Son las últimas esquirlas, los rescoldos que no han entrado en el volumen, en el libro cerrado, pensado de antemano. A todo escritor le quedan unas hojas volanderas extraviadas del río común de su obra que han quedado perdidas en publicaciones, revistas, cuadernos, cajones que sólo se abren después, con el tiempo. A esas ascuas indeterminadas, donde muchas veces se vislumbran con detalle mayor las preocupaciones, ideas o guías que han impulsado su tendencia creadora, las han llamado, en este caso, que es el de Rosa Chacel, «Astillas». Un volumen publicado en los Cuadernos de Obra Fundamental que edita la Fundación Banco Santander. Con prólogo y selección de Rodríguez Fischer, profesora de la Universidad de Barcelona, esta breve joya recoge ensayos, artículos y algunas cartas que la escritora «olvidada de la generación del 27» cruzó con el novelista Javier Marías. Compila esta obra una amplia variedad de temas que la autora de «Barrio de Maravillas» o «Memorias de Leticia Valle» abordó con el pretexto de una conferencia, una petición, una reflexión. En ella vemos el tesón de una pensadora que utilizaba, así lo explicó Rodríguez Fischer durante la presentación, el lenguaje como una herramienta para ir profundizando en el pensamiento, como si cada tema tuviera un sustrato verbal que hubiera que excavar hasta las raíces para alcanzar un completo y feliz entendimiento. «Siempre se dijo de ella que era una escritora de ideas –comenta Rodríguez Fischer–, pero también existen otros escritores de ideas, ahí está Juan Benet». Por aquí asoma desde el discurso que leyó en la entrega de la medalla de la provincia de Valladolid hasta temas como la religión, los toros, la paz, las palabras más bellas del idioma (una proposición que ella desarrolló, pero que todavía no se ha averiguado quién se lo ofreció en su momento), un acercamiento a la figura de Luis Cernuda, un prefacio a Jean Cocteau que le encargaron o el tiempo. Cierra, por supuesto, esas epístolas que cruza con un joven escritor en ciernes; ese Javier Marías que tantea los primeros pasos de su camino literario. Rodríguez Fischer destaca la familiaridad con que llegaron a tratarse al final, pero, también, afirma que el autor de «Los enamoramientos» sí tuvo presente los consejos y las sugerencias que ella le dio en estas epístolas.