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Libros

Las mujeres que no se resignaron a ser solo cenizas

Slimani no narra, nos convoca, haciendo que cada página oscila entre la descripción minuciosa del Marruecos urbano y la intimidad palpitante de unos cuerpos que buscan afirmarse

Leila Slimani Archivo

Con «Me llevaré el fuego», Leila Slimani cierra con incandescencia su tríptico «El país de los otros», fundando una saga que trasciende lo familiar para devenir en parábola del desarraigo y de la transmisión. La tercera generación de los Belhaj, encarnada en Mia e Inès, se convierte en emblema de esa juventud marroquí que, en los años ochenta y noventa, oscila entre la clausura dictatorial de Hassan II y el espejismo francés de la integración.

Son hijas de una tierra marcada por la violencia política y nietas de un exilio inaugural: sobre ellas pesa el dilema entre la raíz y la fuga. Su prosa, afinada como una cuerda que tiembla entre el rigor documental y la vibración poética, consigue una polifonía que concede voz plena a sus personajes. No hay jerarquías: la abuela Mathilde, la madre Aïcha, la tía Selma o las jóvenes protagonistas forman un coro de mujeres que resisten, cada una con su estilo de rebeldía, la mordaza del patriarcado y los dictados del poder. El padre, Mehdi, prisionero de un sistema tan corrupto como arbitrario, deja a su hija una consigna de fuego: arder antes que enraizarse en un suelo hostil. Esa imagen –el incendio que arrasa para salvar la chispa– es la metáfora axial de la obra.

Slimani no narra, nos convoca. Cada página oscila entre la descripción minuciosa del Marruecos urbano, con sus contrastes sociales y su memoria mutilada, y la intimidad palpitante de unos cuerpos que buscan afirmarse. Lo político se funde con lo íntimo, lo histórico con lo sensual, hasta componer un fresco generacional que es también un espejo de nuestro tiempo. Con esta novela, Slimani nos regala un arte narrativo en el que la memoria se transmuta en mito y donde el fuego –pérdida y herencia a la vez– arde como única patria posible… como testimonio de mujeres que no se resignan a ser ceniza.

Lo mejor:

Esta obra es una polifonía femenina que entrelaza lo íntimo y lo político con un hondo lirismo incisivo

Lo peor:

Casi nada; cierta, solo cierta, dispersión narrativa que diluye, en ocasiones, la tensión dramática acumulada