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Estreno

"The Equalizer 3": Denzel Washington no entrará dócilmente en la quieta noche

Antoine Fuqua y el actor de "Training Day" y "Tiempos de gloria" vuelven a asociarse para elevar la fantasía policial al cubo napolitano

"The Equalizer 3": Denzel Washington no entrará dócilmente en la quieta noche
"The Equalizer 3": Denzel Washington no entrará dócilmente en la quieta nocheSONY PICTURES

Subidos a la ola de la segunda venida del cine de acción que se respeta a sí mismo, liderado por «Venganza» (2008) y que alcanzó su cénit en «John Wick» (2014), Antoine Fuqua y Denzel Washington, director y actor, estrenaron casi hace una década «The Equalizer». Aquel disfrutable título recurría a la fantasía policial propia de los ochenta -estamos pensando en las películas de Charles Bronson, pero bajándole varios tonos al fascismo más ideológico-, la de un hombre tranquilo al que no querríamos ver perder los nervios, para desatar una ola de justicia divina sobre los malos. La impunidad de no tener que responder ante ningún estamento público, la actitud paternalista para con todas y cada una de las mujeres de la película y la violencia más explícita estaban ahí, pero la mezcla acababa funcionando por puro empuje cinematográfico, músculo y saber hacer. En ese entonces los malos eran rusos, en «The Equalizer 2» (2018) era la propia CIA y en «The Equalizer 3», para que el chimpún sea bien estridente, son de la mafia napolitana.

Como si fuera el cruce obra de una IA entre las calas del Mezzogiorno propias de un anuncio de perfumes y el mancillado (pero no por ello menos bello) poema de Dylan Thomas,«Do not go gentle into that good night», la tercera entrega de la saga «The Equalizer» es un artefacto entretenidísimo al que no le da miedo mezclar las anfetaminas con el financiamiento del terrorismo islamista y algún que otro hortera busto de Mussolini presidiendo salones mafiosos. No es cuestión de mezclar churras con merinas, puesto que la relación no es casual y tiene mucho de geopolítica, pero el ensamblaje de Fuqua (de nuevo con guion de Richard Wenk) lo envuelve todo en una especie de descubrimiento propio de la manera estadounidense de entender el mundo: conmigo o contra mí. Pese a ello, la experiencia no se ve trastocada ni un ápice, y el ritmo de pulso lento con el que arranca la película se vuelve vertiginoso según el personaje de Washington se va encontrando a sí mismo.

Denzel Washington en "The Equalizer 3"
Denzel Washington en "The Equalizer 3"SONY PICTURES

El Scudetto más celebrado

Denzel Washington, subiendo y bajando escaleras níveas del golfo napolitano, tiene que vérselas aquí con el capo local, al tiempo que intenta ayudar a la comunidad que le salvó en primera instancia de la muerte y, de paso, ligarse a la camarera con mayor diferencia de edad posible del lugar. Queda claro, pues, que aunque Fuqua haya insistido en que es una despedida al personaje, es difícil que Washington entre dócilmente en la quieta noche, demostrándose aquí una vez más solvente incluso sin apenas diálogos, o incluso resolviendo bien los que balbucea en un más que correcto italiano de bolsillo. "Hombres salvajes, que atraparon y cantaron al sol en vuelo", dice el poema de Thomas, y así van cayendo de uno en uno los malos, del más pequeño al líder camorrista. Y es en ese ascenso, más propio de la lógica interna de un videojuego, donde brilla el mejor Fuqua como director de acción. Donde cualquier otro realizador se hubiera perdido en la dolce vita, el responsable de "Training Day" nos regala set-pieces con sentido (gloriosa escena, la del restaurante) y hasta con sensibilidad, resultando el todo en una película a la que es imposible decirle que no.

«The Equalizer 3» no nace senil, lo cual es de agradecer, y hasta contiene sus auto-referencias para evitar el proselitismo o la excesiva dependencia de sus anteriores entregas, pero lo maniqueo de sus personajes puede resultar pasado de vueltas. Sea como sea, tiro a tiro y espectacular explosión a espectacular explosión, es innegable el magnetismo de Washington en la pantalla, que aquí se anima hasta a comerse un kebab y a celebrar el Scudetto que ganaron los muchachos de Luciano Spalletti esta primavera. Si uno es capaz de obviar las incongruencias y, de paso, volver a dejarse de tomar en serio el cine de acción más allá de sus mecanismos intrínsecos, la experiencia es altamente recomendable.