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Cine

"De perdidos a Río": cuatro sambas y un funeral

El nuevo trabajo de Joaquín Monzón viaja hasta las playas de Brasil para configurar un viaje loquísimo protagonizado por Pablo Chiapella, Carlos Santos y Fran Perea

"De perdidos a Río": cuatro sambas y un funeral / Chiapella, Perea, Acebo y Santos en "De perdidos a Río"
"De perdidos a Río": cuatro sambas y un funeral / Chiapella, Perea, Acebo y Santos en "De perdidos a Río"SONY PICTURES

Las resonancias clásicas cinematográficas de las "buddy movies" son notables y pretendidas. Las de “Resacón en las Vegas”, inevitablemente también. Y es que la nueva propuesta de Joaquín Monzón, bebe, tal y como él mismo explica en entrevista con LA RAZÓN, de la arquitectura audiovisual propia de ese tipo de comedias en las que los protagonistas son masculinos, torpes y desdichados y se encuentran en una edad de compleja transición en donde el niño no termina de adaptarse coyunturalmente al adulto, pero que tras emprender un prometedor viaje que les cambia para siempre la existencia, deciden hacer algo con sus respectivas vidas extrayendo una conclusión que les convierte en mejores personas.

“Mira, esta es la típica película de amigos que siempre he querido hacer, soy muy fan de “Resacón en las Vegas”, especialmente de la primera y no digo que esta historia sea un calco exacto de aquella, pero sí que quería reflejar esa aventura de tres amigos a los que le cambia la vida a través de un viaje. A partir de ahí la propia película nos ha ido enseñando otros caminos y demostrando que se podía hablar de más cosas con ese viaje inicial como pretexto. Queríamos romper con lo establecido en ese tipo de personajes que suelen ser más estereotipados, inventarnos otras cosas, que fueran diferentes”, aduce.

Sobre la inmadurez

Esa triada de espeleología vital cómica está formada en esta ocasión por Pablo Chiapella, Carlos Santos y un todoterreno creativo como Fran Perea (produce, actúa, dirige y bucea en las artes escénicas con afán desmedido): tres amigos, variopintos, dispares, ingenuos y algo bobalicones que viajan a Río de Janeiro para recoger el cuerpo sin vida de Mateo, el mejor amigo del instituto de Pedro (Chiapella), quien ha muerto en extrañas circunstancias. Localizada en un paraje de ensueño como el territorio carioco, “De perdidos a Río” intenta renovar el discurso sobre la inmadurez y sobre las derivas inevitables de la amistad dejándose acunar por los parámetros habituales de la comedia.

“Fue de hecho una de las cosas que primero hablé con Fran (Perea). Él es de Málaga, de toda la vida, y tiene su grupo de amigos de toda la vida allí, cosa que yo también comparto. Y algunos de mis amigos de siempre han dejado de serlo no porque nos hayamos enfadado, nada de eso, sino porque cada uno ha tomado caminos diferentes y también te diría que nuestro pensamiento es diferente, ha cambiado”, asegura el cineasta cuando le preguntamos por los destinos no elegidos de las amistades de toda la vida. Y continúa: “Creo que los amigos los vas eligiendo en tus etapas vitales y esto creo que es algo que se traslada en la película… Vale, sois amigos de toda la vida, pero ya n tenéis nada que ver y mantenéis la amistad de una manera forzada porque no tenéis más amigos. Y yo en ese sentido siempre he intentado luchar contra eso, en el sentido de, tío igual un amigo al que conoces desde los cinco años ha llegado a la edad adulta habiéndose convertido en otra cosa o a lo mejor el que ha experimentado ese cambio eres tú hasta el punto de que yo he dejado de interesarle y él ha dejado de interesarme a mí. Cada uno de los protagonistas tiene una vida que no quiere, pero de la que no se atreven a desprenderse”. Y vaya si lo consiguen.