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The Mayhem Ball
La catarsis gótico-pop de Lady Gaga arrasa en Barcelona y la consagra como artista sin límites
Su Mayhem Ball transforma el Palau en un templo de emociones extremas: un duelo entre vida y muerte tejido con música, filosofía y pura teatralidad para hacer eternos a sus "monstruos"

Hace dieciséis años, cara a cara con Lady Gaga durante una entrevista para LA RAZÓN, una joven transgresora de 22 años que cosechaba sonoros éxitos a golpe de romper el orden establecido contaba a este periodista que era "muy buena captando esas visiones que aparecen mientras estoy medio dormida. Cuando las tengo en mi corazón, las plasmo rápidamente en papel y se lo transmito a mi equipo. El problema de muchos artistas es que con la fama dejan escapar esos momentos de inspiración». No es su caso, claro está.
Hablábamos con la neoyorquina en un pequeño hotel de la Gran Vía de Madrid, muy cerca de su primera actuación en España, en la mítica sala OchoyMedio. Estaba rodeada por sus bailarines y sentada en un trono —real— desde el que comenzaba a erigir el reinado del que ayer volvió a dejar constancia. Entonces hubo quien cuestionó que fuera la nueva reina del pop; ayer demostró que el título es suyo.
«Siempre me ha gustado el pop y el teatro; no sabía por cuál decidirme. Cuando iba a audiciones para musicales me decían que era demasiado pop, y cuando hacía shows pop me decían que era muy teatral», confesó entonces. Una mezcla que ha pulido con los años y que anoche volvió a exhibir cum laude en su primer concierto en España tras siete años de ausencia.
Sembró el caos, la vida, la muerte, la irreverencia, la profesionalidad y la entrega durante más de dos horas de un espectáculo épico. The Mayhem Ball no es un concierto: es teatro, es arte, es bilis, es inspiración. Sobre el escenario del Palau Sant Jordi de Barcelona, reconvertido en un teatro lírico, Gaga se entregó a sus “monstruos” y cautivó incluso al más escéptico, demostrando que es una artista total que ha alcanzado su clímax con esta obra maestra.
Lágrimas sobre el piano
No hubo descanso: más de 130 minutos sin tregua, divididos en cuatro actos que arrancaron con la sangre deBloody Mary, continuaron con el atronador Abracadabra y el inevitable Judas. Hiló una voz sobresaliente con bailes eclécticos, acompañada por un grupo de bailarines que se mimetizaban con su arte. Hubo fuego, cenizas, sangre, redención y agradecimiento, mientras los músicos la guiaban desde los palcos de su particular teatro, que acabó en llamas.
Lady Gaga volvió a demostrar que es una artista 360°, sin miedo a la crítica y plenamente consciente del don que la ha llevado a ganar 14 premios Grammy y un Oscar. Supo conectar con su público y, al grito de “¡Arriba España!”, entonó suPoker Face, haciendo estallar el estadio con un “baila o muere” que repitió en varias ocasiones.
A diferencia de las nuevas estrellas que hoy llenan estadios y se limitan a posar ante la cámara o a pasar el micrófono al público para ahorrarse esfuerzos, Gaga afinó hasta la última nota. Se entregó en cada segundo, consolidando su polivalencia al empuñar la guitarra —una de las veces vestida de novia gótico-rockera— y al sentarse al piano para interpretar varios temas, entre ellos su emotivo Shallow, que le valió una estatuilla dorada y que culminó tras un simbólico viaje en la barca de Caronte.
Los monstruos nunca mueren
Y aunque su espectáculo ya se haya filtrado en actuaciones previas, vivirlo es una catarsis: una reflexión filosófica sobre la vida y la muerte, sin tabúes. Gaga resucita —literalmente— de una tumba arenosa, se pasea entre calaveras o se enreda en un tul kilométrico para batirse en duelo lúdico con su Poker Face, sobre un escenario convertido en tablero de ajedrez. Rió, agradeció y lloró (o, mejor dicho, se emocionó) ante los atronadores aplausos de su séquito de muertos vivientes.
«Gracias por creer en mi carrera desde el principio, yo también creí siempre en vosotros», dijo a los presentes. Sonaron sus clásicos, los que la abrieron paso en la escena musical y los que todo el mundo ha bailado alguna vez. Con Alejandro desbordó la histeria colectiva y conBorn this wayhonró a los drags, aunque el cénit llegó con un cierre apoteósico al son de su Bad Romance. Como dice Gaga (así me pidió que la llamase en nuestro encuentro madrileño), “los monstruos nunca mueren”. Ella, está claro, será eterna.
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