Octava de Albacete: Dos versiones diferentes de la pasión
Roca Rey y José Fernando Molina entusiasmaron a una plaza llena hasta las banderas
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Con el cartel de “No hay billetes” bien a la vista en taquilla desde por la mañana, y gente accediendo a su localidad bien entrada la lida del segundo, Albacete vivió uno de los días grandes de su feria. En el programa se anunciaba a dos figuras, una de ellas el torero del año, y, además, la amplísima lista de matadores de la tierra aumentaba con otro nombre: el de José Fernando Molina, que dos días antes abandona esta plaza a hombros tras matar su última novillada.
Tras romperse el paseíllo, que hizo envuelto en un capote negro en homenaje a su madre, recientemente fallecida, la afición dedicó una gran ovación a Molina, que se lució luego al veroniquear a su primer toro, “Emperador”, 512 kilos de peso, marcado con el número 52, nacido en diciembre de 2016, negro listón y perteneciente, como toda la corrida, a la ganadería de Daniel Ruiz.
El Juli, después de un breve parlamento en presencia de Roca Rey, le cedió los trastos y brindó al público. Y al toro. Dos pases cambiados por la espalda sin inmutarse a pesar de que el toro se arrancó zigzagueante sirvieron para abrir una faena muy templada en sus primeros compases y por el pitón derecho. Al natural su oponente protestó y tuvo que volver a la derecha y, finalmente, recurrir al arrimón para, con su traje blanco y oro teñido ya de rojo, amarrar la primera oreja de su carrera.
Salió a por todas con el que cerró plaza, en busca de un triunfo mayor. Y de la emoción, que es el vehículo para alcanzarlo, combinando en su trasteo el toreo clásico, reposado y templado con muestras de valor seco y concesiones a lo tremendo en el arrimón final. El verduguillo se llevó el triunfo. El primer toro de El Juli se lastimó apenas se hizo presente en el ruedo y fue sustituido por un sobrero del mismo hierro al que se le dio fuerte en el único puyazo que se le administró. En el último tercio tuvo energía para seguir la muleta en un par de series y luego comenzó a pararse y cabecear buscando quitarse el engaño de encima. Su matador intentó buscarle las vueltas pero no había de donde.
El cuarto tuvo más movilidad y nobleza, sacando el torero madrileño, con su proverbial capacidad técnica, una faena de muy largo metraje, siempre a más, sobando mucho a su oponente hasta lograr meter a la gente en lo que hacía y una oreja en su esportón.
Se protestó de salida al tercero por su escasa presencia y arreció el vocerío al perder las manos en varas. Pero en cuanto Roca se plantó en los medios y se rebozó de toro, el escándalo se trocó el rugidos de admiración y entusiasmo. La verdad es que el de Daniel Ruiz embistió con rectitud y presteza y el torero peruano, pletórico, encauzó aquel raudal de acometidas con mando y firmeza. En medio de aquel éxtasis poco importó que hubiese más velocidad de la precia o que, incluso, fuese desarmado en un momento dado. Los alardes y adornos finales acabaron por entusiasmar a la concurrencia. La comunión era total y el tirar sin puntilla al animal hizo casi innecesaria la petición de premio.
El quinto anduvo adormilado en los primeros tercios pero los pases cambiados de Roca le dieron aire, cumpliendo luego el peruano otra faena de compás abierto y mano baja, mucho mando y más entrega, ligazón y templanza. Y arrimándose como si no hubiese un mañana. Con todo, su labor no tuvo la intensidad de la anterior. La pasión no dura siempre.
LA FICHA
Albacete, 15 de septiembre.
Séptima de feria. Lleno de No hay billetes. Toros de Daniel Ruíz, el segundo corrido como sobrero, bien presentados y manejables, destacando el tercero.
El Juli (de púrpura y oro), entera, palmas; pinchazo y estocada, oreja.
Roca Rey (de negro y oro), entera, dos orejas; media y descabello, ovación.
José Fernando Molina (de azul marino y oro), que toma la alternativa, entera, oreja; entera, aviso, seis golpes de verduguillo, ovación.