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Por qué la unidad territorial hace avanzar a España

El ensayo «Move Up» explica el motivo de que unas culturas progresen y otras no

Por qué la unidad territorial hace avanzar a España
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Sin duda, se trata de una de las grandes preguntas que la humanidad se ha hecho durante toda la historia. ¿Por qué unas culturas avanzan y otras no? ¿Cuál es el motivo por el que, mientras unas progresan, otras se estancan y desaparecen? Éste es el ambicioso planteamiento que Clotaire Rapaille y Andrés Roemer desarrollan en «Move Up» (Taurus), un ensayo que da no pocas pistas sobre las razones de la evolución de unas civilizaciones frente a otras. A través del estudio de los factores biológicos y culturales que forman a todo individuo y sociedad de países de todo el mundo, los autores han establecido tres variables fundamentales que condicionan el progreso: la libertad individual, la equidad de género y las oportunidades de desarrollo.

Un país de hidalgos y toreros

Entre las sociedades analizadas se encuentra la española, sobre la que Rapaille nos ofrece su visión: «La he estudiado mucho y he llegado a la conclusión de que es muy dramática. El héroe es el matador. Ver a un torero matar a un animal es un ritual que, aunque a algunos no les guste, constituye una parte importante de la cultura. Creo que en España existe cierta atracción y fascinación por la muerte. Los soldados, en plena Guerra Civil, gritaban "Viva la muerte". Es un orgullo del hidalgo que pueda enfrentarse a la muerte con una sensación de superioridad. Percibí una tendencia a tener placer en el dolor, la pena y la destrucción. Todo esto resulta hermoso pero no da prioridad a la superación. Es una especie de placer masoquista», asegura el autor, que también reflexiona sobre nuestros puntos fuertes, entre los que destaca la Monarquía como factor positivo para el desarrollo: «España tiene una cosa muy buena: la Monarquía, y no me refiero a una posición política: al estudiar la cultura del mundo te das cuenta de lo positivo que es que exista una dimensión simbólica que representa el alma profunda de la cultura, una referencia inconsciente de ella. ¿Por qué es, por ejemplo, importante el fútbol? Porque constituye un momento de unión en el que todo el mundo disfruta con lo mismo», añade el autor.

El sistema político tiene, obviamente, una influencia importante en la evolución social, y aquí los autores se desmarcan con una afirmación políticamente muy poco correcta: «La democracia actual es una perversión. Los griegos tenían otra idea. Para nosotros, significa que todo el mundo puede votar, aunque sea analfabeto. Eso no es bueno. En China no hay democracia, pero en 15 años han sacado a millones de personas de la pobreza. No existe la libertad, pero mantener atendida la parte instintiva del ser humano es muy importante. Si no puedes comer y puedes leer, ¿de qué sirve? Los Gobiernos tienen que ayudar a la gente a tener el mínimo para sobrevivir», aseguran.

Las mujeres cuentan

Los autores también apuntan a la desigualdad entre colectivos como uno de los factores que puede lastrar el desarrollo social, entre los que destacan el de las mujeres y las minorías étnicas. El de las primeras se trata de «uno de los mejores ejemplos. Es suicida dejarlas al margen de la sociedad. El mundo árabe tiene un problema importante con esto. El racismo es otra tontería: no existe una raza pura. Somos una combinación de diferentes elementos. De hecho, la gente ''híbrida'' tiene mayores posibilidades de sobrevivir porque cuentan con más herramientas, como que habla más lenguas. Las culturas que excluyen a los diferentes no sobrevivirán. Es por eso que en EE UU tenemos más posibilidades. Los musulmanes que viven aquí, por ejemplo, son una minoría muy rica. En otros países están totalmente excluidos», explica Rapaille.

No toda la responsabilidad recae, sin embargo, en las organizaciones sociales; el individuo también posee la capacidad de aportar a esta evolución social, y es aquí donde la dualidad humana, la contraposición entre el instinto y la razón, cobra una especial relevancia. «Este libro hace un intento por desvelar por qué la batalla entre nuestro impulso biológico y nuestra razón ya no es necesaria y, en realidad, nunca lo fue. Si queremos avanzar, nuestra mejor apuesta es la comprensión, la aceptación e, incluso, la celebración de esta bestia dentro de nosotros, el reptiliano, pues, nos guste o no, siempre gana». Superada la aceptación de nuestro instinto, el sexo destinado a la procreación se convierte, según los autores, en biológicamente necesario para el desarrollo social: «Si una sociedad no tiene hijos es el fin de su cultura. El reptiliano (nuestra parte instintiva) dice sexo, que significa niños. Es muy simple. Esto es algo que Rusia, por ejemplo, va a perder, porque la natalidad es bajísima. De esta forma, la única solución que tiene Putin es invadir. No es una cuestión moral, sino una perspectiva biológica. Por otra parte, la familia facilita una necesidad del ser humano, que es vivir en nuestra propia cultura. Resulta muy difícil cambiar. He estudiado la cultura japonesa, por ejemplo, pero no me puedo adaptar a ese modo de vida. Cuando regreso a Francia –comenta el autor, que vive en Estados Unidos– me siento bien. La familia es, entonces, otra parte de nuestro ser reptiliano, muy importante en todas las culturas: en China, en India, en todas partes. En general hemos visto que los grupos más exitosos son los que cuentan con fuertes lazos familiares y con vínculos hacia su propia cultura», termina Rapaille.