Crítica de teatro

“Las que limpian”: Camareras de piso y teatro mitinero ★★★☆☆

La compañía gallega A Panadería, formada por Areta Bolado, Noelia Castro y Ailén Kendelman, hace suya esa lucha social de Las Kellys

Areta Bolado, Noelia Castro y Ailén Kendelman forman A Panadería
Areta Bolado, Noelia Castro y Ailén Kendelman forman A PanaderíaLeticia T. Blanco

Autoras, directoras e intérprtes: Areta Bolado, Noelia Castro y Ailén Kendelman (A Panadaría). Teatro María Guerrero (Sala de la Princesa), Madrid. Hasta el 15 de mayo.

El nacimiento de la Asociación Las Kellys, en 2016, supuso un hito en la lucha de las camareras de piso para llamar la atención sobre los problemas de este colectivo y para reivindicar así, con mayor fuerza, unas condiciones laborales dignas. Ahora la compañía gallega A Panadería, formada por Areta Bolado, Noelia Castro y Ailén Kendelman, hace suya esa lucha social en un sencillo espectáculo de carácter satírico cuyo objeto no es otro que incidir en la denuncia de esa precariedad laboral.

En la isla más pequeña de Galicia, un miserable empresario llamado Aparicio, que parece sacado de una novela de Dickens, recibe en el lujoso hotel que dirige la visita de un político de renombre. Las frivolidades de estos dos sujetos, en una relación que se alimenta con desvergüenza en la corrupción, contrastan con la deplorable realidad económica y laboral de las empleadas del hotel. Bolado, Castro y Kendelman interpretan todos los personajes que aparecen en un simpático juego, muy teatral, en el que intercambian las pelucas y los tics que sirven para diferenciar y definir a cada uno de ellos.

Aunque la función no tiene una excesiva duración (una hora y veinte minutos), el argumento es tan esquemático que apenas puede evolucionar algo y termina haciéndose más largo de lo debido. Incluso en las canciones, compuestas e interpretadas con gracia y desenfado, hubiera estado bien meter la tijera. Es verdad que la trama en las farsas de este tipo sirve, sobre todo, como un mero contenedor de las denuncias que dan sentido a la sátira. El problema es que aquí la parodia social, que sí ha sido levantada con destreza formal, carece de fuste conceptual para no tambalearse. A pesar del ingenio de la compañía a la hora de plantear ciertas situaciones y componer algunas escenas con muy pocos elementos, el sustrato discursivo es tan simple y maniqueo que llega a resultar a veces pueril. No es que la realidad que muestren no sea preocupante, sino que la perspectiva que nos ofrecen de ella es tan reducida que no logra excitar el pensamiento crítico. Desde el punto de vista intelectual, el tratamiento del tema en algunos momentos es más propio de un mitin –esto es más que evidente en el desenlace, donde se abandona la ficción para dar paso directamente a la arenga– que de una obra que aspire a tener verdadera entidad artística.

Lo mejor

Las tres actrices tienen suficiente gracia y desparpajo como para hacer pasar un rato entretenido

Lo peor

En su aspiración por querer ir a lo local, el discurso dramático se torna más simple de lo que ya de por sí es.