«Romancero gitano»: Palabra de Lorca

Seguimos con Lorca para arriba y para abajo. Qué demérito de nuestros tiempos haber logrado que un autor de tal envergadura empiece a cansar de este modo. El hecho de que su obra haya pasado a ser de dominio público ha provocado que productores, programadores y creadores aprovechen el tirón que sigue teniendo su nombre para colocarlo en la cartelera acompañando productos de la más diversa ralea. Entre ellos, afortunadamente, todavía cabe encontrar algunos como este, que sí están hechos a partir del conocimiento profundo, del trabajo riguroso y de la verdadera pasión. Y eso se traduce en que Nuria Espert vuelve a dejar al público boquiabierto, admirado y rendido. Su interpretación no viene sino a refrendar la pletórica forma de una actriz que va aquilatando minuciosamente con la edad todos los matices, imperceptibles para el resto de mortales, que se esconden en cada palabra que pronuncia y que definen a cada personaje que incorpora. Una vez más, es una maravilla verla en el escenario. Su voz de actriz, o de maestra de ceremonias, o de narradora que contextualiza cada poema –una voz sabiamente intervenida y dirigida en la dramaturgia que ha elaborado Lluís Pasqual–, se torna como si tal cosa, en un instante fugaz, en pura poética; en alma encendida; en música y en dolor; en honda y sublime belleza; en sangre inflamada; en ciego arrebato y en pensamiento sereno; y, cómo no, en pena; en esa profunda pena en torno a la cual se construye toda la poesía de un Lorca que se diría que está allí presente, en el escenario, susurrándole a la actriz cada verso al oído.

La prodigiosa capacidad de Nuria Espert para transmitir todo tipo de emociones

Podría explotarse mejor el sentido didáctico de las introducciones a los poemas