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Ron Lalá, la nitroglicerina que zarandeó los escenarios en 2002

Antígona publica los textos de la compañía de 2002 a 2011 en un volumen prologado por Ignacio Amestoy y Pedro Víllora
Ron Lalá estrenó "Mundo y Final" en 2008, en Fuenlabrada
Ron Lalá estrenó "Mundo y Final" en 2008, en FuenlabradaDavid Ruiz

Madrid Creada:

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No es extraño mirar atrás y sentir pudor. Suele ser norma. Les pasa a los chicos de Ron Lalá, que ahora se ruborizan cuando ven sus primeros pasos en los escenarios. "Es la mezcla perfecta entre vergüenza y orgullo", confiesa Álvaro Tato ante la publicación en Antígona del primer tomo de sus Obras completas (2002-2011). "Pero, por otro lado −continúa−, es un reencuentro con la tosquedad de los inicios, a la vez que una sensación maravillosa de viaje".
Cada espectáculo fue "un desafío" −cuenta Tato− para el grupo que con "Si dentro de un limón metes un gorrión el limón vuela" rompió los esquemas: "Era nitroglicerina para nuestro mundo teatral", escribe Ignacio Amestoy en el prólogo. "Aquello fue algo más que una tarjeta de visita; era la candidatura al magisterio en el teatro español de Ron Lalá, que hoy en día está rubricado con 'cum laude'", apunta el dramaturgo.
"Con ellos llegó un punto de inflexión en el arte escénico español"Ignacio Amestoy
Los Íñigo Echevarría, Juan Cañas, Miguel Magdalena, Daniel Rovalher, Yayo Cáceres, Tato y compañía ya habían dado el golpe sobre la mesa, pero las otras tres obras que recoge el volumen de Antígona (Mi misterio del tiempo, Mundo y final y Time al tiempo) serían su "confirmación, ya en grandes coliseos −escribe Amestoy−, de que, desde el rigor más absoluto en la música, el lenguaje y el teatro, había llegado con ellos un punto de inflexión en el arte escénico español".
Detrás de una apariencia lúcida y festiva estaba el mejor hacer poético y dramatúrgico de Quevedo o Lope, pero también "toda la dinámica del humor dialéctico, en tangos argentinos o peteneras andaluzas, con la poesía floreciendo en las ramas del idioma y con una música con alas volando a infinitos", describe el prólogo.
"No sabíamos cuánta poesía había dentro del humor"Álvaro Tato
No menos generoso en los halagos es el otro encargado de introducir el libro de Antígona (donde también se publica el Burro de AY Teatro que acaba de llegar a la capital), Pedro Víllora: "Los amantes del teatro y del cómic tenemos mucho que agradecer a Ron Lalá, una compañía que revive en los escenarios un espíritu semejante al que presidiese los añorados ejemplares de Tiovivo, Pulgarcito o TBO. Si escobar, Ibáñez o Vázquez recrearon un mundo imposible de violencia, sarcasmo y comicidad en las figuras de Carpanta, Rompetechos o las hermanas Gilda, esos excepcionales dramaturgos que son Juan Cañas y Álvaro Tato (...) hacen lo propio con esta brillante sucesión de gamberradas y onomatopeyas escénicas que siguen con todo el rigor imaginable la lógica del disparate y el absurdo".
Los vítores son una constante en la trayectoria del grupo, pero Tato también hace algo de autocrítica en mitad de un tiempo en el que "ha habido una pérdida de sentido del humor", reconoce de una característica que define "la propia conciencia de la sociedad": "En estas dos décadas hemos perdido parte de la capacidad de reírnos de nosotros mismos. Y eso es un síntoma de enfermedad social. Nuestro humor no era entonces político, era cultural; intentábamos hablar de las cosas humanas desde la cultura. Ahora parece que tienes que medir y pesar bien las palabras. Antes, la comedia era la libertad del bufón".
"Los amantes del teatro y del cómic tenemos mucho que agradecer a Ron Lalá"Pedro Víllora
Aunque, para Tato, no todo es malo en el paso del tiempo. El poeta hace gala de su habitual optimismo y reconoce que, "pese al momento de autocensura y de vigilancia en redes sociales, la conciencia ahora es más precisa". Ellos comenzaron soñando con imitar a los Monty Python, Els Joglars o Les Luthiers y terminaron con un sello propio: "No sabíamos cuánta poesía había dentro del humor", cierra Tato.