Napoleón, el déspota que Stendhal admiró
En el 250 aniversario del nacimiento del emperador francés se recupera la biografía que el novelista intentó escribir sobre él
Los dos conquistaron Europa, aunque cada uno a su manera. Uno por las armas y el otro por las letras. Su caso es la encarnación más ejemplar de la admiración de un chaval, ese Stendhal en plena adolescencia, hacia un héroe y la orla y fanfarrías de su gloria, y la desilusión que sobreviene posteriormente, cuando el ídolo se revestió con los ropajes y charreteras de la tiranía. La historia que existió entre los dos fue la de un libro, un empeño literario que, como otros numerosos ejemplos, quedó inconcluso, un detalle que en este caso no es lo más relevante. La colección de clásicos de Penguin recupera ahora en «Napoleón. Vida y memorias», que cuenta con un prólogo de Ignacio Echevarría, los dos textos que el escritor llegó a redactar para su proyecto, el primero en 1818 y el segundo, en 1836.
Stendhal abordó la tarea de biografíar al hombre más sobresaliente de su tiempo y, para el novelista, hasta de la Historia, si no fuera por esa excepción que resultó Julio César. El «pequeño cabo» que venció en Austerlitz y se propuso dominar Rusia cautivó siempre su imaginación y de él dijo: «El amor a Napoleón es lo único que ha perdurado en mí, lo que no me impide ver los defectos de su espíritu y las mezquinas flaquezas que pueden reprochársele». Stendhal tuvo la oportunidad de acercarse a su figura cuando trabajó en el Ministerio de la Guerra y llegó a acompañar al déspota de Córcega en aquellas campañas italianas en las que hubo sangre lo que no ha impedido que la historia y la literatura hayan empañado de cierto romanticismo. Cuando Waterloo acabó con el mito Napoleón y el general quedó como material de desguace para mandar a Santa Elena, el autor de «La cartuja de Parma» abordó por primera vez su plan (para el que recogió abundante información), pero lo abandonó por el riesgo que en 1818 aún suponía publicarlo. El desengaño político de la Francia posterior le empujó, cuando Napoleón había fallecido, a retomar este plan, en el que recogía las batallas que habían convertido al emperador en una leyenda y sus vivencias en el frente. Stendhal jamás negó la triste deriva que llevó al general a convertirse en dictador, pero tampoco le gustaba la renuncia a los ideales de libertad de su país. Aspectos que quedan reflejados en esta pareja de textos.