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Crítica

París une Bartokcon Poulenc

«El castillo de Barbazul», de Bartok, y «La voz humana», de Poulenc. Voces: E.Gubanova, J.Relyea, B.Hannigan. Dirección escénica: K.Warlikowski. Dirección musical: E.Salonen. Orq. Nacional de la Ópera de París. Opera de París. Diciembre de 2015.

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A Mortier se le ocurrieron algunas agrupaciones curiosas, así las de «El prisionero» con «Suor Angelica» o «El castillo de Barbazul» con «La voz humana», forzando más o menos sus conexiones reales que en verdad son bien pocas. Estas dos últimas obras se programaron para el Real en coproducción con la Ópera de París, donde acaba de ofrecerse su «premier» sin que existan noticias de la fecha en que llegarán a Madrid, si es que finalmente lo hacen...

Por encima de todo destacó la extraordinaria dirección musical de Esa-Pekka Salonen, muy especialmente en la ópera de Bartok, con una fuerza arrolladora y una extraordinaria prestación de la orquesta. Esperemos poder contar con él también en el Real. Luego el dominio escénico y un punto menos vocal de Barbara Hannigan en ese «tour de force» que es para la soprano el único papel de la ópera de Poulenc. Cuarenta y cinco minutos hablando por teléfono... aunque a Warlikowski no se le ocurriera sacarlo a escena. También Ekaterina Gubanova y John Relyea colaboraron a que el espectáculo subiera muchos puntos. Warlikowski une ambas partituras, sin pausa, bajo la consideración de la dependencia emocional de las dos mujeres protagonistas , Judith y Elle, de sus respectivas parejas, el duque y Lui. Pero para tal fusión nos regala más de cinco minutos de prestidigitación al inicio de Bartok, con el duque Barbazul elevando a las alturas a su ayudante o sacando palomas y conejos de sus foulards. Entre las dos óperas aparece un vídeo de la Bestia hablando de la Bella. ¡Qué me explique alguien, por favor!

El público respondió con auténtico entusiasmo durante muchos minutos, para satisfacción de Lissner, presente en la sala y de quien habrá algo que contar próximamente. Sin duda un interesante doble espectáculo, porque Warlikowski tiene talento y, dejando a un lado aquellas uniones forzadas, realizó una gran labor actoral en ambas óperas. Sin embargo, uno no puede menos de recordar cuando hace unos cuantos años escuchó este mismo Bartok en la parisina Sala Pleyel con Varady y Fischer Dieskau como pareja protagonista. Sinceramente, a los grandes cantantes les sobra la escenificación, porque la escena son ellos y cada día más va a haber que apostar por la ópera en concierto hasta que las regias vuelvan a tener la importancia que no debieron nunca superar.

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