Conciertos

Jacobs, pureza de estilo

Ciclo Universo Barroco. Haendel: «Il trionfo del tempo e del disinganno». Sunhae Im, Julia Lezhneva, Christophe Dumaux, Jeremy Ovenden. Freiburger Barockorchester. Director: René Jacobs. Centro Nacional de Difusión Musical. Madrid, Auditorio Nacional. 10-II-2013.

El director de orquesta belga, René Jacobs
El director de orquesta belga, René Jacobslarazon

La música de este oratorio o serenata está montada sobre una historieta alegórica en la que la Belleza es incitada por el Placer a disfrutar de la vida, mientras el Tiempo y el Desengaño la ponen en guardia y consiguen convencerla para que se entregue a la penitencia. Puede decirse que el Placer es una especie de Mefistófeles y la Belleza, un apuesto joven, de armonioso canto, el propio Haendel. En esa época estaban cociéndose muchas de las pautas del más estricto belcantismo, defendido por sopranos y «castrati», que tenían que sortear arias de bravura de extrema dificultad y exhibir un canto de gran pureza.

Aspectos que han conocido un reverdecimiento en estos años de recuperación y servicio a lo auténtico. Uno de los adalides de estos movimientos exhumadores es hoy el antiguo contratenor y director belga René Jacobs, que nos ha ofrecido su estimulante versión de la obra con base en una magnífica orquesta de una veintena de integrantes que tocan extrañamente unidos, que afinan y que, obedeciendo las pautas de unos movimientos sólo en apariencia monótonos y metronómicos, mantienen una constante tensión, alternan el «forte» y el «piano» con presteza y proporcionan insólitos momentos de sorprendente belleza tímbrica.

Las flautas de pico, los oboes de amor, el fagot, el órgano positivo y una cuerda avezada, en la que predominan las féminas, sostienen el valioso edificio, lleno de arias de todo tipo, la mayoría con «da capo» –entre ellas la conocida «Lascia la spina»–, que fueron interpretadas, dentro del más riguroso estilo, por cuatro cantantes muy profesionales: la soprano coreana Im, clara y musical, de timbre aniñado; la mezzo –en realidad una soprano– rusa Lezhneva, de timbre meloso, redonda emisión y coloratura algo difusa; el tenor inglés Ovenden, de escasa entidad vocal, pero diestro y expresivo, y el contratenor francés Dumaux, asopranado, de raro metal, dúctil y entonado. El éxito, ante un auditorio abarrotado, fue rotundo.