Crítica de teatro

"Feriantes": El bocata de panceta y la Chochona ★★★★☆

En pocos años, y con cinco montajes en su haber, la compañía riojana El Patio Teatro ha logrado situarse en un lugar privilegiado

 Alejandro López, Julián Sáenz-López y Diego Solloa
Alejandro López, Julián Sáenz-López y Diego Solloa Luz Soria

Autores y directores: Izaskun Fernández y Julián Sáenz-López. Intérpretes: Alejandro López, Julián Sáenz-López y Diego Solloa. Teatro María Guerrero (Sala de la Princesa). Hasta el 28 de enero.

En pocos años, y con cinco montajes en su haber, la compañía riojana El Patio Teatro ha logrado situarse en un lugar privilegiado desde el cual poder exhibir su particular universo creativo. Fue Conservando memoria, sobre todo una vez que la hubo programado el Centro Dramático Nacional, la obra con la que, hace apenas dos años, empezaron a despertar el interés del público teatrero de Madrid. Ahora, tan solo un mes y medio después de presentar Entrañas en el Festival de Otoño, es el CDN el que ha decidido implicarse directamente en la producción de su nuevo trabajo, titulado Feriantes.

El espectáculo se encuadra dentro del género del teatro de objetos que Izaskun Fernández y Julián Sáenz-López, los dos miembros fundadores de la compañía, han venido cultivando hasta ahora con tanto acierto, y se mantiene fiel a ese característico estilo suyo, en apariencia naíf, pero a la postre muy emotivo por cuanto tiene de sincero y falto de pretensiones. Como todas las obras de El Patio –y, en cierto modo, como casi todas las obras de teatro de objetos–, esta también apela a los recuerdos y a los vínculos afectivos que hacen que algunos episodios permanezcan en un lugar sagrado de nuestra memoria. En efecto, pocas personas habrá de clase media y de cierta edad que no hayan pasado algún momento inolvidable, y probablemente surrealista, en alguna feria de pueblo o de barrio durante la infancia, la adolescencia o incluso la juventud. La propuesta no es sino una invitación a la feliz evocación de esos momentos, los más agradables y divertidos, dejando de lado la grisura o la sordidez que tal vez podía envolver también el mundo de la feria.

Los algodones de azúcar, la noria, los coches de choque, el tiro a los palillos con escopeta, los premios delirantes como la muñeca Chochona o el Perrito Piloto, los dejos y estribillos de los feriantes para atraer la atención de la gente hacia sus desconcertantes tesoros, los churros y los bocadillos, el galeón, el látigo, el tiovivo, la olla, la cascada, el tren fantasma... o incluso las propias fichas que llenaban los bolsillos de los visitantes antes de ser devoradas por todas esas atracciones y muchas otras son solo algunos de los incontables elementos que, bien manipulados en escena como objetos, bien referenciados de pura voz, van alimentando y engordando una bonita y cariñosa función que, además, homenajea a todas esas gentes que dedicaron su nómada vida a esta singular actividad en peligro de extinción.

Aprovechando la holgura que por primera vez tiene una producción suya, Fernández y Sáenz-López han incorporado al elenco en esta ocasión a Alejandro López y a Diego Solloa, que han sabido adaptarse muy bien al tipo de propuesta desenfadada y entrañable que es Feriantes y han propiciado, además, que el espectáculo tenga un añadido y simpático valor musical.

  • Lo mejor: La sencillez y la ternura con la que la compañía, una vez más, ha sabido abordar el asunto.
  • Lo peor: La mala calidad de algunos documentos sonoros y, como consecuencia, la dificultad para entender los testimonios que incluyen.