Johnny Cash, ángel y demonio
Dos publicaciones coinciden con el 15º aniversario del fallecimiento del mítico cantante: una biografía que recupera su trayectoria y la novela que escribió en vida ficcionando la de San Pablo, con quien se sentía identificado.
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Dos publicaciones coinciden con el 15º aniversario del fallecimiento del mítico cantante: una biografía que recupera su trayectoria y la novela que escribió en vida ficcionando la de San Pablo, con quien se sentía identificado.
Johnny Cash fue educado en el seno de una familia baptista y siempre mantuvo su fe cristiana a pesar de los altibajos de su trayectoria. Incluso, llegó a grabar un audiolibro con su narración del Nuevo Testamento y produjo una película en Israel sobre la vida de Jesús. Y, sí, era el mismo Cash adicto a las anfetaminas, turbulento y fuera de control que airea la leyenda. Quizá por ese conflicto, sus convicciones religiosas siempre jugaron un papel en su música. El día 12 se cumplieron 15 años de su fallecimiento, que en España se va a conmemorar con la publicación de dos títulos simultáneos que arrojan luz sobre las dos caras que le daban la identidad al «hombre de negro: son la monumental biografía de Robert Hillburn («Johnny Cash», EsPop) y la traducción de la novela que el propio músico escribió en uno de sus momentos más tormentosos. «El hombre de blanco» (Malpaso), de hecho, es una narración sobre San Pablo, apóstol con el que el músico de Arkansas se veía especialmente identificado.
Cash se tomó muy en serio el estudio de la Biblia. Incluso obtuvo un título en Teología después de muchos años de cursos por correspondencia. En el prólogo de «El hombre de blanco», escribe: «Cuando June y yo nos casamos en 1968, leíamos mucho. Yo acababa de dejar siete años de adicción a las anfetaminas y otros medicamentos, años durante los cuales a veces me convertía en un ser abatido, incoherente, impredecible, autodestructivo y presa de muchos terrores. Con mucho amor y mucha oración y toda esa locura a mis espaldas, June y yo pasamos buenos ratos». Si leen el otro volumen de actualidad en España, la biografía de Hillburn, descubrirán que, en realidad, en ese momento Cash no había sido capaz de dejar las anfetaminas y todavía seguiría durante mucho tiempo consumiéndolas. En ese volumen, el biógrafo describe cómo las lleva disimuladas en los bolsillos como si fueran caramelos y que hubo un instante en que las tragaba constantemente.
Prisiones de ayer y de hoy
El músico veía en San Pablo, que persiguió primero a los seguidores de Jesús para después convertirse en el cristiano sobre el que se edificó la Iglesia, un reflejo de sí mismo y decidió novelar su vida. Igual que Cash cantó en la Prisión de Folsom, Pablo cantaba en su mazmorra cuando fue arrestado por los romanos y sufrió cautiverio en aquella Roma politeista.
Cuando Cash trataba de redimirse empezó a leer libros de Pablo, a sentir como él la «espina que llevo clavada en la carne» y las especulaciones que ese versículo ha generado durante los siglos. «Decidí que, si los teólogos podían hacer conjeturas yo también podía aportar mi granito de arena. A fin de cuentas, Pablo se había convertido en mi héroe. ¡Era invencible! Se fijó la meta de conquistar y convertir el mundo pagano e idólatra. Y mientras vivió hizo todo lo que se había propuesto», escribe Cash. Pero lo que más le atraía al de Arkansas era otra cosa: cómo sonreía San Pablo a pesar de las persecuciones que padeció, cómo soportó los latigazos y las pedradas, las humillaciones, y cómo las superó aferrándose al ejemplo de Jesucristo. Ahí es donde él se veía identificado, mortificado como había estado por las pastillas y la vida del músico.
Cash luchó contra sí mismo constantemente. Pero la escritura de la novela fue especialmente conflictiva, porque mientras porfiaba con sus ideas para darle forma al libro, fue atacado por una enorme avestruz de más de dos metros de las que campaban a sus anchas por su finca de California. A consecuencia del golpe, de los analgésicos pasó a los somníferos y de estos, otra vez a las anfetas. Y Cash volvió a su calvario de nuevo, al humor taciturno y a abandonar la escritura.
A veces, por temporadas, se sentaba a escribir y terminaba una docena de páginas bajo la influencia de los químicos. El resultado no superaba una prueba de lectura sobrio y al día siguiente las páginas terminaban en la hoguera. Se lesionó la rodilla y el menú, cuando corría el año 1983, volvieron a ser analgésicos y somníferos si el dolor le impedía dormir y luego anfetaminas para contrarrestar la resaca de las pastillas para dormir. Así aguantó 14 conciertos de la gira europea hasta que le ingresaron con una seria hemorragia interna.
La morfina y la sedación del quirófano le provocaron terribles alucinaciones mientras su estado de salud se deterioraba a toda velocidad. Sueña que se muere y que se despide del mundo, grita y siente la misma presencia de Dios. De aquella experiencia límite obtendrá las fuerzas para someterse a desintoxicación y rehabilitación mientras recibe el consejo de pastores y reverendos.
Una noche, Johnny Cash soñó con su padre muerto. Le venía a visitar en su flamante coche plateado. Su padre había sido un hombre rudo que nunca quiso en realidad a J.R., el hijo menos bueno. Jack, el serio y responsable, falleció en un accidente mientras trabajaba con una sierra giratoria y el propio padre lamentó que Dios se llevara al niño equivocado. El músico de Arkansas se congració con el pasado, con su padre y se volcó aún más en la lectura de la Biblia. «Entiéndase que creo firmemente en la Biblia, en el conjunto de las Sagradas Escrituras, en la infalible e indiscutible expresión de la palabra de Dios», asegura Cash como justificación al atrevimiento de novelar esas partes que el texto sagrado no cuenta.
Parece casi imposible que quien escribía esas líneas se parezca al retrato que hace Hillburn de la vida de un hombre que cruzó bastantes líneas rojas de la moral cristiana. Además de los excesos con la química, el cantante tampoco fue un ejemplo de fidelidad ni a su primera mujer ni a June Carter después. Se sintió siempre un hipócrita que canta gospel pero no es capaz de cumplir los sagrados votos matrimoniales. A June Carter estuvo a punto de conducirla al colapso nervioso. Durante una época especialmente fuera de sí mismo, Cash le pidió matrimonio a Billie Jean Horton y hasta tuvo una relación con Anita Carter, su cuñada. Esta semblanza hace especial hincapié en los abismos narcóticos del cantante, que se sitúa al borde de la sobredosis en multitud de ocasiones y que lleva su resistencia física hasta el extremo. «Te tomas una pastilla y eres un hombre nuevo. Y ese hombre nuevo quiere otra pastilla», describe su calvario. Era impredecible. Desaparecía durante dos días y regresaba en mitad de una noche cualquiera tan colocado que no era capaz de abrir la puerta y rompía el cristal. Se desmayaba en el sofá y era difícil saber si lograría despertarse algún día.
Un particular calvario
Cual Pablo de Tarso, el cantante atravesó la humillación pública cuando fue detenido en El Paso con un cargamento de pastillas apareció esposado en todos los periódicos, pero, tras pasar por la prisión, hallará su redención. Cash ya había cantado en cárceles sin darse mucha publicidad por ello: en 1957, cantó en la estatal de Huntsville en Texas y, al año siguiente, lo hizo en la prisión de San Quintín, en California. La canción «Folsom Prison Blues» la había compuesto en 1955, pero, con todo lo vivido, quiso cantársela a quienes cumplían condena. Resultó ser su mayor éxito comercial y se convirtió en un héroe en Estados Unidos. Cinco años después de su arresto fue recibido en la Casa Blanca con honores. Pero nunca dejó de identificarse con los desvalidos y los perdedores.
La redención se llamaba June Carter
Johnny Cash nació con un infierno por dentro que intentaba aplacar desde la química de las anfetaminas y las cuerdas de su guitarra. Buscó en las páginas de la Biblia el lenitivo que no encontraba en los escenarios ni le daban las amistades. Había algo roto en este artista desde muy temprano, algo intenso que lo llevaba a cantar desde el filo. Entonces apareció ella. Por una mujer, la humanidad se condenó, y por June Carter (en la foto con Cash), el músico alcanzó la paz. Muchos dirán que no es justo, pero gracias a ella, él se redimió y publicó algunos álbumes pletóricos. Los mismos que tantos escuchan para huir del purgatorio que es la vida.