivo de producirte? Me preocupa que se pase por alto todo lo que los hombres hacen para gustar. Te embelleces y te produces para ti misma, para ser vista en el mundo, para tus amigas, para tu novio, para tus amantes... por mil motivos. Creo que el deseo, a ese nivel, es algo que no se puede diseccionar. Ni para las mujeres, ni para nadie".

Y es que la emancipación absoluta de la hegemonía de la mirada masculina, no es ni fácil ni inmediata, por mucha conciencia feminista integrada que se tenga. "Desde luego que no. Toda esta narrativa de la que estamos hablando relacionada con la feminidad defendida por el conservadurismo ha permeado algunos sectores de la izquierda y del propio movimiento feminista. Está presente la cuestión de que si dejas de hiperfeminizarte te estás emancipando de la mirada masculina, de modo que desde ciertos feminismos hay como ese recordatorio de "mujer, libérate dejando de maquillarte, dejando de hiperfeminizarte, porque así vas a dejar de atraer a los hombres" pero lo que subyace ahí es algo bastante problemático porque al final estás queriendo dar a entender que así evitarás la violencia masculina, es decir, volver a culparnos y a responsabilizarnos de que haya hombres que efectivamente instrumentalicen nuestra feminidad y la fetichicen hasta el punto de considerar que es suya", señala.

"Igual que todos tenemos un nombre y necesitamos ser nombradas, todo el mundo tiene aspecto y necesita ser visto y eso no significa que sea por complacer"

Noemí López Trujillo

"Tal y como yo lo veo creo que no hay nada de malo en que tú performes tu feminidad para otros porque en realidad todo el mundo hace cosas para otros, todo el rato. Tú te puedes vestir para una cita en un momento puntual, pero en el momento en el que sales de casa prácticamente, te estás presentando al mundo. A lo mejor un día te estás presentando a una persona totalmente superada que tiene que ir en chándal como yo hoy -destaca sonriendo de manera cómplice a esta periodista, comprendiendo como solo comprenden las sirenas, las furias, las lamias, las hechiceras que tejieron ese hilo invisible, finísimo y hermanado que habita en nosotras aunque no nos conozcamos, que hablamos el mismo idioma-, que no puede más y sabe que va a ser leída en unos términos concretos. Igual que todos tenemos un nombre y necesitamos ser nombradas, todo el mundo tiene aspecto y necesita ser visto y eso no significa que sea por complacer. Es distinto querer ser vista, buscar ese porcentaje de validación que todo el mundo necesita, que la idea sibilina de pensar que se hace sólo o de manera exclusiva por complacencia al deseo masculino", subraya.

Transitando con determinación por un túnel de palabras y consideraciones referidas, saturadas de simbolismo iconográfico religioso y mitológico e inspiradas en figuras que han encarnado ancestralmente los atributos de la belleza de la mujer como sinónimo de peligro, Trujillo comparte en el libro, hermosamente prologado por Alana S. Portero, sus propias conclusiones vivenciales de la experiencia de abrazar lo femenino en la actualidad sin incurrir en el victimismo y todo lo que eso implica teniendo que someterse continuamente al juicio colectivo de una sociedad que en ocasiones sigue considerando la feminidad como la ejemplificación definitiva de una banalidad artificiosa que teóricamente sólo nos interesa a nosotras. En definitiva, una amplificación del reduccionista "cosas de chicas", pero aplicado a la raíz misma de la identidad de las mujeres.

Noemí López Trujillo, periodista @ Gonzalo Pérez Gonzalo Pérez Fotógrafos

La autora, que como Rosalía, no abandera ser una santa pero está "blessed", explica que "las mujeres de la Biblia, sobre todo las que se me mostraban como ejemplos de lo que yo no debía ser o de lo que no debía ser una mujer, siempre me resultaron poderosas. Por eso desde mi mirada de niña no entendía por qué se las criticaba, por qué recibían ese castigo. Simplemente aprendía, no sé si es a dos velocidades, pero aprendía esa ambivalencia entre la idea de que ''hay mujeres poderosísimas a las que los hombres temen, y precisamente porque las temen no podemos ser como ellas". Pero a mí eso no me quitaba las ganas de intentarlo. Esas mujeres no bajaban un escalón en mi pedestal, digamos y de hecho, lo estaban aún más. Lo que me hacía era temer ser castigada como ellas. Temía ser expuesta en la plaza pública, en ese Salón del Reino de los Testigos de Jehová, como habían sido mujeres de la Biblia, o como podían ser chicas de la clase que en un momento, cuando destacaban demasiado por su feminidad se las rebajaba. En ese sentido ha sido un camino muy orgánico el desquitarme del aprendizaje negativo que implicaba en la teoría que esas mujeres siempre recibieran o merecieran un aleccionamiento. Ese aprendizaje negativo de cómo la mirada masculina te impide ser poderosa, monstruosa, inquietante, incómoda, peligrosa, me ha dejado de importar", cuenta. Y añade: "Las figuras pop, las figuras mitológicas y las figuras bíblicas que a mí me dieron forma me han amamantado en términos dimensionales, en términos de conocimiento, digamos, desde siempre. Básicamente toda la transferencia de conocimientos de lo que es e implica ser femenina viene de ahí. Aprendí a ser una mujer, este tipo de mujer, si podemos hablar de esos términos, gracias a ellas".

Después vino la maternidad, el extrañamiento del cuerpo, el anclaje a las esquinas de lo cotidiano y el mundo, siendo el mismo pero habiendo cambiado por completo, empezó a desarrollar tentáculos de afecto hasta entonces desconocidos y necesidades de reafirmación. "Mi hijo me ha dado la posibilidad de ser más abiertamente femenina y de, lejos de estos discursos de "mi cuerpo ha cambiado y ahora lo tengo que aceptar", anclarme realmente al mundo y al haberme anclado al mundo yo he tenido la necesidad imperiosa de ser más vista que nunca, es decir, mostrar mi expresión de género y quién soy yo de la manera más contundente posible. Con la llegada de Ariel realmente he sentido la necesidad, las ganas y el entusiasmo que nunca había tenido con este fervor de tratar de hiperfeminizarme. Cuando me produzca, hacerlo de de la manera más contundente posible. Porque creo que mostrar la verdad de mi ser es un bello aprendizaje para él, que vea que su madre puede cambiar, que puede ser esta persona que va llena de babas, de manchas y que es que está totalmente desquiciada en casa o que puede ser una mujer que va en unas plataformas de 12 centímetros con una minifalda que también le coge en brazos y le lleva a la guardería. De hecho, ojalá llevarle incluso con un pelucón y unas uñas larguísimas -clama entre risas-".

"Mi hijo me ha conectado más que nunca con la vida"

Noemí López Trujillo

Preguntada por la consiguiente modificación corporal y la posible intervención en su percepción de la apariencia, la periodista asegura: "durante el embarazo mi cuerpo se llenó de extrañeza, pero por suerte creo que al pasar a ser dos literalmente cuando ya mi hijo estaba fuera de mí, aunque siempre forme parte desde un punto de vista más espiritual, tuve una recuperación muy temprana. Pero no me gusta este término demasiado. Siento que se penaliza mucho a las mujeres que han sido madres que priorizan la búsqueda de su belleza individual o que la ponen al mismo nivel que el cuidado de los hijos. Se premia mucho, dentro de los grupos de maternidad, a aquellas mujeres que promueven, se enorgullecen y ensalzan su despreocupación estética y al final eso es comprar la idea de que la maternidad es un fin en sí mismo. Yo quiero seguir siendo yo y tengo más necesidad que nunca como te digo, de mostrarme al mundo cómo y quién soy. Ariel me ha conectado más que nunca con la vida y como me siento más viva que nunca, quiero ser más yo que nunca". Noemí se despide cálida, sin ápice de desmayo dietrichiano, aunque auguramos con seguridad, que ella también caería con elegancia.