Selvático animal

Tomatito: «Tengo 18 nietos, una bisnieta y seis hijos. Eso es la felicidad»

Inmerso en una gira internacional, el guitarrista abrirá el 1 de marzo el Flamenco Festival de Nueva York, que este año homenajea a Paco de Lucía

El guitarrista almeriense 'Tomatito'. TEATRO DE LA MAESTRANZA 14/02/2024
El guitarrista almeriense TomatitoTEATRO DE LA MAESTRANZAEuropa Press

Con una impresionante carrera como solista, con ocho discos publicados, además de los grabados con el pianista dominicano Michel Camilo, o aquella maravilla que hizo con José Mercé («De verdad»), el almeriense José Fernández Torres, Tomatito para el mundo, es, a sus 65 años, uno de los más dotados y respetados guitarristas de flamenco y posee siete premios Grammy. Empezó en el oficio de niño y dejó el instituto para dedicarse profesionalmente a la guitarra. Camarón lo descubrió «en un tablaíllo de Málaga al que iba con Paco de Lucía», y lo eligió. Estuvieron juntos 18 años, una época imborrable, pero tras la muerte del legendario cantaor, en 1992, tuvo que reinventarse: «No es fácil. Te quedas huérfano, como aquel que dice, ¿y qué puedes hacer? Me tuve que hacer solista, cuando a mí lo que me gusta es la voz, y más la de Camarón, que le tocaba y se me ve embobao. Muchas veces veo vídeos y qué bonito cantaba, qué bien lo hacía, y yo queriendo ayudarle en lo que podía como guitarrista. Porque el guitarrista para cantar, debe ayudar siempre al cantaor. Nosotros somos una estera y ellos, los cantaores, pasan por encima nuestra, en el sentido fiel». Considera Tomatito que Camarón y Paco de Lucía están aún por superar, que siguen siendo las cumbres más altas del flamenco: «De nuestra generación, ellos son los genios. Aunque los haya escuchado tres millones de veces, me siguen emocionando. Y hasta que me vaya de este mundo, los seguiré escuchando y se me caerán las lágrimas». En medio de la gira internacional en la que se encuentra viajará a Estados Unidos para participar en el Flamenco Festival de Nueva York, que este año rinde un homenaje a Paco de Lucía, de cuya muerte se cumplen diez años. Tomatito lo inaugurará en el Town Hall interpretando la pieza más célebre de De Lucía, «Entre dos aguas»: «La guitarra está grande hoy día gracias a Paco, que abrió las puertas del mundo para que nosotros estemos ahí. Paco tenía las manos preparadísimas. ¡Pues no iba con los tres guitarristas y los otros dos con las púas y él con los dedos y corría más que ellos…! Para que veas la técnica que tenía. Pero cuando hacía dos notitas bonitas… Qué bonito también. Eso –se lamenta– es lo que veo que algunos jóvenes no hacen. Algunos dicen que la exhibición es lo mejor, y no. Hay músicos que son exhibicionistas, pero el camino, para mí, no es ese. Es como si hacemos esta entrevista y yo te empiezo a hablar muy rápido –pronuncia unas palabras ininteligibles–. ¿Me has entendido algo? ¿Verdad que no? Tengo que decírtelo despacio para que me entiendas, pues en la guitarra es igual. La velocidad es una obsesión para los músicos, en todos los géneros, con todos los instrumentos. Eso se cura con los años».

Camarón y Tomatito
Camarón y Tomatitolarazon

Recrear lo creado

El guitarrista muestra aquí su defensa de las raíces y critica algunas actitudes dentro del flamenco contemporáneo: «Hoy hay algunos guitarristas que hacen cosas que no tienen nada que ver con el flamenco. Eso es igual que si tú haces una casa y no le pones cimientos. Muy bonita, muy bien, pero no sé lo que durará eso, porque si viene un fuerte viento se va a la calle. Si el guitarrista flamenco no toca para cantar, no sabe cantar con la guitarra. Yo sé del flamenco lo que Paco y Camarón me han enseñado y he escuchado siempre. Una guitarra tiene que tener musicalidad. Si una falseta por bulerías no la cantas, con su armonía, con sus bajos… Porque donde haya una melodía bonita… Hay unos palos del flamenco que se tienen que respetar. Los cantaores hacen la malagueña de fulano, sí, pero la llevan haciendo toda la vida y cada día que la digan está bonica. Si hay alguien que la componga mejor, que lo haga. Lo que no se puede es inventar cosas y decir “yo he inventado esto”. ¡Pero tú has inventado eso y no vale “na”! Ya está todo creado. El mundo está creado ya. Tenemos que recrear lo creado y poner nuestro grano». Y vuelve a la grandeza de Camarón: «¿Crees que inventó algo Camarón? No. Ni Enrique Morente. Los dos fueron innovadores, pero sabían lo que hacían. Decían: las malagueñas las hago así y ahora yo le pongo este granito, le hago este quejío aquí, muevo esto… Pero no se puede innovar sin conocer a los clásicos, eso es. Y luego está tu gracia. Camarón, cuando hizo los cantes de levante, que estaban todos ya inventados por los viejos del lugar, los del cante de las minas, hizo una cosa tan bonita… Está todo inventado, pero puedes interpretarlo a tu manera y, sin inventar nada, ya estás inventando, porque tienes un color de voz distinto y una forma de expresarte distinta. Haciendo lo mismo, estás recreándolo. Igual que la guitarra. Así es la historia».

Tiene ya preparado un disco en el que homenajea a los grandes genios del flamenco, con Paco de Lucía a la cabeza y con un recuerdo especial a Camarón, del que ya se conocen dos temas: «Ya han salido dos singles, uno dedicado a Camarón, “Sabio”, y otro dedicado a mi tío Miguel –leyenda del flamenco–, unos fandangos de Huelva. El disco entero saldrá seguramente en septiembre, porque ahora tengo muchos conciertos. También saldrá pronto un nuevo disco con Michel Camilo. Será el cuarto “Spain” y ya se ha publicado un single, “Mambo influenciado”». Pese a su ritmo de trabajo, Tomatito tiene claro que la familia es fundamental para el equilibrio del hombre: «Yo solo no me apaño. Tengo 18 nietos, una bisnieta y seis hijos. Y el día que no vienen a casa pregunto por ellos. “¿Dónde están? ¿Por qué no han venido?”. Eso es la felicidad. Por eso me mantengo tan joven y tan bien, según la gente. Ya tendremos tiempo de estar solos».

CAMARÓN QUISO AL MEJOR

Por Javier Menéndez Flores

Cantaba Camarón como si le estuvieran descosiendo la piel. Como si al dejar salir la voz en forma de pepitas de oro se desangrase. Porque la más alta belleza se engendra desde la cámara del dolor, poniendo en la tarea la sabiduría atesorada y también los sueños insistentes y todos esos anhelos y metas que mantienen calientes los instintos. Y Tomatito lo miraba romperse mientras le daba a la guitarra y pensaba que de dónde había salido ese tío, Virgen santísima, cómo es posible cantar así, con la furia de un gladiador y el sentimiento de un rapsoda. Y al cabo de mil noches a su vera concluyó que aquel hombre no era un hombre, sino un extraterrestre disfrazado de mortal. José Monge logró engañarlos a todos, hacerles pensar que era de su misma especie, menos a él.

Acuérdate, Tomate, de aquella actuación en Granada, en el palacio de Carlos V, con las televisiones de medio mundo aguardando la aparición del genio de San Fernando… y tuvieron que desmontar los equipos porque, ay, llegó tarde. No lo hacía de mala fe, por Dios bendito, es solo que se liaba y el santo le trepaba al cielo. Pero jamás abandonó un concierto, eso no es más que un mito, un embuste que todavía perdura y nunca tuvo lugar, y eso tú bien lo sabes. Y lo único que debe contar es el legado que dejó, su cante robusto como dos montañas, su voz de fantasía.

Creíste, Tomate, que aquel viaje de magia y aplausos y felicidad inefable duraría siempre, pero los pulmones de Camarón griparon y con 33 años, dieciocho al lado de tu tocayo, sentiste el aliento helado de la orfandad y tuviste que volver a la casilla de salida. Hoy miras atrás y aún te maravilla lo mucho conseguido. Porque no estaba previsto y porque habrías continuado toda la vida poniéndole tu música certera a la voz que le dio un pellizco al flamenco y, junto a De Lucía, inauguró una autopista por la que han circulado todos los locos que vinieron después.

El camino ha sido hermoso, Tomate. Ahí están tus discos en solitario, imponentes como torres moriscas, y tus trabajos al alimón con Michel Camilo, otro marciano. Y cómo suena el «Concierto de Aranjuez» en tus manos sin dudas. Técnica, concentración, máximo respeto. Cualquiera que te escuche tocar entenderá que Camarón, después de Paco, quiso consigo al mejor. Los premios, Tomate, siendo ya un porrón, me parecen pocos.

Y aún te estremeces con una melodía de Pat Metheny o cada vez que suena «Adiós Nonino», donde un hombre se lamenta por no poder ir a velar el cadáver de su padre. Porque la vida, Tomate, es millonaria en ruido y distracciones fútiles, pero las cosas que importan se cuentan con la mitad de los dedos de una mano.

Cantaba Camarón como si le estuvieran practicando un exorcismo: sacaba el demonio del talento de lo más hondo de su cuerpo enjuto y quienes lo miraban y escuchaban se abandonaban a la emoción. Os lo han contado, lo habéis visto en vídeos, pero yo estuve allí. Vi mil veces a mi hermano romperse como una bolsa de plasma, explotar entre lamentos, morir. Y, tras los aplausos, resucitar y componer una sonrisa que desarmaba a los generales. Y yo le puse el silbido de mi guitarra como una alfombra roja y sin punto final. Para que caminara por ella y llegase a su cita con los dioses, aunque lo hiciera tarde. O demasiado pronto.