
Sección patrocinada por 

Crítica de clásica
Pablo Heras-Casado, reencuentro con el Festival de Granada
Obras de Brahms. Orquesta Sinfónica SWR Stuttgart. Alexandre Kantorow, piano. Pablo Heras-casado, director. Festival de Granada. Granada, 13 y 14 de julio 2025.

Estaba anunciado como director de estos dos conciertos Andrés Orozco-Estrada, pero una lesión muscular le obligó a cancelar en el último momento y, por suerte, se pudo contar con Pablo Heras-Casado, en su día director del festival, pero ausente del mismo desde 2019 por razones que nunca fueron explicadas. Se encontraba ensayando “Parsifal” en Bayreuth con unos días de descanso dedicados a su hijo. Renunció a ello y se desplazó a Friburgo y Stuttgart para preparar sendos conciertos con la Sinfónica SWR Stuttgart y Alexandre Kantorow. El Concierto para piano nº 1 y la Primera sinfonía comparten la pasión y la fuerza de un joven compositor enfrentando el legado de Beethoven. El concierto, con su dramatismo inicial y su lirismo profundo, se recrea en un diálogo entre piano y orquesta lleno de tensión y grandeza. La sinfonía, fruto de catorce años de esfuerzo, de escribir, romper lo escrito y volver a escribir una y otra vez, concluye con un triunfo heroico. Interpretados en una misma velada, estos dos monumentos revelan a un Brahms enérgico, audaz y en busca de su propia voz.
El primer concierto, compuesto entre 1854 y 1858 y publicado en 1860, cuando Brahms tenía 21-25 años refleja su avanzada madurez compositiva. Alexandre Kanturow demostró un impresionante poderío sonoro en el dinámico y dramático primer movimiento y, al mismo tiempo, una claridad fruto de la contención en el uso del pedal. El segundo movimiento vino acompañado de la introspección y meditación precisas que, en cierto modo, nos recuerda a Bach, con el solista brillando en la coda y en el tercero regresaron, bien expuestos por el solista y el director sin batuta, los temas vehementes, hasta concluir con su espectacular final, redondeando el carácter sinfónico-pianístico de la obra. Tras las ovaciones un “Liebestod” de “Tristán”, quizá para recordar tanto la enemistad entre los dos compositores como la presencia de Heras-Casado en Bayreuth.
En la “Primera Sinfonía” se nota claramente la influencia de Beethoven, como el mismo Brahms reconoció y el propio Hans von Bulow la consideró como la “Décima” beethoveniana. Quizá no se logró del todo el equilibrio entre su vertiente clasicista y su voluptuosidad romántica. El maestro marcó demasiado, perdiéndose parte de su lirismo y ofreciendo una lectura trepidante pero algo rudimentaria. Bien es cierto que la orquesta no es ya aquella que dirigiera Celibidache, que la cuerda es más áspera y los vientos -trompas, fagot y clarinetes- mostraron algunas imperfecciones y desajustes. Una consecuencia de la fusión de las agrupaciones SWR de Baden-Baden y Friburgo, que mantenían estilos y repertorios diferentes. Esto último fue totalmente perceptible al día siguiente, nada más empezar tanto el segundo concierto para piano y orquesta de Brahms como su segunda sinfonía, con ostensibles fallos del viento. El “Concierto nº 2” es una obra monumental que combina virtuosismo pianístico, profundidad melódica y un diálogo íntimo entre el solista y la orquesta. A su lado, la Segunda sinfonía, con su carácter pastoral y su atmósfera luminosa, ofrece un contraste de calidez y fluidez que evoca paisajes naturales y estados de ánimo contemplativos. Kanturow volvió a dejar la misma muy positiva impresión del día previo. La misma que debió causar en 2019 cuando logró la Medalla de Oro del Concurso Chaikovski de Moscú. Potencia, claridad y capacidad para sacar colores no son frecuentes en jóvenes de su edad. En sus cuatro movimientos destacó el casi dúo con el violonchelo, la íntima serenidad del Andante y la fogosa extroversión del Allegro appassionato, con sus pasajes rápidos en dobles octavas y escalas cromáticas, pero siempre al servicio de la expresión. Como propina, muy solicitada, uno de los Intermezzos del mismo autor, el Opus 117. La “Segunda sinfonía” volvió a traernos al experimentado y versátil Heras-Casado, esta vez más lírico, como corresponde a esta partitura. Bien expuesto el carácter bucólico del primer movimiento, la melancolía en las cuerdas graves del segundo, los ritmos danzantes del tercero y la deslumbrante coda final, con escalas en las cuerdas y fanfarrias de metales. Sin duda, dos meritorios esfuerzos del maestro granadino tras la sustitución de última hora y un feliz reencuentro entre director y festival se cerró en ambos días con las consabidas danzas húngaras que ustedes se pueden imaginar
✕
Accede a tu cuenta para comentar