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Música

Duki enciende Madrid: tres noches para la historia

El artista argentino arranca su serie de conciertos con entradas agotadas en el Movistar Arena con un espectáculo arrollador que funde generaciones, fuego y emoción

Duki, en el Movistar Arena Francisco Celiz

El trap volvió a latir en Madrid con una fuerza inusitada. La noche del 27 de octubre, Duki transformó el Movistar Arena en un volcán emocional. En la primera de las tres citas sold out, el artista argentino ofreció algo más que un concierto: un ritual compartido entre miles de almas que saltaron, lloraron y celebraron una misma energía.

Desde días antes, decenas de jóvenes habían acampado frente al recinto. Llegaban desde Logroño, Málaga, Elche, Donosti e incluso desde Argentina. Muchos eran amigos que se conocieron en redes; otros, familias enteras unidas por la música. Y todos, sin excepción, respondían al mismo llamado. Porque Duki no solo convoca a sus “diablos y diablas”: convoca a una generación que busca pertenecer a algo que les haga vibrar.

Cuando el reloj marcó las nueve en punto, el rugido del público hizo temblar el suelo. Las luces se apagaron y una llamarada cruzó el escenario hasta que el emblema rojo de Ameri —su último disco— se encendió en el fondo como un corazón latiendo. Al sonar Leitmotiv, Duki irrumpió entre fuego y pantallas en una coreografía precisa, casi cinematográfica.

El arranque fue demoledor. Nueva Era, Brindis, Buscarte Lejos, Imperio, Hardaway, Cine, Vida de Rock y Barro formaron un bloque contundente en el que combinó su crudeza urbana con una puesta en escena teatral y medida al milímetro.

Visiblemente emocionado, tomó aire y dijo: “Cuando me subo a este escenario y estoy delante de ustedes, me doy cuenta de que esto es lo que amo y lo que quiero hacer el resto de mi vida.” El público respondió con una ovación ensordecedora. Entre sonrisas, Duki aprovechó para agradecer tanto a sus seguidores como a quienes acompañaban “a un ser querido”: “Gracias por gastar su tiempo y su dinero en venir. Esto es por ustedes.”

En el segundo acto, las luces viraron al violeta y el escenario se vació de bailarines. Solo quedaron él y su banda. El ambiente se volvió más íntimo, más real. Sonaron temas de su mixtape 5202 —Rockstar, Sin Frenos, Type Beat 5202— y un regalo para los más fieles: Mi Chain de Roque, una canción que no interpretaba desde hacía años y que recuperó por petición de una fan del público. La complicidad se multiplicó con haRAkiRi, cuando subió a una pareja al escenario para cantar con él. El Movistar Arena estalló. Miles de luces de móviles, gritos, abrazos y lágrimas formaron una imagen que quedará grabada en la memoria colectiva.

El momento de mayor sorpresa llegó cuando apareció la cantante española Lia Kali para interpretar junto a él Constelación. La química entre ambos fue inmediata: su voz cálida y potente, frente a la energía contenida de Duki. El público madrileño enloqueció ante la unión de dos generaciones de artistas unidos por la misma emoción del trap.

Madrid tembló

El tercer bloque del concierto fue una fiesta desbordada. Goteo, Malbec y Antes de Perderme transformaron el recinto en una olla a presión. El fuego, la pirotecnia y las proyecciones visuales multiplicaron la intensidad. “Pensé que el WiZink se caía”, bromeaba un asistente, todavía incrédulo ante la fuerza del público. Entre ráfagas de luz, Duki bajó el ritmo con No Me Llores, envolviendo al público en un clima de melancolía azul.

Tras unos segundos de silencio, regresó para el tramo final con tres himnos que encendieron la locura definitiva: She Don’t Give a Fo, Givenchy y Hello Cotto. Tres golpes certeros que convirtieron el Movistar Arena en un océano de saltos, fuego y gritos. Madrid se rindió a sus pies. El chico de La Paternal, que empezó improvisando en garajes, conquistó de nuevo un estadio con la misma pasión que lo vio nacer. Lo suyo no es solo música: es una catarsis compartida, una bandera generacional que sigue ondeando más allá de fronteras. Entre lágrimas, fuego y gratitud, Duki selló su primera noche madrileña dejando una certeza: el trono del trap en español sigue siendo suyo.