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Muere a los 102 años Ieoh Ming Pei, el arquitecto que diseñó la pirámide del Louvre

Ganó el Premio Pritzker en 1983. Era considerado uno de los últimos maestros de la arquitectura moderna.
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  • Pedro Alberto Cruz Sánchez

    Pedro Alberto Cruz Sánchez

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Ganó el Premio Pritzker en 1983. Era considerado uno de los últimos maestros de la arquitectura moderna.
El arquitecto chino nacionalizado estadounidense, leoh Ming Pei, ha fallecido a los 102 años de edad. Su nombre quedará ligado para siempre a la célebre Pirámide del Louvre, su obra más icónica y polémica, cuya monumental estructura de cristal y aluminio fue acusada de romper la estética de un conjunto que hunde sus raíces en el siglo XII y de elevar a su promotor, François Miterrand, al nivel de un faraón. Pero, pese a la fuerza centrípeta ejercida por esta emblemática obra, Pei es mucho más que la pirámide del museo parisino. Ganador en 1983 del premio Pritzker –conocido como el Nobel de la arquitectura–, cuenta, entre el catálogo de sus grandes diseños, edificios tan impactantes como el Centro de Ciencia de Macao, en China; la Torre del Banco de China en Hong Kong; el Museo de Arte Islámico en Doha; la Galería Nacional de Arte de Washington; la Biblioteca y Museo JFK en Boston; y la Torre Espacio, en Madrid. En todos ellos, Pei, apoyándose en el llamado «estilo internacional» de Gropius, persigue siempre la pureza de líneas a través de formas abstractas que incorporan materiales fríos como el cemento, el vidrio o el acero.
Estas singularidades –pureza de líneas, formas abstractas y materiales fríos– podrían llevar a pensar en Pei como un arquitecto aburrido, un vástago más del estilo funcional iniciado en la Bauhaus. Pero nada más lejos de la realidad. Si Pei ha sido uno de los arquitectos más aclamados y polémicos de todo el siglo XX es precisamente por sus soluciones atrevidas, inesperadas. Unas veces mediante soluciones simétricas, y otras mediane bruscas asimetrías, sus edificios siempre desafían la lógica de lo previsible. Y, paradójicamente, esta capacidad de transgresión ha ido siempre acompañada de una capacidad incomparable para dar solución a las necesidades de cada espacio y lograr los diseños más funcionales posibles. Para el impresionante Ayuntamiento de Dallas, por ejemplo, Pei ideó una turbadora pirámide invertida que se explicaba por la necesidad de otorgar mayor espacio a las zonas públicas y de servicios –en las plantas superiores– que a las oficinas –en las plantas inferiores. En su caso, la estética y la usabilidad adquirieron un equilibrio perfecto y difícil de localizar en otros exponentes de la arquitectura contemporánea, tan proclive a los fuegos de artificio y a los espacios deshumanizados. Con Pei se va un transgresor de verdad, de los que rompían con lo establecido por bien de la comunidad y no por el narcisismo de los juegos de autor.