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cultura
Taylor Swift: la educación sentimental de una generación
Otro año más, la estadounidense vuelve a ser la más escuchada del año en plataformas y dos libros que llegan ahora desentrañan su cosmogonía y las razones de su hechizo

Las cifras cantan. Acaba de cerrar la gira más exitosa de todos los tiempos y, por segundo año consecutivo, es la artista más escuchada del mundo en plataformas. Taylor Swift ha agotado los epítetos durante 2024, año en el que su The Era’s Tour conquistó occidente como una máquina registradora de billetes y de emociones en la escala Richter. La de Pensylvania es un icono generacional indiscutible y un fenómeno comercial mayúsculo que vive de la sublimación sentimental. Un audiolibro que cuenta su historia y dos libros, «Taylor Swift. En primera persona» (Libros del Kultrum) y «Heartbreak is The National Anthem. Cómo Taylor Swift reinventó la música pop» (Alianza), tratan de explicar o contextualizar al menos el gran fenómeno pop del siglo hasta la fecha. El triunfo de la gran empecinada de la canción.
Swift es la artista más escuchada de la historia de la plataforma Spotify, que lidera el mercado del «streaming». Sus canciones suman más de 94.000 millones de reproducciones, con 11 canciones que acumulan más de 1.000 millones de reproducciones y 186 por encima de los cien millones. Incontables grupos de moda matarían por tener un tema por encima de la barrera del millón y Swift lo ha logrado 399 veces. Marisol Salanova se ha encargado de la edición de «Taylor Swift. En primera persona», una compilación de las frases, mensajes de redes, respuestas en entrevistas y declaraciones en diversos medios que la cantante ha realizado a través de los años, desde una doble perspectiva: la de crítica de arte y «swiftie» confesa. «El suyo es un verdadero fenómeno cultural, que es una obviedad, pero nos podemos preguntar por las razones. Su éxito musical se construye en paralelo con la vida de la persona real y sus sentimientos se filtran a lo largo de su desarrollo artístico», dice la escritora, que apunta a un tema esencial: vida y obra van ligadas. Con otras palabras, Rob Sheffield, autor del volumen editado por Alianza, se refiere a la misma realidad, desde la misma perspectiva de fan: «El Eras Tour es un viaje a través del pasado de ella, protagonizado por todas las diferentes Taylor que ha sido, lo que significa: todas las Taylor que tú has sido (...). Es una celebración completa del terreno sagrado que ella y su público han recorrido juntos a lo largo de los años. No hay una experiencia comparable a ser parte del mundo que ella crea», dice este bostoniano de 58 años, redactor de «Rolling Stone», y «sfiwter» inesperado por razones obvias, pero tan radical como si se tratase de una joven veinteañera.
Para Salanova, buena parte de la magia narrativa en torno a Swift es su resiliencia. «Quería recopilar todas esas citas para que se entienda su evolución como artista y su constancia para sacar adelante su música cuando al principio no tenía las cualidades técnicas ni los conocimientos y recibía noes sistemáticamente en todas las puertas a las que llamaba». La vida de Taylor Swift es, pues, tan importante como su obra: «Ella se ha abierto camino en un mundo de hombres como es la industria musical. Pero es que ya antes había luchado en una comunidad cerrada como es un instituto de Pennsylvania, donde no se llevaba bien con nadie, estaba marginada y no encajaba socialmente. Se sentía un bicho raro y ha cantado sobre eso, que es un tema universal, porque ¿quién no se ha sentido así alguna vez y especialmente en la adolescencia o juventud?», explica. De esa manera, Swift hizo frente a ejecutivos discográficos, críticos anticuados, su antiguo productor Sccoter Brown, parejas disfuncionales y matones como Kanye West. No se puede negar que ha llegado adonde está apartando del camino a un buen puñado de caballeros. «Es alguien, desde luego, inspirador para cualquiera –especialmente las jóvenes– porque se ha enfrentado a todo eso y más: trastornos alimenticios, ‘‘bullying’’, maltrato en la pareja, amistades tóxicas... asuntos que tienen que ver con el crecimiento emocional y con la educación sentimental de al menos un par de generaciones. Por eso su música conecta a las madres y sus hijas», explica Salanova. En el proceso, ha vencido: «Se ha enfrentado a muchas controversias en torno a su música a nivel legal y reputacional. Incluso a momentos críticos en los que parecía que iba a convertirse en un juguete roto, como sucedió con Justin Bieber o con otros que son de su quinta», apunta Salanova. Hoy puede parecer doña perfecta, pero a lo largo de su vida se ha mostrado absolutamente humana en situaciones como su fiasco en el escenario de entrega de los Grammy en 2010, nada menos que junto a la legendaria Stevie Nicks, cuando subió junto a ella a cantar «Rihannon» y no acertó ni una sola nota. Cantó desafinada y muchos le colgaron el cartel de fraude para siempre. Eso la persiguió durante años. «Fue el momento en que el mundo se dio cuenta de lo divertido que es ver fracasar a Taylor. Hay algo en la rubia que hace que sea todo un espectáculo verla caer de bruces», apunta Sheffield.
El Nobel y el paroxismo
Cuando Swift pasó por Europa, las cosas se disparataron. Reportajes y artículos que alcanzaban cotas sonrojantes sobre la lírica de la estadounidense. La colocaban junto a Shakespeare, pedían el Nobel de Literatura. ¿Cátedras de Harvard sobre su música? ¡Claro, Taylor es pariente de Emily Dickinson! «Yo no comparto esa exaltación –dice Salanova–. Ella escribe bien y es una gran narradora y nunca oculta que ella se inspira en los grandes poetas. Toma de ellos y lo coloca en letras del siglo XXI. Rimas, frases, formas o ideas clásicas que sirven como labor pedagógica y que pueden inspirar a sus fans, pero de ahí a decir que que está al nivel de los grandes poetas de la historia... creo que es mucho decir». En multitud de ocasiones, Swift toma versos de los poetas y no lo oculta. Su último disco, «The Tortured Poets Department» es un ejemplo de ello. Sheffield revela que la propia artista organiza sus canciones en tres categorías: estilográfica, bolígrafo de gel con purpurina y pluma de ave. Las primeras son las directas, las irónicas, las que describen los detalles para que presenciemos los hechos. Las segundas, las de chica fiestera, frívola y que se da poca importancia a sí misma. Luego están las terceras, destinadas a «hacerte sentir a la vieja usanza, como si fueras un poeta a la luz de las velas escribiendo un soneto». «En mi opinión, hacer cátedras y tesis doctorales sobre sus letras me resulta bastante disparate. No sabemos hasta dónde va a llegar. Taylor es un fenómeno de ahora, pero no sabemos dónde estará en 2032». Así es el pop, que tritura a sus ídolos. Pero ningún fan se olvidará de ella tan fácilmente. Ya forma parte de su educación sentimental.
Reacciones viscerales como solo puede el pop
Inevitablemente, las visiones colisionan: «Para unos, Taylor es un genio creativo, una fuerza cultural, una rebelde feminista que rompe la historia con su energía de mujeres al poder, con el don de curar a los gatitos enfermos. Para otros, es una mocosa, cuentista y llorica, una hipócrita que usa el feminismo y los derechos de los artistas solo para resarcirse de sus pequeños desprecios, una arpía entre todas las arpías, que está aquí para hacerse la víctima, calumniar a los hombres y ser el miembro único del club de zorras todoterreno representante de toda la podredumbre de las cloacas de la vanidad humana. Un símbolo del capitalismo, el privilegio, el egocentrismo y la autocompasión», escribe Sheffield, que es mucho más partidario de lo primero. «A estas alturas, se ha convertido en la artista que mejor encarna la música pop con sus enloquecedoras contradicciones y enigmas culturales. Inspira devoción, odio, miedo, desprecio, más sombra que una plantación de árboles de Navidad. No se la puede apreciar plenamente sin tener en cuenta la amplia gama de reacciones viscerales que provoca».
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