Hallazgos arqueológicos
Odio entre esclavos
Una investigación constata a través del descubrimiento de una tablilla de maldición del siglo I a.C. hallada en 2017, que también existían malas relaciones entre los romanos más humildes
Aunque el miedo, el temor, el infortunio o la injusticia compartida supongan a menudo los fundamentos para el establecimiento de lazos de inquebrantable unión o solidaridad, no siempre es el caso. Es lo que ocurre con, por ejemplo, los esclavos en la antigua Roma. Pese a ser considerados poco más que objetos, no dejan de abundar las muestras de desconfianza, envidia, intolerancia y odio entre sus miembros, similares a las percibidas entre los libres. Sobre estas relaciones versa el apasionante «Esclavos, magia y ritual funerario en el Estrecho de Gibraltar en época republicana. El contexto de la defixio de Bailo-Silla del Papa (Tarifa, Cádiz)», una investigación colectiva encabezada por Fernando Prados, profesor de la Universidad de Alicante y publicada en el «Archivo Español de Arqueología». En esta interesantísima investigación se analiza una tablilla de maldición del siglo I a.C. que, hallada en 2017, ofrece testimonio de la mala relación que podía establecerse entre los miembros más humildes de la sociedad romana.
Este tipo de evidencia es un ejemplo clásico de magia negra en donde, mediante la invocación a divinidades infernales o demonios, se buscaba influir en otra persona o, y esto es más habitual, se le deseaba el mal por la razón que fuera. Esta práctica, duramente perseguida por las autoridades romanas, consistía habitualmente en una fina lámina de plomo inscrita con un texto donde se explicitaba el deseo, que luego era doblada y perforada por un clavo, siendo ocultada en un lugar propicio como los espacios funerarios. Es el caso de nuestra tablilla en cuestión, hallada en una necrópolis del yacimiento gaditano de Silla del Papa. Se trata de un «oppidum», un asentamiento elevado localizado en el interior de Cádiz, identificado con la Bailo prerromana, una población de raigambre indígena con una fortísima influencia feniciopúnica y norteafricana, siendo parte del horizonte cultural conocido como el «Círculo del Estrecho».
Fue abandonado hacia el 30 o 25 a.C. por iniciativa romana, convirtiéndose en el sustrato poblacional fundacional de la cercana Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa). Este traslado, que según la investigación fue «pacífico y ordenado», respondía a una política augustea deliberada de traslado de poblaciones en altura en la misma zona en beneficio de una ocupación litoral como lo demuestran los casos contemporáneos de las cercanas Mellaria y Baesippo. Aunque la mudanza fuera sistemática, obviamente se quedaron atrás los muertos.
Las excavaciones recientes han desvelado dos necrópolis caracterizadas por construcciones tumulares de buen tamaño que aunaban en torno suyo a un gran número de enterramientos por cremación, si bien los fallecidos no eran quemados in situ sino en otro lugar, recogiéndose posteriormente sus huesos para ser introducidos en urnas provistas de un escaso ajuar. Además de los plenamente perceptibles sustratos turdetano, feniciopúnico y norteafricano, también alcanzó la influencia romana a este espacio funerario como lo acredita esta tablilla. Su análisis interno indica que se depositó en su última fase o justo después de ser abandonado, cuando aún continuaba recibiendo la visita de los nuevos habitantes de Bolonia que, como es natural, añoraban a sus ancestros.
Un mago itinerante
Aunque en un estado fragmentario, señala como un tal Filónico, esclavo de Pupilo Flavio, le pide a Dis Pater, a Proserpina y al resto de dioses infernales que les arrebate «su aliento de vida y su cuerpo» al mozo de cuadras Filemón, al ovejero Hemón y al usurero Andrómaco. Todos los nombres, salvo el del amo, son de origen griego, una circunstancia asociada tradicionalmente a un estatus servil y que, además, no resulta anómalo en Baelo Claudia puesto que, como recalca la investigación, una cuarta parte de los nombres encontrados en inscripciones de esta urbe tienen este origen. Pese a que Filónico pudiera ser el autor de la tablilla, esta investigación teoriza con buenas razones con que su creador fuera un «mago itinerante que recorría pueblos y propiedades rurales» ofreciendo sus servicios mágicos. Aunque se desconocen las motivaciones de este odio, sin duda debió ser inmenso, tanto que llegó a asociar su nombre al de su amo con el objeto de añadir más poder a su plegaria maledicente.
Pero, ¿quién era este Pupilo? Esta investiga aporta una sugerente solución puesto que correlaciona su figura con la de otros dos flavios contemporáneos ligados a poblaciones cercanas. Uno referido en un grafito cerámico de Asido (Medina Sidonia) y un eques citado en el Bellum Hispaniense, una obra tradicionalmente atribuida a Julio César, residente en Hasta Regia. De acuerdo a esta interpretación, los tres serían miembros de una familia renombrada de origen itálico que, además, podría vincularse a la misma Bailo puesto que proponen que Filónico colocase la pieza en un túmulo fúnebre perteneciente a esa familia para añadir la fortaleza de los manes de esta poderosa progenie al poder de los dioses infernales. En definitiva, esta apasionante reconstrucción acredita, como bien se indica, «la complejidad social y cultural de la Bética al final de la época republicana».